Pierluigi Porta es profesor de Economía Política en la Universidad Bicocca de Milán. La Historia del Pensamiento Económico es uno de sus ámbitos de investigación preferidos. Este es el punto de partida de su reflexión.
di Pier Luigi Porta
La intervención de Luigino Bruni sobre la crisis actual es muy importante. Estamos ante una reflexión seria, realizada por un joven economista de relieve internacional, acerca de lo que no ha funcionado bien (no sólo en materia de política económica), precisamente a partir del desarrollo de las teorías e investigaciones en economía política.
Quisiera referirme brevemente al hecho de que los peligros y derivas a que se expone la dirección de marcha de la investigación económica – deriva y peligros que Bruni ilustra con excepcional eficacia – no son novedades absolutas. La historia de la economía política, desde la modernidad hasta la actualidad, está llena de ejemplos a este propósito.
La diferencia con respecto al pasado está en que hoy ha crecido el número de economistas, se ha reducido su distancia de los centros de poder y sobre todo ha aumentado enormemente en los economistas lo que uno de los principales pensadores del siglo XX (también economista) llamaba la ‘pretensión de saber’.
En particular, la creciente financiarización de las economías es un fenómeno bastante complejo. Permitid que me detenga en algunos aspectos relacionados con el resultado de la financiarización y que reflejan al mismo tiempo problemas importantes que no se pueden obviar. Hay campos en los que es urgente hacer algo, porque está en juego la necesidad de proveer con estructuras e instituciones sostenibles a la satisfacción de necesidades sociales fundamentales.
Bienestar social. La preocupación y la atención por el bienestar social es un hecho que acompaña a la economía política en todas sus formas desde el comienzo de la época moderna, entre los siglos XVI y XVII. Podemos recordar que también en la economía neoclásica y marginalista de finales del siglo XIX comienzan a discutirse a fondo criterios de valoración del bienestar social y en consecuencia se discuten las posibles políticas. Autores como Vilfredo Pareto, Knut Wicksell, Arthur Cecil Pigou contribuyen de una manera fundamental al nacimiento de la moderna economía del bienestar. Al mismo tiempo, lo que hoy llamamos ‘estado social’ adquiere forma como componente de las políticas del primer Reich en Alemania, hasta que más tarde (en la postguerra), sobre todo William Beveridge desarrollará la filosofía del estado del bienestar. En los años siguientes nace en economía un nuevo análisis del bienestar en el que se cruzan ambos caminos con la teoría de la justicia, mostrando una vez más la necesidad de abrir el análisis económico a toros polos conceptuales. El énfasis en la justicia distributiva en particular tiene su reflejo también en los desarrollos más recientes de la teoría de la justicia de John Rawls. En el último libro del economista Amartya Sen hay una síntesis reciente de la historia de la justicia, con un enfoque que supera la concepción de Rawls.
Hoy tenemos un gran problema: la tentación de desmantelar el estado del bienestar según la concepción de Beveridge para sustituirlo por una amplia gama de instituciones financieras de seguros y previsión social. De esta manera pasaríamos de un sistema público difícilmente sostenible a un sistema privado fuente de creciente inestabilidad financiera. Frente a problemas como estos hoy es necesario redescubrir los términos de la economía civil de tradición italiana (como sugieren Luigino Bruni y Stefano Zamagni en un conocido libro) basada en una amplia movilización de recursos humanos y personales.
Necesitamos elevar a nivel constitucional muchos de los presupuestos y de los principios de funcionamiento de la economía civil. En este ámbito la obra de Amartya Sen es ciertamente un punto de referencia, pero la tradición italiana de pensamiento económico no es en absoluto secundaria. Un economista como Luigi Pasinetti ha llamado recientemente la atención sobre una interpretación ‘fuerte’ de la escuela de Cambridge, en la que reconoce uno de los ejemplos más relevantes de recuperación del pensamiento económico clásico y sobre todo del sistema económico y filosófico de Adam Smith. La dinámica estructural de Luigi Pasinetti es hoy una de las puntas de lanza del análisis económico del crecimiento. Cuando hablamos de Pasinetti y de Sen, estamos hablando de economistas e intelectuales de altísimo nivel que se mueven en un terreno decididamente más alto, asumido también por Bruni, que el cultivado hoy la pléyade de economistas de la corriente mainstream o de la ‘ciencia normal’.
