stdClass Object ( [id] => 17794 [title] => Un escándalo que nos acusa [alias] => un-escandalo-que-nos-acusa [introtext] =>Ideas – Contra el hambre, cambiar de vida
por Luigino Bruni
publicado en Mondo y Missione, octubre 2011
El hambre es una experiencia fundamental en la vida de cualquiera. Durante cientos de miles de años los hombres han luchado contra ella. Yo pertenezco a esta pequeña porción “feliz” de mundo que no ha conocido nunca el hambre, a no ser el hambre buena que nos prepara a gozar de la comida esperada y cierta.
Pero mis padres sí que la conocieron y por eso la presencia, indirecta pero eficaz, del hambre ha sido una constante en mi familia de origen, que me ha enseñado, entre otras cosas, el agradecimiento por el pan de cada día, ese sentido de estupor ante la abundancia, el rechazo al despilfarro, notas todas ellas que hoy forman parte de mi cultura y de mi estilo de vida.
[fulltext] =>Hoy el hambre es un problema y un escándalo, porque una parte de la humanidad ha sido capaz de eliminarla de su propia existencia pero no ha conseguido vencerla globalmente.
En el mundo siempre ha habido ricos y pobres, porque los talentos están repartidos de manera desigual entre las personas. Pero hasta la modernidad, el exceso generado por las clases ricas apenas llegaba para cubrir su lujoso consumo y poco más. El hambre se debía a la escasez de recursos y la hostilidad de la naturaleza. Hoy en cambio el escándalo y el rechazo nacen de la conciencia de que la humanidad, gracias a la tecnología y a la economía, produce un exceso capaz de erradicar potencialmente el hambre de toda la población mundial. Pero el hambre sigue siendo endémica para más de mil millones de personas. Un escándalo y un rechazo que aumentan cuando se observa que esa misma porción opulenta del mundo ha creado otras formas de enfermedades endémicas debidas al exceso de alimentos (obesidad, bulimia…).
Pero aquí es donde el tema se complica y tal vez se hace más interesante. Aunque tuviéramos sistemas políticos mundiales y locales justos y equitativos, no bastaría producir alimentos o calorías suficientes para que ninguno de los 6.000 millones de habitantes del planeta pasara hambre, para eliminar el hambre del planeta. Hay al menos dos razones para ello. La primera es que el proceso de redistribución de la riqueza es caro y cada vez más ineficiente (es un problema de entropía). Una parte del pastel producido se queda en la lama del cuchillo con el que cortamos los trozos y algunos pequeños trozos se caen al suelo mientras los transportamos. Todo proceso de redistribución absorbe o destruye parte de la riqueza que produce.
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Pero hay otra razón más profunda: también es muy importante “cómo” llegan los recursos y los alimentos a las personas. Con un mayor compromiso moral y económico (con un menor despilfarro y burocracia) podrían transportarse recursos y alimentos desde los países opulentos y obesos hasta los hambrientos y empobrecidos del mundo, pero eso no sería suficiente. Nunca habrá pueblos capaces de derrotar el hambre y la exclusión mientras no estén en condiciones de dar el salto a la otra parte de la mesa, de crear los pasteles que ellos mismos comerán después. Una persona hambrienta que reciba el alimento a través de la ayuda internacional no vence el hambre, únicamente llena la tripa.
Pero – esto es lo más importante – el hambre endémica hoy es casi siempre resultado de relaciones equivocadas, del uso de ingredientes depredados, de estructuras de pecado que impiden el acceso a los recursos, como nos explicaba hace ya más de 40 años el Nobel de economía Amartya Sen en sus estudios sobre las carestías en la India. El hambre no es un estatus individual, sino que es fruto de una relación social que no funciona, desde la familia hasta la política internacional. Luchar contra el hambre significa sobre todo curar esas relaciones equivocadas de las que depende el hambre.Ideas – Contra el hambre, cambiar de vida
por Luigino Bruni
publicado en Mondo y Missione, octubre 2011
El hambre es una experiencia fundamental en la vida de cualquiera. Durante cientos de miles de años los hombres han luchado contra ella. Yo pertenezco a esta pequeña porción “feliz” de mundo que no ha conocido nunca el hambre, a no ser el hambre buena que nos prepara a gozar de la comida esperada y cierta.
Pero mis padres sí que la conocieron y por eso la presencia, indirecta pero eficaz, del hambre ha sido una constante en mi familia de origen, que me ha enseñado, entre otras cosas, el agradecimiento por el pan de cada día, ese sentido de estupor ante la abundancia, el rechazo al despilfarro, notas todas ellas que hoy forman parte de mi cultura y de mi estilo de vida.
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publicado en ilsussidiario.net el 15/09/2011
Medidas financieras para el 2011: recortes a las entidades locales ¿qué cambia? Los recortes a las entidades locales – Municipios y Regiones – previstos en las medidas financieras producirán efectos prácticos en la vida de los ciudadanos. El más visible será la disminución de servicios públicos básicos y del sistema de bienestar. «Traducido, significa un empobrecimiento objetivo de las personas, sobre todo de clase media», explica, en respuesta a la pregunta de ilSussidiario.net Luigino Bruni, profesor de economía política de la Universidad Bicocca de Milán. El detalle: un recorte de 4.200 millones, que se convertirá en 6.000 si la Robin tax no aporta los beneficios previstos. Según los cálculos de ANCI, la medida podría tener un impacto medio de 136 euros anuales por residente, mucho más alto en algunas ciudades como Venecia (327 euros anuales), Nápoles (326), Milán (227), Turín (220) y Roma (172).
[fulltext] =>«El bienestar y la riqueza de una persona, en las democracias, no viene determinado sólo por el PIB o la renta per capita, sino también por estos elementos sumados a los bienes que se consumen. Por ejemplo, disponer de 1.000 euros en un país en el que no existen medios públicos ni sistema de bienestar ni servicios a los ciudadanos, no es lo mismo que disponer de los mismos euros en un país donde existen esos recursos». Por eso es evidente que estas medidas hacen que seamos menos ricos.
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«Desde el momento en que la administración pública ofrece servicios de inferior calidad nos empobrecemos todos. La riqueza no es una cuestión individual, sino pública. Los bienes públicos forman parte de la riqueza de un individuo, porque tienen que ver con la pertenencia a una comunidad». Además, los más pobres se verán más penalizados. «Si para garantizar los servicios mínimos del bienestar hay que aumentar el precio del billete del autobús o del tranvía o las tasas escolares, el efecto sobre la clase más débil es evidente». Además, habrá repercusiones a nivel de sistema: «Los recortes detraen recursos a las instituciones que gestionan el territorio, empobreciéndolo y alejando la toma de decisiones de los lugares donde se desarrolla la vida diaria. Es una forma de centralizar el poder y las competencias». A la cara del federalismo. «Es evidente – continúa el profesor – que hay que eliminar el despilfarro. Hemos erigido un sistema burocrático elefantiásico. Pero reducir los recursos de las entidades locales sólo produce un ahorro a corto plazo. Además de las clases pobres también se empobrecen las clases medias».Política - Recortes 2011
publicado en ilsussidiario.net el 15/09/2011
Medidas financieras para el 2011: recortes a las entidades locales ¿qué cambia? Los recortes a las entidades locales – Municipios y Regiones – previstos en las medidas financieras producirán efectos prácticos en la vida de los ciudadanos. El más visible será la disminución de servicios públicos básicos y del sistema de bienestar. «Traducido, significa un empobrecimiento objetivo de las personas, sobre todo de clase media», explica, en respuesta a la pregunta de ilSussidiario.net Luigino Bruni, profesor de economía política de la Universidad Bicocca de Milán. El detalle: un recorte de 4.200 millones, que se convertirá en 6.000 si la Robin tax no aporta los beneficios previstos. Según los cálculos de ANCI, la medida podría tener un impacto medio de 136 euros anuales por residente, mucho más alto en algunas ciudades como Venecia (327 euros anuales), Nápoles (326), Milán (227), Turín (220) y Roma (172).
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publicado en donnamoderna.com el 30/08/2011
Gobiernos llenos de deudas, bolsas en picado, paro en aumento. El sistema económico basado en el libre mercado está atravesando una de las peores fases de su historia. Hay quien afirma que ha llegado al final de su recurrido. También hay quien piensa que puede salvarse, pero siempre que cambie sustancialmente.
«¿Conoce a alguna persona que haya sufrido un infarto? No se cura con una medicina, sólo lo consigue cambiando por completo su estilo de vida». Luigino Bruni, profesor de economía política en la Universidad Bicocca de Milán, retrata de esta manera al capitalismo de hoy. Porque el sistema económico basado en el libre mercado, extendido prácticamente por todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Europa (incluida la China), parece estar muy enfermo.
[fulltext] =>Los gobiernos están llenos de deudas, las bolsas caen y la industria no despega, por lo que el paro sigue siendo alto y el consumo sigue estancado. Cada día, en función de la marcha de los mercados, saltan nuevas alarmas. Y surge una pregunta: ¿se trata solo de un momento difícil o es que el capitalismo definitivamente ha llegado al final de su recorrido? «En mi opinión, sigue siendo el mejor sistema posible y merece la pena salvarlo» sostiene Daniela Parisi, profesora de historia del pensamiento económico de la Universidad Católica de Milán, «con la condición de que se de nuevas reglas y devuelva un poco de confianza a las personas».
La primera desgracia del capitalismo se llama deuda. En Estados Unidos, para evitar la quiebra de las cuentas estatales, el presidente Barack Obama ha firmado un acuerdo que prevé recortes en el gasto público para los próximos años por un importe astronómico: 2 billones de dólares. También aquí el gobierno ha tenido que adelantar la aplicación de las medidas económicas adoptadas en julio y de aquí al 2013 tendremos que ahorrar 80.000 millones de euros para equilibrar las cuentas.
¿Por qué hemos llegado a esta situación? «En el pasado gastamos demasiado y ya no nos lo podemos permitir» explica el profesor Bruni «y esto se refiere tanto a las familias como a los estados. En el mundo occidental, la economía corrió aprisa durante los años 80 y 90 y cada vez más personas fueron elevando su nivel de vida: se compraron casa, automóvil, teléfono móvil y así sucesivamente. Pero en 2008 el juego se paró de repente, cuando explotó la deuda privada en los Estados Unidos: los bancos quebraron porque habían concedido hipotecas y tarjetas de crédito a personas que, en realidad, no tenían ingresos suficientes para devolverlas. Para salvar a estas instituciones, el estado tuvo que poner el dinero y ahora se encuentra endeudado hasta el cuello».
En Europa el sector privado tiene un nivel de deuda sostenible, entre otras cosas porque los bancos han sido más intransigentes: nada de préstamos a quienes no tengan ingresos seguros. Pero el problema es que algunos países han gastado sin control no sólo para garantizar los servicios, las pensiones y los salarios, sino también para mantener privilegios y derroches. ¿Cómo? Financiándose mediante la emisión de títulos estatales (en Italia sobre todo BOT y BTP), un mecanismo que permite cobrar por adelantado pero obliga a devolver continuamente los préstamos con intereses. Hoy han llegado al límite. Grecia prácticamente está en quiebra y únicamente se salvará gracias a las ayudas de la Unión Europea, mientras que Italia y España tienen una deuda tan grande que sus acreedores (pequeños ahorradores, bancos italianos y extranjeros y otros países) están nerviosos.
Así llegamos a la segunda enfermedad, típicamente europea: el mercado y la moneda son únicos, pero las reglas no lo son. «Algo ha cambiado en las finanzas, ya que los países de la Unión Europea se han impuesto criterios severos acerca de la estabilidad de los bancos» dice Francesco Vella, jurista, profesor de la Universidad de Bolonia y autor del libro “Capitalismo y finanzas. El futuro entre riesgo y confianza”, publicado en mayo por la editorial “Il Mulino”. «Pero lo que falta es una conducta de gobierno unitaria. Bruselas prepara sus planes de salvamento para situaciones de emergencia, pero después, una vez que ha pasado la tempestad, cada Estado quiere mantener su poder, cuando lo que verdaderamente haría falta es una coordinación común». También haría falta una política valiente, capaz de tomar decisiones impopulares como la tan discutida de aumentar los impuestos a los grandes patrimonios. Por este camino, el capitalismo podría curarse de su tercer mal: la desigualdad.
«En Occidente, incluida Italia, el 1% de la población es riquísimo, el 10’% es muy rico y todos los demás se encuentran a gran distancia» sigue explicando el profesor Bruni. «La economía no despega mientras una buena parte de los ahorros privados no se ponga en circulación y vuelva a estar a disposición de todos, en forma de nuevas inversiones, tanto públicas como privadas. Puede que no guste, pero hoy es verdaderamente necesario un nuevo pacto social, con una fiscalidad que redistribuya la riqueza en favor de la clase media-baja, porque aquellos que tienen millones de euros en el banco mantienen su tenor de vida y no mueven sus ahorros. Pero si se concediera una desgravación fiscal, aunque sólo fuera de 1.000 euros, a quienes hoy consumen poco, inmediatamente se transformaría en compras, en comida, en zapatos, en ropa».
¿Y el famoso coste de la política? «Está claro que hay que recortarlo» dice Bruni «pero que nadie crea que las medidas económicas resolverán la situación. Es el entusiasmo de la gente lo que hace que el mecanismo funcione». «En efecto, el verdadero espíritu del capitalista» concluye Daniela Parisi «es el del empresario capaz de renunciar a la segunda vivienda para reinvertir los beneficios y crear más trabajo. Lo cierto es que para actuar, el individuo necesita sentirse protegido y ayudado por su Estado. Si a los “pequeños” les sacude el recaudador y a los grandes grupos, a los llamados “poderes fuertes” no les toca nunca nadie, el juego no funciona. En cambio, si hay confianza, el capitalismo volverá a correr».
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publicado en donnamoderna.com el 30/08/2011
Gobiernos llenos de deudas, bolsas en picado, paro en aumento. El sistema económico basado en el libre mercado está atravesando una de las peores fases de su historia. Hay quien afirma que ha llegado al final de su recurrido. También hay quien piensa que puede salvarse, pero siempre que cambie sustancialmente.
«¿Conoce a alguna persona que haya sufrido un infarto? No se cura con una medicina, sólo lo consigue cambiando por completo su estilo de vida». Luigino Bruni, profesor de economía política en la Universidad Bicocca de Milán, retrata de esta manera al capitalismo de hoy. Porque el sistema económico basado en el libre mercado, extendido prácticamente por todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Europa (incluida la China), parece estar muy enfermo.
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por Luigino Bruni
publicado en Famiglia Cristiana el 21/08/2011
Ya es evidente que el sistema capitalista está viviendo su crisis más grave. Lo que esta “segunda oleada” nos muestra es que no se trata únicamente de un fracaso de los mercados financieros (como se creía en 2008-2009) ni tampoco de una fase natural de recesión del ciclo económico. Hoy está en juego la naturaleza misma del capitalismo que hemos mantenido en pie durante las últimas décadas. Un capitalismo que ha crecido apalancado sobre una enorme deuda privada y pública que se ha hecho insostenible.
La crisis griega fue el primer jirón en un vestido que parecía de lujo. Al tratar de zurcir ese desgarro periférico nos hemos dado cuenta de que al tirar del hilo nos quedábamos con un ovillo en la mano, pues poco a poco se deshacía toda la trama del tejido (el sistema económico global).
[fulltext] =>Metáforas aparte, la crisis griega tenía ciertamente un componente excepcional, pero los mercados están comprendiendo, aunque de manera confusa y a veces contradictoria, que detrás de todo esto hay una dimensión estructural de la economía contemporánea, es decir un excesivo endeudamiento de los estados sin garantías, que plantea dudas muy serias y preocupantes sobre la sostenibilidad del precioso juguete que habíamos construido durante estos últimos 30 años.
Un juguete que se llama capitalismo financiero globalizado. El excesivo endeudamiento es global y estructural. Sin duda afecta a Italia, pero también y no con menor gravedad a los Estados Unidos, Francia y Japón, es decir al corazón del capitalismo contemporáneo.
En estos días, tanto en Italia como en Francia, se está hablando de introducir en la Constitución la obligación de que las cuentas públicas no tengan déficit. Ciertamente algo hay que hacer para reducir la deuda pública, pero sin hacernos ilusiones en el sentido de que sea suficiente modificar el artículo 81 de la Carta Magna para resolver el grave problema de la no sostenibilidad de nuestro modelo de desarrollo. Se trata de plantear sacrificios serios y para todos, ya que esa deuda se ha hecho enorme no sólo por el despilfarro sino también por el excepcional alargamiento de la duración media de la vida, que ha hecho saltar el sistema sanitario y de pensiones.
Así pues, es necesario un nuevo pacto social donde se vuelvan a diseñar los derechos y deberes de todos y cada uno.
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publicado en Famiglia Cristiana el 21/08/2011
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por Errico Novi
publicado en Liberal el 18/08/2011
Aunque tímidamente, la palabra familia ha resonado incluso en las conversaciones del sábado pasado entre Berlusconi y Tremonti. Entre mil desconfianzas y dudas (del Cavaliere hacia su ministro), a ambos les une su disposición a razonar sobre la propuesta del Tercer Polo que, en las últimas horas, comienza a abrirse camino entre los miembros del PDL, sobre todo entre aquellos que más trabajan, como Cicchitto y Lupi, por acercarse a la oposición moderada, con vistas a la aprobación de la medida.
[fulltext] =>El fondo de la propuesta consiste en complementar el sistema fiscal – por lo menos – con el principio del cociente familiar. Podrá resultar curioso que un paso como este se incluya como parte de las medidas económicas por importe de 45.000 millones que se plantean como contribución de solidaridad para las rentas medio-altas. Es singular que una idea como la del cociente familiar, que se inspira en lógicas de equidad y equilibrio social, haga su entrada en el debate sobre las políticas económicas como una forma de atenuar un impuesto extraordinario con el que discrepa la misma UDC, que pide intervenciones en apoyo de las familias.
La verdadera discusión comenzará el próximo lunes en la comisión de Asuntos Constitucionales y Hacienda de Palazzo Madama. En una sesión celebrada ayer en el Senado a la velocidad del rayo, con la presencia de solo 11 senadores, se ha admitido a trámite el decreto. Las dificultades para que la batalla por la tutela de las familias se abra camino en un contexto dramático como el que vive la Eurozona, e Italia en particular, son evidentes.
Así lo reconoce un economista de matriz católica como Luigino Bruni, profesor de la Universidad Bicocca de Milán y editorialista de Avvenire. «Con toda seguridad hay países como Francia, Alemania e Inglaterra, mucho más avanzados que nosotros en la legislación de protección a la familia. Así pues, en general, las instituciones europeas que han pedido a Italia que adopte medidas de ajuste, verían con buenos ojos la adopción de medidas orientadas a tutelar a la familia. Pero el discurso es válido en general. En un momento como este, las políticas familiares sonarían a mayor gasto. Aunque se limiten a modular la contribución extraordinaria en función del número de hijos».
Otra cosa sería a largo plazo. «Los economistas», continua Bruni, «podríamos demostrar que en un periodo de 5-7 años la introducción del factor familia terminaría por producir beneficios económicos en su conjunto». El análisis muestra que no será fácil llevar a la práctica este principio. Sobre todo teniendo en cuenta que en el bloque mayoritario siguen enfrentadas dos líneas distintas de pensamiento: la que considera la actual formulación del decreto como ineludible, en la que están Tremonti y sobre todo la Lega; y la otra, que seduce al PDL, que agrupa a quienes consideran que se ha traicionado la vocación liberal del partido berlusconiano, con tomas de posición muy claras no sólo por parte de los llamados “rebeldes” sino también de figuras individuales como Martino y Pera.
Tales tensiones no allanan el camino a la propuesta de modificaciones desde fuera. Sin embargo, el mismo premier habla de apertura, tanto hacia la propuesta del PD de gravar los patrimonios del “escudo fiscal”, como hacia las del partido de Pier Ferdinando Casini relativas a la tutela de las familias. Así pues, se trata de una batalla difícil, ya que, como explica en profesor Bruni, «hay beneficios y no sólo en términos de equidad, pero hace falta tiempo para apreciarlos». El editorialista económico de Avvenire insiste en particular en que «hay que incluir las intervenciones a favor de la familia en el tema más global de la clase media. Los paradigmas de la economía especulativa tienden a favorecer el enriquecimiento del 1% de la población a costa de los demás, es decir de la clase media. Es un mecanismo que debilita la economía en su conjunto, porque reduce el consumo, evidentemente. Intervenir con medidas favorables a quienes tienen hijos o ancianos a su cargo significa apoyar el crecimiento, sobre todo en perspectiva». Bruni explica además que dentro del mundo católico se ha avanzado mucho en el debate sobre la formulación más adecuada de estos mecanismos de tutela. «El Forum de asociaciones familiares ha elaborado una propuesta completa que indica cuál es la mejor solución para el llamado factor familia. Es más eficaz que el cociente familiar, sobre todo porque penaliza menos a quienes tienen cónyuge a cargo, es decir a las familias de rentas no elevadas en las que la mujer es ama de casa».
Intervenciones similares incidirían también en el IRPEF, sobre todo en la parte exenta de imposición. «Lo que aquí se discute es cómo atenuar el impacto de la contribución de solidaridad en los núcleos numerosos. Lo que yo digo es que es importante que se empiece a hablar. La medida podría ser una buena ocasión para introducir el tema. Lo importante es que el cociente familiar, o como se llame esta modulación, no sea alternativo a la contribución de solidaridad de las rentas medio altas». El profesor de economía política de la Bicocca insiste mucho en este aspecto.
«Es cierto que una renta de 90.000 euros anuales para una familia con cuatro hijos, no hace que adquieran la condición de ricos. Pero en una coyuntura dramática como la actual, también es justo llevar a la práctica el principio según el cual quien más tiene más debe dar. La progresividad del impuesto es un principio constitucional». Volvamos al punto anterior: es curioso que un principio como la tutela de la familia tenga que aprovechar una cuña tan estrecha para abrirse camino. Pero el mismo Bruni reconoce que «en todo caso, es importante que haya debate, que se reconozca a la familia como sujeto». Ya sería un elemento de justicia decir que «quien tenga una renta superior a 90.000 euros debe pagar la contribución, pero en función del factor familia». Un principio en base al cual «la familia es un sujeto fiscal, no una mera suma de personas bajo un techo común».
Se mantiene la incógnita sobre la compatibilidad de la modulación de la medida, incluida la parte relativa a la familia, con las expectativas de los mercados. Ayer estaban muy nerviosos, después del anuncio del Euroconsejo y de la Tobin Tax (aprobados por la UE) sobre las transacciones financieras, realizado por Merkel y Sarkozy. Se resiente más Frankfurt (-0,77%) que París, que cierra en positivo (0,73%). Sufre Londres (a - 0,49), pero no Piazza Affari que cierra a +1,27%. Revuelta en la asociación de bancos de negocios europeos. También esto i influirá en el debate sobre la medida.
ver pdf 1a parte
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Mientras tanto, la Unión dice sí al Euro Consejo y a la Tobin Tax.En el PDL se trabaja sobre las propuestas del Tercer Polo para la tutela fiscal de las familias numerosas. «Por fin se habla de ello», dice Luigino Bruni
por Errico Novi
publicado en Liberal el 18/08/2011
Aunque tímidamente, la palabra familia ha resonado incluso en las conversaciones del sábado pasado entre Berlusconi y Tremonti. Entre mil desconfianzas y dudas (del Cavaliere hacia su ministro), a ambos les une su disposición a razonar sobre la propuesta del Tercer Polo que, en las últimas horas, comienza a abrirse camino entre los miembros del PDL, sobre todo entre aquellos que más trabajan, como Cicchitto y Lupi, por acercarse a la oposición moderada, con vistas a la aprobación de la medida.
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stdClass Object ( [id] => 17814 [title] => Reflexiones sobre el artículo "Un jubileo para Italia" [alias] => reflexiones-sobre-el-articulo-qun-jubileo-para-italiaq [introtext] =>Pierluigi Porta es profesor de Economía Política en la Universidad Bicocca de Milán. La Historia del Pensamiento Económico es uno de sus ámbitos de investigación preferidos. Este es el punto de partida de su reflexión.
di Pier Luigi Porta
La intervención de Luigino Bruni sobre la crisis actual es muy importante. Estamos ante una reflexión seria, realizada por un joven economista de relieve internacional, acerca de lo que no ha funcionado bien (no sólo en materia de política económica), precisamente a partir del desarrollo de las teorías e investigaciones en economía política.
Quisiera referirme brevemente al hecho de que los peligros y derivas a que se expone la dirección de marcha de la investigación económica – deriva y peligros que Bruni ilustra con excepcional eficacia – no son novedades absolutas. La historia de la economía política, desde la modernidad hasta la actualidad, está llena de ejemplos a este propósito.
[fulltext] =>La diferencia con respecto al pasado está en que hoy ha crecido el número de economistas, se ha reducido su distancia de los centros de poder y sobre todo ha aumentado enormemente en los economistas lo que uno de los principales pensadores del siglo XX (también economista) llamaba la ‘pretensión de saber’.
En particular, la creciente financiarización de las economías es un fenómeno bastante complejo. Permitid que me detenga en algunos aspectos relacionados con el resultado de la financiarización y que reflejan al mismo tiempo problemas importantes que no se pueden obviar. Hay campos en los que es urgente hacer algo, porque está en juego la necesidad de proveer con estructuras e instituciones sostenibles a la satisfacción de necesidades sociales fundamentales.
Bienestar social. La preocupación y la atención por el bienestar social es un hecho que acompaña a la economía política en todas sus formas desde el comienzo de la época moderna, entre los siglos XVI y XVII. Podemos recordar que también en la economía neoclásica y marginalista de finales del siglo XIX comienzan a discutirse a fondo criterios de valoración del bienestar social y en consecuencia se discuten las posibles políticas. Autores como Vilfredo Pareto, Knut Wicksell, Arthur Cecil Pigou contribuyen de una manera fundamental al nacimiento de la moderna economía del bienestar. Al mismo tiempo, lo que hoy llamamos ‘estado social’ adquiere forma como componente de las políticas del primer Reich en Alemania, hasta que más tarde (en la postguerra), sobre todo William Beveridge desarrollará la filosofía del estado del bienestar. En los años siguientes nace en economía un nuevo análisis del bienestar en el que se cruzan ambos caminos con la teoría de la justicia, mostrando una vez más la necesidad de abrir el análisis económico a toros polos conceptuales. El énfasis en la justicia distributiva en particular tiene su reflejo también en los desarrollos más recientes de la teoría de la justicia de John Rawls. En el último libro del economista Amartya Sen hay una síntesis reciente de la historia de la justicia, con un enfoque que supera la concepción de Rawls.
Hoy tenemos un gran problema: la tentación de desmantelar el estado del bienestar según la concepción de Beveridge para sustituirlo por una amplia gama de instituciones financieras de seguros y previsión social. De esta manera pasaríamos de un sistema público difícilmente sostenible a un sistema privado fuente de creciente inestabilidad financiera. Frente a problemas como estos hoy es necesario redescubrir los términos de la economía civil de tradición italiana (como sugieren Luigino Bruni y Stefano Zamagni en un conocido libro) basada en una amplia movilización de recursos humanos y personales.Necesitamos elevar a nivel constitucional muchos de los presupuestos y de los principios de funcionamiento de la economía civil. En este ámbito la obra de Amartya Sen es ciertamente un punto de referencia, pero la tradición italiana de pensamiento económico no es en absoluto secundaria. Un economista como Luigi Pasinetti ha llamado recientemente la atención sobre una interpretación ‘fuerte’ de la escuela de Cambridge, en la que reconoce uno de los ejemplos más relevantes de recuperación del pensamiento económico clásico y sobre todo del sistema económico y filosófico de Adam Smith. La dinámica estructural de Luigi Pasinetti es hoy una de las puntas de lanza del análisis económico del crecimiento. Cuando hablamos de Pasinetti y de Sen, estamos hablando de economistas e intelectuales de altísimo nivel que se mueven en un terreno decididamente más alto, asumido también por Bruni, que el cultivado hoy la pléyade de economistas de la corriente mainstream o de la ‘ciencia normal’.
Deuda pública. A partir del siglo XVII, que puede considerarse la época de la invención de la deuda pública, los economistas en general han mantenido una actitud negativa en relación con la financiarización introducida por tal instrumento. El problema de la deuda pública se percibe inmediatamente (en términos históricos) como una desviación de la ‘correcta’ relación entre el soberano o la república y los súbditos o los ciudadanos. El gran filósofo David Hume fue también autor de algunos ensayos económicos, en uno de los cuales hablaba (a propósito de la deuda pública) de “ruinous expedient”. También Adam Smith fue negativo. Se podría demostrar que los enormes desastres que produjo la euforia financiera entre los siglos XVII y XVIII fueron tantos y de tal calibre como para impedir (casi hasta nuestros días) una valoración positiva de los procesos de financiarización.
Todas estas actitudes han experimentado cambios relevantes en el siglo XX con autores como Schumpeter (el teórico de la simbiosis entre banca e industria) y sobre todo con la llegada de la economía keynesiana. Son modificaciones importantes que, por una parte confirman las patologías degenerativas de los procesos de financiarización, pero al mismo tiempo dan cuenta de la necesidad concreta de tener sistemas económicos dinámicos. Una lección importante es que el exceso de rigor muchas veces es la peor garantía y se transforma fácilmente en generador de su contrario.
Experiencia europea. Esta última observación nos conduce directamente al corazón del más serio y grave problema que puede comprometer el funcionamiento de la construcción europea. Es un elemento que, en el marco de la crisis actual, se añade a los factores de riesgo vinculados a los procesos de financiarización y determina dificultades añadidas para los países que han adoptado la moneda única europea.
a lungo (quasi fino ai nostri giorni) una valutazione positiva di processi di finanziarizzazione.Muchas veces se ve la experiencia europea como un camino nuevo hacia la formación de un estado federal. Sin embargo, los estudios y la práctica convergen hoy en la demostración de que la idea de una Constitución europea encuentra fuertes obstáculos. Una ilustración de tales problemas puede encontrarse, por ejemplo, en el libro Derechos y constitución en la Unión Europea, dirigido en 2003 por el ilustre jurista Gustavo Zagrebelski.
Un problema especial es el que plantea la unificación monetaria. La creación del euro se interpreta cada vez más como una aplicación de un supuesto ‘ideal’ de moneda sin estado, excluyendo la perspectiva misma de una unidad política a nivel europeo. En realidad esta exclusión no responde en absoluto a una necesidad de la lógica económica. En economía, por el contrario, los desarrollos de la crisis actual ponen cada vez más en evidencia que el problema de la coordinación de las políticas fiscales en Europa no puede decirse que esté resuelto positivamente mientras esté vinculado únicamente a automatismos sancionados en tratados inter-europeos que tienen la naturaleza de tratados internacionales. Así se ha creado un complejo sistema de vínculos, aparentemente muy rígidos (de una rigidez alemana, como dicen algunos), pero que después son criticables por su escasa transparencia y por dar lugar a un déficit democrático.
Existen ya muchas dudas sobre la posibilidad de supervivencia política de una unión de estados (como es la Unión Europea) en el plano de la política internacional y de defensa. Estas dudas subsisten y se refuerzan cuando se mira también la perspectiva económica. En efecto, el conflicto entre uniformidad de las políticas monetarias y diversidad de las políticas fiscales ya se ha convertido en uno de los principales problemas del presente y del futuro próximo. Este conflicto conduce en la práctica a un sistema que no posee la suficiente flexibilidad para afrontar situaciones de dificultad y de crisis, como la actual crisis ha mostrado.
Los activos efectivos y potenciales de la economía civil también pueden sufrir por ello porque, en ausencia de un consenso constitucional a nivel europeo, se hace más difícil dar una articulación suficientemente incisiva al principio de subsidiariedad que, en palabras, representa uno de los puntos fundamentales de la experiencia europea.
En definitiva, garantizar el rigor monetario y fiscal con instrumentos puramente técnicos sin abordar el problema a nivel político es un atajo peligroso. También aquí la economía civil puede ofrecer hoy, sobre la base de la experiencia adquirida, importantes elementos de reflexión para un ordenamiento constitucional suficientemente ‘rico’ y al mismo tiempo flexible, para afrontar los mayores problemas de la sociedad contemporánea.Uno de los mayores problemas políticos de hoy deriva de la experiencia de la salida de la época del estatalismo, que por lo general ha estado mal gobernada, precisamente por la falta de directrices económicas suficientemente realistas y adecuadamente articuladas. Para este tipo de problemas, el nivel político-constitucional adquiere relieve fundamental y la Unión Europea no debería faltar a la cita.
Estos son solo algunos ejemplos de problemas urgentes y no resueltos, sobre todo porque la sabiduría convencional (sobre todo entre los economistas) todavía los enfoca siguiendo directrices peligrosamente expuestas a convertirse en factores de degeneración financiera. A diferencia de lo que ocurrió en los tiempos de la gran depresión (cuando se cometieron otro tipo de errores), en el caso actual todavía se ha hecho demasiado poco para cortarle las uñas a la financiarización impulsiva. Los test de estrés no son suficientes. Pero el grueso de los comentaristas no se atreve a contrarrestar la sabiduría convencional y, salvo poquísimas excepciones, se entretiene y se autocomplace apoyándose acríticamente en la supuesta eficiencia intrínseca de los mercados.La investigación económica se expande y se afina, reclama recursos y produce cada vez más. Desgraciadamente, en buena medida se trata de ‘ciencia normal’ (en el sentido de Thomas Kuhn) que se mueve dentro de un paradigma, como una cuadrilla de alegres bebedores que disfruta sus jornadas más bellas dentro de una nave averiada. A nadie se le ocurre sacar la nariz fuera. Como el mismo Kuhn había previsto, la ciencia normal prolifera de manera cada vez más rápida, ramificada y amplia, haciendo más duro el trabajo de extirpar y curar (con las que Kuhn llamaba ‘revoluciones científicas’).
Ojalá las reflexiones de Luigino Bruni puedan contribuir a aportar aire nuevo a un debate sobre la crisis actual que se está enroscando sobre sí mismo.
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publicado en generativita.it el 24/07/2011
“La economía política no goza de popularidad ante el gran público. La guerra, la posguerra y la crisis han desmentido muchas veces las previsiones lanzadas por los economistas con aparente rigor científico. No hay que asombrarse de que algún profano se haya creído autorizado a proclamar la bancarrota de la economía política.
[fulltext] =>Tal vez los economistas deberían posicionarse en contra de la falsa noticia de la muerte de su ciencia. No es necesario callar ante estas voces calumniosas. Es cierto que muchos economistas han pecado de falta de modestia. En vísperas de la guerra mundial muchos proclamaban en nombre de las leyes de la economía, que no se podía hacer la guerra o que si se hacía las fuerzas vivas de las naciones se agotarían en poco tiempo. A pesar de ello, la guerra duró muchos años, desmintiendo y agotando a quienes la negaban. Después, en los albores de la crisis económica, otros economistas no dudaron en declarar, en base a una falaz ciencia de la coyuntura, que la crisis no podía estallar o que si estallaba, pronto sería controlada”.[1]
En los debates que se han producido como consecuencia de la crisis de estos últimos años, que está lejos de terminar, ocurre algo raro: se ponen en discusión las reglas, las leyes y los controles del mercado financiero pero ya no se habla seriamente de poner en discusión la única cosa verdaderamente importante, que es el sistema económico capitalista y con él la naturaleza y la justificación ética del beneficio. Después de Pasolini o Don Milani, se diría que a nuestros intelectuales les falta estatura moral o el valor de las ideas para imaginar el “después” de este capitalismo y de las palabras gastadas de las ideologías, sean de derecha o de izquierda, laicas o católicas. Así nos limitamos todos a hablar inocuamente de la necesidad de una economía más ética (esperando que alguien nos explique un día el verdadero significado de esta frase; ¿es la ética del lobo o la del cordero? ¿la ética de los titulares de las Letras del Tesoro o la de los inmigrantes?), de la responsabilidad de la empresa, de la economía social y de la filantropía, fenómenos todos ellos que, bien mirados, no solo no ponen en discusión nuestro sistema económico, sino que son necesarios y funcionales para su supervivencia.
En los debates que se han producido como consecuencia de la crisis de estos últimos años, que está lejos de terminar, ocurre algo raro: se ponen en discusión las reglas, las leyes y los controles del mercado financiero pero ya no se habla seriamente de poner en discusión la única cosa verdaderamente importante, que es el sistema económico capitalista y con él la naturaleza y la justificación ética del beneficio. Después de Pasolini o Don Milani, se diría que a nuestros intelectuales les falta estatura moral o el valor de las ideas para imaginar el “después” de este capitalismo y de las palabras gastadas de las ideologías, sean de derecha o de izquierda, laicas o católicas. Así nos limitamos todos a hablar inocuamente de la necesidad de una economía más ética (esperando que alguien nos explique un día el verdadero significado de esta frase; ¿es la ética del lobo o la del cordero? ¿la ética de los titulares de las Letras del Tesoro o la de los inmigrantes?), de la responsabilidad de la empresa, de la economía social y de la filantropía, fenómenos todos ellos que, bien mirados, no solo no ponen en discusión nuestro sistema económico, sino que son necesarios y funcionales para su supervivencia.
Estoy convencido de que debemos ser más osados. Los intelectuales, los economistas y los científicos sociales tienen que volver a hacer su trabajo como críticos de la sociedad, de la suya y de la nuestra. El capitalismo es la forma que adquirió la economía de mercado hace un par de siglos en Europa y Norteamérica y, como todas las realidades históricas, está destinada a evolucionar. Si miramos bien, nos daremos cuenta que ya han existido distintos capitalismos. El capitalismo tecnocrático y financiero que conocemos hoy es muy distinto del de finales del siglo XIX, del capitalismo social europeo de la segunda posguerra y también del anterior a la globalización de los mercados. A lo largo de las distintas fases por las que ha pasado el sistema económico que podemos llamar capitalismo, hay un elemento más o menos constante que se ha tomado como dado por la naturaleza (excepción hecha de algunos momentos de la posguerra europea e italiana): que el objetivo de la empresa debe ser y es la maximización del beneficio y que este beneficio, una vez pagados los impuestos, debe terminar en los bolsillos de los accionistas. Como si fuera natural y éticamente irrelevante que la mayor parte del valor añadido que crean las empresas se convierta en propiedad únicamente de los accionistas de la empresa.
En realidad, ha habido y sigue habiendo movimientos de pensamiento y de acción que representan un desafío para el dogma del beneficio. El movimiento cooperativo, parte de la Doctrina Social de la Iglesia, algunos movimientos socialistas, la Teología de la liberación, el movimiento Gandhiano y hoy parte de la economía social, de comunión o solidaria en todo el mundo (sobre todo en América Latina). Pero tales movimientos han perdido la capacidad de presentarse como un sistema económico alternativo o son de dimensiones tan reducidas que no suponen ningún quebradero de cabeza para el sistema económico dominante, cuyos protagonistas muchas veces simplemente ignoran la existencia de estas reales o presuntas alternativas. El siglo XX, al menos hasta los años 70, conoció una época de gran fermento social e ideológico, no sólo porque había países enteros con una economía no capitalista, sino también porque, en el seno de las economías capitalistas, había formas de economía no capitalista que trataron de hacer evolucionar la economía de mercado por otros caminos. Hoy, con algunas décadas de distancia, debemos reconocer que aquellos intentos no capitalistas dentro del sistema capitalista han sido reabsorbidos y están perdiendo progresivamente sus rasgos de propuesta alternativa. Por ejemplo el modelo cooperativo, que para sus fundadores debía representar una alternativa sistémica a la empresa privada, hoy, salvo raras y luminosas excepciones (en Italia, una parte de las empresas sociales), se parece demasiado a los bancos, supermercados y empresas agrícolas capitalistas. Es cierto que sin la experiencia histórica del movimiento cooperativo, la economía “normal” sería hoy menos ética y menos humana, puesto que de distintas maneras se ha producido una contaminación de valores y de humanidad; pero la contaminación en la dirección opuesta (cualquier contaminación entre organismos vivos es siempre recíproca) ha sido más fuerte y penetrante y hoy son más los supermercados cooperativos que se parecen a los supermercados de las grandes multinacionales con ánimo de lucro que al revés, y con mucho.
Sin embargo, está surgiendo, entre líneas pero con fuerza, un malestar con respecto a la desigualdad en la distribución de la renta (la economía capitalista aumenta las desigualdades, no las reduce; este es un dato empírico, no ideológico), con respecto a los sueldos millonarios de los altos ejecutivos y con respecto a los grandes privilegios que otorgan los altos beneficios a unos pocos. Pero para poder responder adecuadamente a estas nuevas preguntas hace falta todo un trabajo teórico y cultural, plantearse nuevamente preguntas difíciles y profundas sobre la empresa, el beneficio y el sistema capitalista.
La primera pregunta que hay que plantearse de nuevo es: ¿qué es el beneficio? Limitándonos únicamente al ámbito de la economía real (sin entrar en la discusión sobre la naturaleza del beneficio procedente de la especulación), podemos afirmar que el beneficio es la parte del valor añadido generado por la actividad de la empresa que se atribuye a los propietarios o accionistas, a los antes llamados capitalistas. Así pues, el beneficio no es todo el valor añadido, sino solamente una parte y quien se apropia de él no es necesariamente el empresario, sino el capitalista (hay que recordar que para Marx el conflicto radical tampoco se daba entre empresarios – una figura todavía poco perfilada en el siglo XIX – y obreros, sino entre capitalistas y trabajadores).
Pongamos un ejemplo: La empresa A fabrica automóviles transformando acero, plástico, goma, componentes electrónicos, etc. en un producto terminado que se llama “automóvil”. Supongamos que la suma del coste de todas las materias primas que se utilizan para producir un automóvil sea igual a 10. Si la empresa A vende el automóvil a un precio de 30, el beneficio evidentemente no es igual a 20 (30-10). Todavía faltan importantes elementos de coste, entre los que destaca el coste del trabajo. Supongamos que el coste del trabajo sea 8 (para cada vehículo) y que los restantes costes (gastos financieros, amortizaciones…) sumen 3. El beneficio bruto (antes de impuestos) sería 9. Si después la empresa paga impuestos por valor de 4, el beneficio neto quedaría en 5.
Llegados a este punto, surgen al menos dos preguntas. La primera es: ¿de dónde nace y de qué depende este beneficio?
La historia del pensamiento económico es también la historia de las distintas teorías sobre la naturaleza del beneficio. Schumpeter, por ejemplo, sostenía hace ya cien años que el beneficio era “el premio a la innovación” del empresario, es decir la remuneración a la capacidad de innovación del empresario. Marx, por su parte, afirmaba medio siglo antes que el beneficio no era otra cosa que un robo de los capitalistas a los trabajadores, ya que la única y auténtica fuente del valor añadido era el trabajo humano, sobre todo el de los trabajadores, el único capaz de crear un plus de valor en los bienes (una línea de pensamiento que va desde Aristóteles hasta los Padres de la Iglesia y desde Proudhon hasta Marx). Hoy sabemos que en el valor añadido entran muchas cosas: la creatividad del empresario (y de los directivos), el trabajo de todos los demás actores de la empresa (que ciertamente contribuye a aumentar el valor de los bienes en una cuantía mayor al coste de los sueldos y salarios), las instituciones de la sociedad civil, la cultura implícita de un pueblo (como nos recuerda Giacomo Becattini a propósito de los distritos industriales), la calidad de las relaciones familiares en las que crecen los niños en sus primeros años de vida (como nos enseña el Premio Nobel James Heckman). En todo caso, lo que es cierto es que ese “5” de valor añadido no incluye solo el papel creativo de los propietarios de los medios de producción de la empresa, sino mucho más que tiene que ver con la vida de toda la empresa y con la colectividad.
La constitución italiana es consciente de ello cuando proclama en su artículo 41 la “función social” de la empresa, función que implica la naturaleza social de la empresa y del beneficio. De todos modos, una cosa es cierta: si la empresa A vende el automóvil a 30 con un beneficio de 5, en un imaginario mundo “sin ánimo de lucro” (con beneficio igual a 0) los automóviles costarían 25 en lugar de 30 (o todavía menos suponiendo que los beneficios no sean solo de 5, sino de 15 o 20 o 2000, como nos enseñan episodios recientes del capitalismo financiero).
En otras palabras, los beneficios de las empresas son también una forma de impuesto sobre los bienes que compramos los ciudadanos y que reduce el bienestar colectivo de la población. Por eso muchas veces se ha soñado con una “economía sin lucro” y en algunos momentos históricos incluso se ha llegado a realizar a pequeña o gran escala, aunque a veces creando daños mayores que los problemas que se querían resolver, como en el caso de los experimentos colectivistas del siglo XX. Estos experimentos colectivistas no funcionaron por muchas razones, todas ellas muy profundas, pero hay una que se ha revelado decisiva: nos dimos cuenta de que cuando se quita ese “5” para socializarlo, quienes ponen en marcha las empresas (ya sea el estado o los particulares) dejan de comprometerse, o dejan de hacerlo durante largo tiempo, en la innovación y el trabajo. La riqueza no sólo económica de la nación disminuye, todos se hacen más pobres y el valor (5) que se quería socializar termina por desaparecer.
A este respecto, resulta elocuente un pasaje de uno de los fundadores de la economía neoclásica, el italiano Maffeo Pantaleoni, quien en un escrito de comienzos del siglo XX retaba a los “optimistas” a demostrar que las motivaciones que hacen que “los barrenderos barran las calles, los sastres hagan trajes, los conductores de tranvía trabajen 12 horas, los mineros bajen a la mina, los agentes de cambio ejecuten órdenes, los molineros compren y vendan trigo, los agricultores caven la tierra, etc. son el honor, la dignidad, el espíritu de sacrificio, la esperanza de un premio en el más allá, el patriotismo, el amor al prójimo, el espíritu de solidaridad, la imitación de los antepasados y el bien de los sucesores y no solo una especie de retorno que se llama económico” [2] Al mismo tiempo, la gran crisis que estamos viviendo nos enseña que una economía basada en el beneficio y la especulación es igualmente insostenible. Entonces ¿qué podemos hacer?
Todo lo que está aconteciendo en el ámbito de la llamada economía civil y social, en la gran tradición cooperativa o en la economía de comunión, admite dos lecturas muy distintas. Una primera lectura, minimalista y conservadora, lee la economía social como el “tapagujeros” del sistema capitalista: la empresa normal con ánimo de lucro no consigue hacerse cargo de los “víctimas” que deja a lo largo del camino (en expresión de Giovanni Verga) y es necesario que otros realicen la función que las familias y las iglesias desarrollaban en el pasado. Esta es la lógica del 2%, que deja intacto el 98% restante (economía lucrativa), al no poner en discusión las relaciones de producción en la sociedad. Pero hay otra lectura de este movimiento de economía civil: concebir, por ahora a pequeña escala, un sistema económico donde el valor añadido, económico y social, sea repartido entre muchos (no sólo entre los accionistas), pero sin que los empresarios ni los trabajadores, “los conductores de tranvía y los barrenderos” dejen de comprometerse por falta de incentivo, evitando caer en los mismos problemas de las economías colectivistas y socialistas.
La apuesta más radical y seria de la economía de mercado que nos espera consistirá en mostrar una nueva generación de empresarios (individuos o comunidades de empresarios) motivados por razones más grandes que el beneficio. La última fase del capitalismo (que podríamos llamar financiero-individualista) nace de un pesimismo antropológico que se remonta por lo menos a Hobbes: los seres humanos serían demasiado oportunistas y auto-interesados como para pensar que puedan comprometerse con motivaciones más altas que las del interés particular (como la del bien común). No podemos dejar que esta derrota antropológica tenga la última palabra sobre la vida en común. Tenemos el deber ético de dejar a quienes vienen detrás de nosotros una visión más positiva del mundo y del hombre. Pero para que todo esto no quede únicamente en el papel sino que se convierta en vida, hace falta un nuevo humanismo, una nueva etapa educativa en la que nos eduquemos todos, niños, jóvenes y adultos en una economía donde se comparta con creatividad y donde se produzcan más bienes colectivos, sociales, medioambientales y relacionales.
Los ilustrados italianos del siglo XVIII entendieron que la felicidad es pública, porque o es de todos o no es de nadie. Por eso la pusieron en el lugar más alto de la reforma de Italia. Hoy nos estamos dando cuenta, pagando un alto precio por ello, de cuán verdadera era aquella profecía del siglo XVIII, cuando los desafíos del medio ambiente, el terrorismo, la energía y la emigración nos dicen que con más motivo en la era de la globalización no es posible ser felices en solitario, en contra de los otros. En este desafío el modelo italiano tiene todavía mucho que decir. Nos jugamos la calidad de vida, dentro y fuera de los mercados, para las próximas décadas.
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[1] Robert Michels, Economía vulgar, economía pura, economía política, Discurso inaugural del curso académico 1933-1934, Universidad de Perugia, Donnini, Perugia, 1934, p. 1.
[2] Maffeo Pantaleoni, Erotemas de Economía, Laterza, Bari, 1925, I, p. 217.por Luigino Bruni
publicado en generativita.it el 24/07/2011
“La economía política no goza de popularidad ante el gran público. La guerra, la posguerra y la crisis han desmentido muchas veces las previsiones lanzadas por los economistas con aparente rigor científico. No hay que asombrarse de que algún profano se haya creído autorizado a proclamar la bancarrota de la economía política.
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publicado en Arcipelago Milano el 05/07/2011
Es indudable que hoy en Italia estamos asistiendo a una de esas fases que el economista Albert O. Hirschman llamaría “ciclo de felicidad pública”: tras años de retorno a lo privado, la sociedad italiana y no sólo ella (pensemos por ejemplo en Oriente Medio), está viviendo una nueva época de participación y de ciudadanía activa. A este respecto, en las teorías de Martha Nussbaum podemos encontrar algunas cosas de interés.
[fulltext] =>En su último libro, traducido al italiano por il Mulino “Non per profitto” [No por beneficio], se puede leer: “Las capacidades intelectuales de reflexión y pensamiento crítico son fundamentales para que las democracias se mantengan vivas y firmes; [sin embargo] los estudios artísticos y las humanidades son objeto de reestructuración, tanto en la educación primaria y secundaria como en la universitaria, prácticamente en todos los países del mundo. Considerados por los políticos como adornos superfluos, en una época en la que las naciones deben recortar todo lo que parezca inútil para ser competitivos en el mercado global, estos estudios están desapareciendo rápidamente de los programas curriculares, así como de las mentes y los corazones de padres y alumnos“.
La democracia es un árbol frágil, con raíces siempre poco profundas en el terreno de la historia, que necesita ser cultivado, cuidado y protegido, sobre todo en los momentos de crisis. Nussbaum ha dedicado mucho trabajo y mucha pasión civil al tema de la democracia, mostrándonos, junto a Amartya Sen, que el desarrollo se mide sobre todo en clave de libertades y derechos y poco y muchas veces mal en clave de PIB. Sin inteligencia crítica y sin pensamiento libre y creativo, las libertades y los derechos no crecen en nuestras civilizaciones, simplemente porque las personas no alcanzan a ver los derechos y las libertades como bienes valiosos, no luchan por ellos y los canjean sin problemas por alguna mercancía.
No hay que entender la formación en humanidades como un bien de élite, un bien de lujo accesible a unos pocos con talento y posibilidades económicas. Como Nussbaum recordó en la estupenda lección que impartió en el Instituto Universitario “Sophia” de Loppiano el pasado 6 de junio, uno de sus modelos de educador es Tagore, quien con su poesía y sus programas de formación escolar, se encuentra, al igual que Gandhi, en la base de la independencia y la democracia de la India. La belleza y la no violencia son virtudes civiles esenciales para el bien común y para la calidad de la democracia. Nussbaum propone que el arte, la literatura y la filosofía sean consideradas por la escuela y por la universidad como fundamentales para la formación del carácter de los ciudadanos, ya que sin formar el interior de las personas (tarea en la que el arte, la música y la literatura son insustituibles) nuestras sociedades no serán capaces de gestionar y orientar hacia el bien común las extraordinarias conquistas de la técnica y de las comunicaciones.
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En otros tiempos de crisis y de cambio de época, las personas y las comunidades para las que el bien común era importante salvaron y relanzaron la civilización con instituciones (tanto políticas como económicas), pero también con escuelas y con el arte. Los monjes, los franciscanos, los carismas religiosos y laicos de la modernidad y el movimiento socialista, también utilizaron la belleza para “salvar al mundo”. Como hizo Olivier Messiaen, que en el campo de concentración de Goerlitz, compuso y ejecutó en una barraca con algunos músicos deportados el “Quatuor pour la fin du temps”. O como el violinista Karel Fröhlich, que en 1944 en Theresienstadt, dio un concierto para las personas que tenían que partir a la mañana siguiente hacia Auschwitz–Birkenau. El arte y la belleza siempre han luchado y siguen luchando contra la muerte y la barbarie y proporcionan instrumentos también para la liberación y el progreso civil de las conciencias y de los pueblos.
En todo eso la escuela y la educación tienen un papel fundamental. «Las naciones cada vez se sienten más atraídas por la idea del beneficio; ellas y sus sistemas escolares están acantonando, sin criterio alguno, unos saberes que son indispensables para mantener viva la democracia. Si esta tendencia se alarga, bien pronto los países de todo el mundo producirán generaciones de máquinas dóciles en lugar de ciudadanos dignos de ese nombre, capaces de pensar por sí mismos y de criticar a otros. El futuro de las democracias de todo el mundo pende de un hilo». (Nussbaum, Non per profitto).
Todo este discurso sobre la cultura y la democracia tiene mucho que ver con el tema del bienestar y las capacidades, otro pilar del magisterio de Martha Nussbaum. En una reciente entrevista, le pregunté: “Entonces ¿el enfoque de las capacidades está orientado a medir lo que la gente efectivamente hace y no lo que siente o cree, ya que podemos ser esclavos perfectamente adaptados e incluso felices?” Nussbaum me respondió: “Creo que sí. De hecho, como ya Mill puso de relieve, la felicidad no es un estado, sino una actividad. Hoy muchos asocian la felicidad a un estado momentáneo, a un placer, pero para Mill (y para mí), la pregunta que hay que hacer a las personas a la hora de estudiar la felicidad (al menos la aristotélica o la de Mill) no sería tanto “¿cuán feliz te sientes o te consideras?” sino “¿qué haces en la vida? ¿qué actividades consigues desempeñar?”.
Este es un aspecto central en el enfoque de Daniel Kahneman: cuando él con su método empírico intenta medir los sentimientos momentáneos, hace algo posible y quizá también interesante. Pero cuando se intenta medir la “satisfacción de la propia vida en su conjunto”, como se hace hoy en los estudios sobre la felicidad, entramos en un terreno ambiguo. En efecto, si la satisfacción con la propia vida en su conjunto es una sensación [feeling], creo que este dato no reviste demasiado interés. En cambio, si queremos medir un juicio meditado de una persona sobre su vida, la felicidad tiene poco que ver con las sensaciones. Como sabemos, la última frase de Mill antes de morir fue: ““He realizado mi tarea” (I have done my work), queriendo decir con esa frase que su vida había funcionado, había merecido la pena. Pero J. Stuart Mill se sentía triste, entre otras cosas porque había perdido a su mujer Harriet y ciertamente no era feliz en términos de feeling. Así pues, creo que hay varios problemas conceptuales a la hora de medir la felicidad.
Cuando en 1996 Kahneman me pidió opinión sobre su programa de investigación para medir la felicidad momentánea, le expresé muchas de estas dudas y él me respondió: ‘gracias, pero estas dudas no puedo tomarlas en consideración, porque ya hemos entrado en la fase operativa del proyecto’. La medición de la felicidad despegó, pero los problemas que he puesto de manifiesto continúan”. En este último párrafo sobre la falta de diálogo con Kahneman y con los estudios de los economistas sobre la felicidad, resuena la frase “calculad y no penséis”, invitación dirigida por Benedetto Croce a los economistas a comienzos del siglo XX. En realidad, como uno de los economistas que llevan tiempo involucrados en los trabajos también empíricos sobre la felicidad, estoy convencido de que las difíciles preguntas de Martha Nussbaum son muy importantes, porque con el cálculo sin pensamiento profundo no se llega muy lejos, ni siquiera en economía. Medir la felicidad también puede ser importante y relevante, pero sólo después de escuchar y tomar en consideración críticas importantes como estas de Martha Nussbaum.por Luigino Bruni
publicado en Arcipelago Milano el 05/07/2011
Es indudable que hoy en Italia estamos asistiendo a una de esas fases que el economista Albert O. Hirschman llamaría “ciclo de felicidad pública”: tras años de retorno a lo privado, la sociedad italiana y no sólo ella (pensemos por ejemplo en Oriente Medio), está viviendo una nueva época de participación y de ciudadanía activa. A este respecto, en las teorías de Martha Nussbaum podemos encontrar algunas cosas de interés.
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publicado en Benecomune.net el 01/07/2011
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El gran economista Albert O. Hirschman, a finales de los años setenta publicó un librito con un título sugerente: Felicidad privada y felicidad pública. La tesis del libro era fuerte y clara: en los distintos países no existen sólo ciclos económicos, en los que se alternan fases de boom o crecimiento y fases de crisis o depresión, sino también ciclos políticos entre compromiso público y compromiso privado. En base a algunas evidencias históricas y con una fuerte capacidad de intuición, Hirschman nos explicó que en la historia podemos encontrar fases de compromiso público seguidas de periodos de vuelta a lo privado.Al igual que en los ciclos económicos, la fase anterior explica y determina la fase siguiente. En economía, cuando el boom económico y el crecimiento llegan a su apogeo, crean las premisas de la crisis y el decrecimiento (y viceversa). En la esfera civil una fase de búsqueda de intereses y objetivos privados e individuales crea las premisas para una nueva oleada en la dirección contraria, es decir de compromiso por el bien común y la felicidad pública. Así pues, se da una oscilación entre periodos de preocupación y compromiso por la esfera pública con otros en los que las preocupaciones se concentran sobre todo en mejorar la esfera privada. En las fases “públicas” de este ciclo histórico, la política es la que ocupa el centro de la escena; el bienestar económico y el consumo individual son, por su parte, los protagonistas de las fases “privadas” del ciclo. El mecanismo que Hirschman pone en el centro de esta alternancia entre público y privado es la decepción, que impulsa a las personas a cambiar sus preferencias y valores después de haberse detenido largo tiempo en lo privado o en lo público. Una vez que se supera el umbral, se desencadena la reacción y el ciclo se invierte.
Esta teoría puede ayudarnos a entender y a describir lo que está ocurriendo alrededor del Mediterráneo, incluyendo Italia. Es probable que estemos atravesando el punto de inflexión del ciclo privado/público, después de una larga fase en la que nos hemos concentrado en el crecimiento del bienestar económico privado. Las fases de este ciclo son distintas para distintos contextos culturales: para España e Italia se trata de un regreso de lo público tras 30 años dedicados a la felicidad y al bienestar económico privados; para Oriente Medio se trata en muchos casos del alba de una etapa de participación inédita. Lo que es seguro es que en la era de la globalización y de las redes sociales, los efectos de contagio son rápidos y muy relevantes y, aunque con historias y culturas muy distintas, los jóvenes egipcios han influido con toda probabilidad en los jóvenes europeos que han salido a la calle o han acudido en masa a las urnas por un deseo de lo “público” parecido al de sus coetáneos de la otra orilla del mare nostrum.
En los años 60 y 70 (la última etapa de felicidad pública en Italia y en Europa) lo que llevaba a las personas, sobre todo a los jóvenes, a la calle para ocuparse de asuntos públicos, eran sobre todo las ideologías. Hoy son el medio ambiente (incluido el TAV), la energía y los alimentos (pensemos en el fenómeno de los Grupos de Compra Solidaria, que va en aumento) los que inducen a las personas a redescubrir lo público. La novedad está en la conciencia de la centralidad de los bienes comunes, como el agua y el aire de nuestras ciudades. Es decir, nos estamos dando cuenta de que hemos entrado con decisión en la era de los bienes comunes, en la que los bienes más preciados y cruciales ya no son el calzado ni el ordenador, sino los bienes que consumimos juntos y que están sometidos, como nos enseña la teoría económica, a la tragedia de la auto-destrucción. Si los bienes comunes se convierten en la norma, refugiarse en lo privado ya no funciona, porque para no destruir los bienes comunes es necesario reconocer el vínculo entre las personas, la interdependencia entre las opciones de todos y las de cada uno.
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Para terminar, hay que señalar que cuando se habla de “felicidad pública”, desde Aristóteles hasta Sen, el adjetivo (pública) prevalece sobre el sustantivo (felicidad), ya que no es la búsqueda común del placer lo que impulsa a la gente a la participación, sino la búsqueda, a ratos confusa, de libertad y de derechos, el deseo de comunidad, incluso cuando esta búsqueda de felicidad pública se asocia con la lucha y el sufrimiento y no con sensaciones placenteras. En efecto, como nos recordaba el economista napolitano Antonio Genovesi a mediados del siglo XVII, mientras que la felicidad privada puede coincidir con la búsqueda del placer hedonista, la felicidad pública necesita virtudes cívicas: amistad y bienes relacionales (diríamos hoy). Para que el ciclo público de la felicidad dure y no desaparezca en una mañana, es necesario que a la sociedad civil, nacional e internacional, se le una la política, que sigue siendo la gran ausente en este retorno al compromiso público. Aunque no creo que por mucho tiempo.por Luigino Bruni
publicado en Benecomune.net el 01/07/2011
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El gran economista Albert O. Hirschman, a finales de los años setenta publicó un librito con un título sugerente: Felicidad privada y felicidad pública. La tesis del libro era fuerte y clara: en los distintos países no existen sólo ciclos económicos, en los que se alternan fases de boom o crecimiento y fases de crisis o depresión, sino también ciclos políticos entre compromiso público y compromiso privado. En base a algunas evidencias históricas y con una fuerte capacidad de intuición, Hirschman nos explicó que en la historia podemos encontrar fases de compromiso público seguidas de periodos de vuelta a lo privado.
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por Luigino Bruni
publicado en Vita el 01/07/2011
“Las capacidades intelectuales de reflexión y pensamiento crítico son fundamentales para que las democracias se mantengan vivas y firmes. Sin embargo, prácticamente en todos los países del mundo los estudios artísticos y las humanidades están siendo objeto de reestructuración, tanto en la educación primaria y secundaria como en la universitaria. Los políticos los ven como un adorno superfluo, en una época en la que las naciones deben recortar todo aquello que parezca no servir para seguir siendo competitivos en el mercado global, por lo que están desapareciendo rápidamente de los programas de estudio, así como de las cabezas y los corazones de padres y alumnos”. Me parece que esta frase resume la tesis central del último libro de la filósofa americana Martha Nussbaum, titulado: “No por beneficio” y traducido al italiano por Il Mulino. ¿Por qué necesitan las democracias una cultura humanista?
[fulltext] =>Los derechos que no se ven
La democracia es un árbol frágil, con raíces poco profundas en el terreno de la historia, que necesita ser cultivado, cuidado y protegido, sobre todo en los momentos de crisis. Nussbaum ha dedicado, a lo largo de su trayectoria como investigadora, mucho trabajo y mucha pasión civil al tema de la democracia. Nos ha mostrado, junto al economista indio y Premio Nobel Amartya Sen, que el desarrollo se mide sobre todo en clave de libertades y derechos y poco y muchas veces mal en clave de PIB, que es a lo que nos hemos acostumbrado. Sin inteligencia crítica, sin pensamiento libre y creativo, las libertades y derechos no pueden ganar terreno en nuestras civilizaciones, simplemente porque las personas no consiguen ver los derechos y las libertades como bienes preciados, no luchan por ellos y los canjean sin problemas por mercaderías.
No hay que entender la formación humanista como un bien de élite, un bien de lujo accesible a unos pocos que tienen talento y posibilidades económicas. Como Nussbaum recordó en la estupenda lección que impartió en el Instituto Universitario “Sophia” de Loppiano el pasado 6 de junio, uno de sus modelos de educador es Tagore, quien con su poesía y sus programas de formación escolar, se encuentra, como Gandhi, en la base de la independencia y la democracia de la India. La belleza, al igual que la no violencia, son virtudes civiles esenciales para el bien común y para la calidad de la democracia.
Nussbaum propone que el arte, la literatura y la filosofía sean consideradas por la escuela y por la universidad como fundamentales para la formación del carácter de los ciudadanos, ya que sin formar el interior de las personas (tarea en la que el arte, la música y la literatura son insustituibles) nuestras sociedades no serán capaces de gestionar y orientar hacia el bien común las extraordinarias conquistas de la técnica y de las comunicaciones.
En tiempos de crisis y de cambio de época, las personas y las comunidades para las que el bien común era importante salvaron y relanzaron la civilización con instituciones (tanto políticas como económicas), pero también fundando nuevas escuelas y promoviendo el arte. Los monjes, los franciscanos, los carismas religiosos y laicos de la modernidad y el movimiento socialista, también utilizaron la belleza para “salvar al mundo”.
Como hizo Olivier Messiaen en el campo de concentración de Goerlitz, componiendo y ejecutando música con algunos músicos deportados. O como el violinista Karel Fröhlich, que en 1944 en Theresienstadt, dio un concierto para las personas que tenían que partir a la mañana siguiente hacia Auschwitz–Birkenau.
¡No recortéis en educación!
El arte y la belleza siempre han luchado y siguen luchando contra la muerte y la barbarie y proporcionan instrumentos también para la liberación y el progreso civil de las conciencias y de los pueblos.
En todo eso la escuela y la educación tienen un papel fundamental. «Las naciones cada vez se sienten más atraídas por la idea del beneficio; ellas y sus sistemas escolares están acantonando, sin criterio alguno, unos saberes que son indispensables para mantener viva la democracia. Si esta tendencia se alarga, bien pronto los países de todo el mundo producirán generaciones de máquinas dóciles en lugar de ciudadanos dignos de ese nombre, capaces de pensar por sí mismos y de criticar a otros. El futuro de las democracias de todo el mundo cuelga de un hilo.
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por Luigino Bruni
publicado en Vita el 01/07/2011
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stdClass Object ( [id] => 17817 [title] => Economía de comunión: una propuesta para el cambio económico [alias] => una-propuesta-para-el-cambio-economico [introtext] =>Entrevista de los profesores del Instituto Humanitas Unisinos Gilberto Antônio Faggion y Lucas Henrique da Luz a Luigino Bruni
publicado en el Blog del IHU el 11/06/2011
“La Economía de Comunión dice que la empresa debe cambiar. No se trata de ocuparse de los pobres sin cambiar las estructuras económicas, sino de hacer empresas distintas que no tengan la ganancia como objetivo, que incluyan a los pobres, para evitar que mañana siga habiendo pobres”, explica el economista italiano Luigino Bruni. Según él, la Economía de Comunión “es una propuesta radical para cambiar la estructura del sistema económico a través del cambio de su institución principal: la empresa”.
Disponibile aquí el audio original en italiano:
Escucha la entrevista (en italiano)
Texto íntegro en español a continuación
[fulltext] =>IHU On-Line – ¿Qué diferencias hay entre la Economía de Comunión y otras formas de economía, como la economía social y la economía solidaria? Dentro de las alternativas al modelo hegemónico, ¿cuáles son las diferencias de la Economía de Comunión?
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Luigino Bruni – Una diferencia, por ejemplo, con respecto al modelo de la economía solidaria – que yo sólo conozco parcialmente – es la siguiente: aunque surge de un paradigma esencialmente de tipo marxista, en realidad, cuando se ocupa de la persona, sin querer, no pone en discusión el sistema de producción, es decir las relaciones económicas normales. Se ocupa de las personas que quedan fuera del juego, de los marginados, de los excluidos, pero al hacerlo no cuestiona las relaciones económicas del sistema capitalista.
La Economía de Comunión, en realidad, poniendo en el centro también la definición de la empresa, está diciendo que la empresa debe cambiar. De esta manera, no trata sólo de ocuparse de los pobres sin cambiar las estructuras económicas, sino de proponer empresas distintas, que no tengan como objetivo la ganancia, que incluyan a los pobres, para evitar que mañana siga habiendo pobres.
Así pues, es una propuesta más radical en el cambio estructural del sistema económico, por medio del cambio de su institución principal, que es la empresa. En eso hay una diferencia muy importante. Después, hay otras diferencias como el vínculo profundo entre la empresa, por una parte y los excluidos, por otra; el intento de generar estructuras de gestión de comunión dentro de la empresa, etc.
IHU On-Line – ¿Cómo se entiende el don en la Economía de Comunión?
Luigino Bruni – Basta oír a los empresarios, pero no es algo sencillo de explicar. Hay una forma equivocada de interpretar esto. ¿En qué consiste? En pensar que el empresario produce riqueza, sin preocuparse por cambiar las relaciones de producción y cuando tiene dinero, da a los pobres. Si así fuera, sería un modelo muy poco interesante y nada innovador.
En realidad podemos hablar más de gratuidad que de don, porque la gratuidad convive con los contratos, con los deudores, en las relaciones dentro de la empresa, en las relaciones comunitarias. También hay empresas que no donan sus beneficios y en cambio viven la cultura del don. La mitad de esas empresas no obtienen beneficios, bien porque están en pérdidas o porque son empresas sin ánimo de lucro, como las cooperativas sociales. Por tanto, el don no es simplemente dar dinero. El don es algo mucho más profundo. Por ejemplo, el empresario dona sobre todo talentos y recursos, más que dinero.
Así pues, la cultura del don es muy importante, pero no debe entenderse como filantropía, no debe entenderse como regalo, sino que debe entenderse como relaciones nuevas de gratuidad, una gratuidad que a veces tiene que convivir con el contrato. Por lo tanto, el don del que hablamos no se opone al contrato, al deudor, sino que es una dimensión de la vida. Nosotros hablamos de amor, de gratuidad, de ágape, porque no se trata tanto de 'lo que hago', sino de 'cómo lo hago'. Es un estilo de vida.
IHU On-Line – ¿Cuáles son las principales novedades de la Economía de Comunión en cuanto a las relaciones laborales, más concretamente, por ejemplo, en cuanto a la relación entre patrón y empleado? ¿Es una relación emancipadora, realizadora o el patrón sigue siendo patrón y el empleado sigue siendo empleado?
Luigino Bruni – La Economía de Comunión que vemos hoy es todavía muy tradicional, porque acaba de iniciar el proceso. Mejor dicho, hoy es un poco menos, pero hace 10 años era muy tradicional. Dentro de 20 años será muy diferente. Es decir, nosotros debemos cambiar también los derechos de propiedad de la empresa. No basta decir que el empresario, con buena motivación, es altruista. Es preciso cambiar las relaciones dentro de la empresa que, con formas jurídicas diversas, deben nacer de la vida.
En algunos países del mundo, como por ejemplo en Italia, ya hay experiencias participativas, en el contrato, en las reglas formales. En otros países no, pero hay un movimiento que seguramente llevará a una superación de la forma tradicional en la que está el patrón por una parte y el empleado por la otra. Ahora eso todavía no es muy visible.
Si alguien mira desde fuera, no ve mucha novedad, pero la verá en breve, en algunos años. Porque la tendencia es a llegar a formas de empresa diferentes, más participativas e inclusivas.
IHU On-Line – ¿Cuáles son las principales dificultades de la Economía de Comunión? ¿Y qué contribución puede dar al paradigma liberal que hoy domina globalmente?
Luigino Bruni – Si echamos la vista 20 años atrás, veremos un camino. Hoy, la Economía de Comunión empieza a ser un proyecto que produce categorías diferentes, que comienzan a ser aceptadas en algunos sectores, como la fraternidad, la reciprocidad, la gratuidad, la felicidad, los bienes relacionales. Son categorías originales, que han nacido dentro de la Economía de Comunión, categorías también teóricas.
Pero todavía es una semilla, o sea, todavía está en el comienzo, porque es un proyecto muy complejo. Todavía estamos en las primeras horas del día. Pero ya se ven algunas cosas. Es una tendencia importante y sobre todo, empezamos a ver el interés creciente de las universidades. Sólo en este último año, tres o cuatro universidades – en Africa, Chile e Italia – han incluido en su currículo de estudios cursos sobre la Economía de Comunión.
Es un movimiento creciente. La tendencia es muy positiva. Pero los tiempos son largos, porque se trata de un organismo muy complejo. Y cuanto más complejo es el organismo, más larga es la infancia. Por ejemplo, un gato en tres meses ya es adulto; un hombre necesita 20 años. Puesto que nuestro carisma es muy complejo – es un carisma espiritual, religioso, con muchas dimensiones que van desde el arte a la cultura y desde el deporte a la política – requiere más tiempo para que se comprendan las novedades que trae, porque tiene un periodo de incubación mucho más largo.
Así pues, dentro de 10 o 15 años veremos cosas hermosas. En 10 años se podrá llegar a una masa crítica para salir más a la vida pública y no sólo en pequeños ambientes. Si vivimos, lo veremos.Entrevista de los profesores del Instituto Humanitas Unisinos Gilberto Antônio Faggion y Lucas Henrique da Luz a Luigino Bruni
publicado en el Blog del IHU el 11/06/2011
“La Economía de Comunión dice que la empresa debe cambiar. No se trata de ocuparse de los pobres sin cambiar las estructuras económicas, sino de hacer empresas distintas que no tengan la ganancia como objetivo, que incluyan a los pobres, para evitar que mañana siga habiendo pobres”, explica el economista italiano Luigino Bruni. Según él, la Economía de Comunión “es una propuesta radical para cambiar la estructura del sistema económico a través del cambio de su institución principal: la empresa”.
Disponibile aquí el audio original en italiano:
Escucha la entrevista (en italiano)
Texto íntegro en español a continuación
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por Luigino Bruni
publicado en ilsussidiario.net el 9/06/2011
Lo que más me sorprende en estos días de discusión sobre el agua, es que todo el debate sigue enteramente centrado en el binomio y en la contraposición Estado-mercado. Sobre la gestión del agua se han formado dos partidos: el de los que quieren mantener la gestión pública (esto es, a cargo de la administración pública) y el de los que quieren dejarla en manos del mercado. Los partidarios de lo público afirman que el agua no es una mercancía y que no se pueden obtener ganancias de los bienes comunes, pues pronto se convertirían en un impuesto para los ciudadanos (verdad sacrosanta, por lo demás); los partidarios del mercado dicen que lo público significa desperdicio, corrupción e ineficiencia.
[fulltext] =>Esta visión dicotómica es una enfermedad muy italiana (y latina). Seguimos viendo el mundo social en dos dimensiones y nos olvidamos de un tercer elemento (no tercer sector, atención) que se llama sociedad civil, que siempre es crucial para la calidad de la democracia. Estoy convencido de que no encontraremos una solución compartida a este tema crucial hasta que no demos centralidad a este “tercero excluido”, la sociedad civil y a sus expresiones incluso económicas.
¿Por qué no imaginamos y después también realizamos para la gestión del agua una solución similar a la que ha surgido de la sociedad civil para los temas del cuidado, del malestar o de la enfermedad mental? En estos sectores, que son otras tantas formas de bienes comunes, hace treinta años su gestión estaba totalmente en manos del Estado (y de las familias); hoy gran parte de estos servicios está en manos de millares de cooperativas sociales que los administran con sensibilidad ética y relacional, en modo eficiente (mercado por lo tanto), pero sin tener la ganancia como móvil. Es la llamada empresa social o civil, esto es un sujeto movido por finalidades sociales y solidarias, que no tiene como propósito la ganancia.
La sociedad civil ha sabido producir empresarios sociales, que aun sin esperar grandes remuneraciones del capital invertido, han querido y sabido utilizar su talento empresarial para administrar bienes comunes (los empresarios son esenciales para administrar en modo eficiente recursos escasos). Y todo ello ha sido posible (en los casos más virtuosos, no todos obviamente) gracias a una nueva alianza o pacto entre el mercado, el sector público y la sociedad civil: el sector público está muy presente, pero es un partner más junto a los empresarios y a la comunidad.
Para el agua creo que deberíamos concebir una solución similar: dar vida, mediante leyes específicas (como sucedió en 1991 con la cooperación social) a nuevas empresas sociales para la gestión del agua que sean fruto de una alianza entre el sector público, las empresas y la sociedad civil. Esto no implica prohibir por ley que las empresas sociales tengan beneficios (entre otras cosas, porque necesitarán capitales significativos), sino limitarlos (no hablamos de empresas “non profit” sino “low profit”), prever una gestión pluralista, con más sujetos involucrados en las decisiones e instituir vínculos profundos con las comunidades locales interesadas en la gestión del agua.
La empresa social, que algunos llaman empresa de comunidad o de comunión, es la solución para la gestión de los bienes comunes, no solo del agua, sino también del suelo público de las ciudades (parques), de la energía, del medio ambiente, una solución perfectamente en línea con el principio de subsidiariedad.
Por esta razón estoy convencido de que el día más importante será el día después del referendum, porque si gana (como espero) el sí, nos encontraremos solamente al inicio del proceso, porque la gestión pública (dejar las cosas como están) no es la solución, sino el problema a resolver. Deberemos de inmediato dar vida a estas nuevas empresas sociales, buscar juntos la solución al problema, que no puede consistir en mantener el status quo, sino en una mayor creatividad y fantasía política, económica y civil.
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por Luigino Bruni
publicado en Avvenire el 7/06/2011
Loppiano (Florencia) - Martha Nussbaum es uno de los pocos filósofos que han conseguido alcanzar dos objetivos en su actividad investigadora: dialogar seriamente con la ciencia económica y ocuparse de temas directamente relacionados con la vida de las personas, en particular de las más desfavorecidas. Hacía 40 años que no venía a la Toscana. Ahora ha vuelto para dar una conferencia en el Instituto Universitario Sophia, en la ciudadela de Loppiano del movimiento de los Focolares. En su conferencia ha hablado sobre “emociones públicas y sociedad decente”. Se trata de un tema de enorme relevancia también para la sociedad italiana: las emociones que hay que apoyar y estimular para que la sociedad pueda desarrollar sentimientos generalizados de simpatía entre sus miembros. Antes de la conferencia ha departido durante algunas horas con los estudiantes.
[fulltext] =>Después de Sophia, Nussbaum se desplazará a Milán (pasando por Bolonia, donde presentará su último libro “No por beneficio”, Il Mulino), para participar el miércoles y el jueves en la conferencia internacional “Mercado y Felicidad”. Precisamente sobre su visión de la felicidad hemos querido hacerle algunas preguntas.
¿Cómo valora el debate sobre la medición de la felicidad subjetiva?
“Yo veo principalmente dos problemas. El primero, de acuerdo con los actuales estudios sobre la felicidad, se refiere a la naturaleza cualitativa y multidimensional de la felicidad. Es un tema clásico. Mill ya decía que la felicidad no es una realidad unidimensional. Cuando medimos la felicidad con una única escala es evidente que reducimos las distintas dimensiones de la felicidad a una sola, que es algo mucho más simple y alejado de lo que nosotros entendemos por felicidad. Si preguntáis a una persona “cuán feliz es” sin obligarle a elegir como respuesta un número del 1 al 10, las personas suelen dar respuestas complejas como esta: “estoy bien de salud, mis ingresos han empeorado, hace poco ha fallecido un amigo…” y así sucesivamente. Lo que estamos intentando hacer con el concepto de “capacidades” es precisamente especificar los distintos componentes del bienestar de una persona. No hay una única medida que sea adecuada.”¿Y el segundo problema?
“Tiene que ver con el conocido problema que puso de manifiesto Amartya Sen por primera vez en los años 70, de la adaptación de las preferencias. La gente tiende a estar contenta con lo poco que tiene y con lo poco que espera tener. Jon Elster nos ha enseñado que muchas veces nos comportamos como la zorra con las uvas: no conseguimos alcanzar objetivos más altos y entonces nos acomodamos y con el paso del tiempo incluso dejamos de desear esas realidades que no conseguimos alcanzar. Otras veces, y estos son los casos más interesantes sobre todo cuando nos ocupamos del desarrollo y la pobreza, ni siquiera tenemos una idea correcta de en qué consiste nuestro bienestar. Pensemos en las mujeres de algunas zonas del mundo; son educadas para que les parezca normal que las mujeres no reciban enseñanza, para que crean que las chicas con estudios no tendrán un buen matrimonio, etc. Así estas mujeres matan sus deseos al nacer; es más, son los deseos mismos los que se adaptan desde la infancia a las normas de una cultura y unas tradiciones determinadas. Sen, por ejemplo, ha mostrado que la adaptación de las preferencias también funciona para la salud física. Hay personas, sobre todo en zonas pobres, que dicen estar bien incluso cuando objetivamente padecen enfermedades graves; al no poder compararse con una salud distinta, se adaptan y consideran bienestar lo que en realidad no lo es (y que además les lleva a vivir una vida breve, con malnutrición y con muchas desventajas). Si este problema de la adaptación se da incluso con la salud física, imaginemos lo potente que puede ser este efecto en temas como educación, derechos y libertades”.Entonces el enfoque de las capacidades mide lo que la gente efectivamente hace y no lo que siente o cree. ¿Puede un esclavo estar perfectamente adaptado e incluso ser feliz?
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“Sí. De hecho, como ya señaló Mill, la felicidad no es un estado, sino una actividad. Hoy muchos asocian la felicidad a un estado momentáneo, a un placer, pero en Mill (y en mi planteamiento), la pregunta que hay que dirigir a las personas al estudiar la felicidad no sería tanto “¿cuán feliz te sientes o te consideras?, sino ¿qué haces en tu vida? ¿qué actividades consigues desarrollar?”. Este es un punto central en todo el planteamiento de Daniel Kahneman: cuando él, con su método empírico, trata de medir los sentimientos momentáneos, hace algo posible y tal vez interesante. Pero cuando se trata de medir la “satisfacción de la propia vida en su conjunto”, como se hace hoy en los estudios sobre la felicidad, entramos en un terreno ambiguo. En efecto, si la satisfacción con la propia vida en su conjunto es un sentimiento, creo que este dato es poco interesante. En cambio, si queremos medir un juicio meditado de una persona sobre su propia vida, entonces la felicidad tiene poco que ver con los sentimientos. Cuando en 1996 Kahneman me pidió opinión sobre su programa de investigación para medir la felicidad momentánea, yo expresé muchas de estas dudas y él me dijo: “gracias, pero estas dudas no puedo tomarlas en consideración ahora, porque ya estamos entrando en la fase operativa del proyecto”. Así la medición de la felicidad despegó, pero los problemas que señalo permanecen."Entrevista a Martha Nussbaum - La filósofa Martha Nussbaum responde a quienes pretenden llevar a una escala numérica la satisfacción de las personas con su propia vida: “Obliga a realizar burdas simplificaciones. Pero la humanidad vive en los matices”
por Luigino Bruni
publicado en Avvenire el 7/06/2011
Loppiano (Florencia) - Martha Nussbaum es uno de los pocos filósofos que han conseguido alcanzar dos objetivos en su actividad investigadora: dialogar seriamente con la ciencia económica y ocuparse de temas directamente relacionados con la vida de las personas, en particular de las más desfavorecidas. Hacía 40 años que no venía a la Toscana. Ahora ha vuelto para dar una conferencia en el Instituto Universitario Sophia, en la ciudadela de Loppiano del movimiento de los Focolares. En su conferencia ha hablado sobre “emociones públicas y sociedad decente”. Se trata de un tema de enorme relevancia también para la sociedad italiana: las emociones que hay que apoyar y estimular para que la sociedad pueda desarrollar sentimientos generalizados de simpatía entre sus miembros. Antes de la conferencia ha departido durante algunas horas con los estudiantes.
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publicado en il sole 24 ore el 25/05/2011
Durante mucho tiempo, la idea dominante respecto a la desigualdad era que su evolución podía representarse como una U invertida: crece en las primeras fases del desarrollo para disminuir en las fases más avanzadas. Esta teoría llevaba a considerar legítimo un aumento de la desigualdad cuando el desarrollo estaba en fase de despegue. El gran economista Albert Hirschman ponía como ejemplo la metáfora del atasco: si estamos atascados en la autopista y vemos que el automóvil del carril adyacente comienza a moverse, también nosotros nos alegramos porque pensamos que en breve nuestro carril también se moverá.
[fulltext] =>Durante mucho tiempo se ha creído también que existía un compromiso necesario entre equidad (igualdad) y crecimiento (eficiencia): al estar distribuidos los talentos de manera desigual entre la población, había que dejar que unos pocos pero muy eficientes crecieran por encima de la media. Los efectos de este mayor crecimiento de unos pocos repercutirán también en los más pobres, en forma de transferencias, impuestos y bienes públicos y meritorios (educación, sanidad, bienestar, etc.).
En realidad, de acuerdo con el último informe ISTAT sobre el sistema país, que afirma que el riesgo de pobreza o exclusión social se cierne sobre unos 15 millones de italianos (24,7%), estas teorías no parecen contar la historia real. Después de una fase de disminución, la desigualdad ha comenzado a aumentar nuevamente en las últimas dos décadas. Italia es hoy uno de los países europeos con un índice de desigualdad más alto (índice de Gini). Además, datos procedentes de distintos países muestran que la relación entre crecimiento y desigualdad es compleja y muchas veces conflictiva.
En las sociedades sencillas y estáticas, como la italiana hasta hace unas cuantas décadas, el estado y la familia desempeñan los papeles principales en la creación y redistribución de la riqueza. La fase de aumento del “tamaño de la tarta” (eficiencia) podía ser más importante que la del “reparto de los trozos” (equidad). Pero lo que dice la historia reciente de la sociedad italiana post-moderna es que en un contexto más dinámico, con menos familia y menos estado, ya no es cierto que el aumento de la tarta haga que el tamaño de todos los trozos sea más grande. De hecho, por una parte, en los últimos 20 años la parte de la renta producida que se destina al trabajo (salarios) ha disminuido mucho con respecto a la parte de la renta financiera y de la renta en general (debido también a decisiones fiscales concretas). Por otra parte, si la pobreza relativa aumenta, como ocurre en Italia, sobre todo entre las familias jóvenes, es fácil comprender que el consumo se resiente seriamente y con él el crecimiento del país. Entonces ¿qué se puede hacer?
En los años 50 y 60 la Italia del milagro económico supo incluir a millones de personas que hasta entonces se habían quedado en los márgenes de la vida económica y por lo tanto civil. La fábrica, la inmigración y el estado social desempeñaron conjuntamente una función de reducción de la desigualdad sustancial, de la pobreza absoluta y relativa y de aumento de la riqueza nacional e individual. Pero este milagro, a la vez económico (crecimiento) y ético (inclusión e igualdad), fue posible también y sobre todo porque a todas las personas se les garantizaron unos servicios sanitarios básicos, educación, pensiones y derechos humanos. Hoy, en una sociedad post-moderna y fragmentada, estos servicios y derechos básicos cada vez están menos garantizados, y sin embargo tenemos que empezar a afirmar con energía que deben convertirse pronto en derechos humanos universales. Pensemos en los nuevos pobres, en los inmigrantes, en los ancianos dependientes sin red familiar, en las familias jóvenes con niños.
Sin este aumento de la igualdad sustancial entre los ciudadanos, el crecimiento no puede recuperarse, porque falta no sólo la demanda de bienes de consumo, sino también el entusiasmo y la alegría de vivir de los jóvenes, sin los cuales ningún país ha crecido nunca. Cuando pasa algún tiempo y el carril del vecino sigue corriendo y el tuyo permanece parado, los automovilistas comienzan a pasarse al otro carril, el tráfico se complica de nuevo, se crean nuevos atascos y a algunos les entra la tentación de pasarse ilegalmente al carril de emergencias.
Para terminar – como demuestra el nuevo “Better Life Index” que ayer hizo público la OCSE – los estudios sobre la desigualdad y la pobreza deberían revisarse en profundidad, teniendo en cuenta las conquistas de la ciencia económica. En primer lugar, como ya adelantamos, en la medida de la pobreza y la desigualdad hay que añadir los bienes públicos a la renta individual y familiar, ya que tener 1.000 euros en Trento (con guarderías, transportes públicos eficientes, hospitales cercanos y con buen funcionamiento, etc.) es muy distinto que tenerlos en el interior de la Basilicata. Además, como nos ha enseñado sobre todo Amartya Sen, la pobreza y la riqueza no son tanto cuestión de renta y de bienes como de capacidad de hacer, de capacidad de transformar los recursos, pocos o muchos, en actividades, libertad y desarrollo.
Todo esto nos vuelve a llevar al tema de las relaciones, de los lazos que mantienen unida a cualquier ciudad y a cualquier país y que hoy en Italia se están debilitando cada vez más. Sin crear un vínculo llamado nuevo pacto social, no será posible reducir la desigualdad ni aumentar la riqueza nacional.
© REPRODUCCION RESERVADA
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