Deuda pública. A partir del siglo XVII, que puede considerarse la época de la invención de la deuda pública, los economistas en general han mantenido una actitud negativa en relación con la financiarización introducida por tal instrumento. El problema de la deuda pública se percibe inmediatamente (en términos históricos) como una desviación de la ‘correcta’ relación entre el soberano o la república y los súbditos o los ciudadanos. El gran filósofo David Hume fue también autor de algunos ensayos económicos, en uno de los cuales hablaba (a propósito de la deuda pública) de “ruinous expedient”. También Adam Smith fue negativo. Se podría demostrar que los enormes desastres que produjo la euforia financiera entre los siglos XVII y XVIII fueron tantos y de tal calibre como para impedir (casi hasta nuestros días) una valoración positiva de los procesos de financiarización.
Todas estas actitudes han experimentado cambios relevantes en el siglo XX con autores como Schumpeter (el teórico de la simbiosis entre banca e industria) y sobre todo con la llegada de la economía keynesiana. Son modificaciones importantes que, por una parte confirman las patologías degenerativas de los procesos de financiarización, pero al mismo tiempo dan cuenta de la necesidad concreta de tener sistemas económicos dinámicos. Una lección importante es que el exceso de rigor muchas veces es la peor garantía y se transforma fácilmente en generador de su contrario.
Experiencia europea. Esta última observación nos conduce directamente al corazón del más serio y grave problema que puede comprometer el funcionamiento de la construcción europea. Es un elemento que, en el marco de la crisis actual, se añade a los factores de riesgo vinculados a los procesos de financiarización y determina dificultades añadidas para los países que han adoptado la moneda única europea.
a lungo (quasi fino ai nostri giorni) una valutazione positiva di processi di finanziarizzazione.
Muchas veces se ve la experiencia europea como un camino nuevo hacia la formación de un estado federal. Sin embargo, los estudios y la práctica convergen hoy en la demostración de que la idea de una Constitución europea encuentra fuertes obstáculos. Una ilustración de tales problemas puede encontrarse, por ejemplo, en el libro Derechos y constitución en la Unión Europea, dirigido en 2003 por el ilustre jurista Gustavo Zagrebelski.
Un problema especial es el que plantea la unificación monetaria. La creación del euro se interpreta cada vez más como una aplicación de un supuesto ‘ideal’ de moneda sin estado, excluyendo la perspectiva misma de una unidad política a nivel europeo. En realidad esta exclusión no responde en absoluto a una necesidad de la lógica económica. En economía, por el contrario, los desarrollos de la crisis actual ponen cada vez más en evidencia que el problema de la coordinación de las políticas fiscales en Europa no puede decirse que esté resuelto positivamente mientras esté vinculado únicamente a automatismos sancionados en tratados inter-europeos que tienen la naturaleza de tratados internacionales. Así se ha creado un complejo sistema de vínculos, aparentemente muy rígidos (de una rigidez alemana, como dicen algunos), pero que después son criticables por su escasa transparencia y por dar lugar a un déficit democrático.
Existen ya muchas dudas sobre la posibilidad de supervivencia política de una unión de estados (como es la Unión Europea) en el plano de la política internacional y de defensa. Estas dudas subsisten y se refuerzan cuando se mira también la perspectiva económica. En efecto, el conflicto entre uniformidad de las políticas monetarias y diversidad de las políticas fiscales ya se ha convertido en uno de los principales problemas del presente y del futuro próximo. Este conflicto conduce en la práctica a un sistema que no posee la suficiente flexibilidad para afrontar situaciones de dificultad y de crisis, como la actual crisis ha mostrado.
Los activos efectivos y potenciales de la economía civil también pueden sufrir por ello porque, en ausencia de un consenso constitucional a nivel europeo, se hace más difícil dar una articulación suficientemente incisiva al principio de subsidiariedad que, en palabras, representa uno de los puntos fundamentales de la experiencia europea.
En definitiva, garantizar el rigor monetario y fiscal con instrumentos puramente técnicos sin abordar el problema a nivel político es un atajo peligroso. También aquí la economía civil puede ofrecer hoy, sobre la base de la experiencia adquirida, importantes elementos de reflexión para un ordenamiento constitucional suficientemente ‘rico’ y al mismo tiempo flexible, para afrontar los mayores problemas de la sociedad contemporánea.
Uno de los mayores problemas políticos de hoy deriva de la experiencia de la salida de la época del estatalismo, que por lo general ha estado mal gobernada, precisamente por la falta de directrices económicas suficientemente realistas y adecuadamente articuladas. Para este tipo de problemas, el nivel político-constitucional adquiere relieve fundamental y la Unión Europea no debería faltar a la cita.
Estos son solo algunos ejemplos de problemas urgentes y no resueltos, sobre todo porque la sabiduría convencional (sobre todo entre los economistas) todavía los enfoca siguiendo directrices peligrosamente expuestas a convertirse en factores de degeneración financiera. A diferencia de lo que ocurrió en los tiempos de la gran depresión (cuando se cometieron otro tipo de errores), en el caso actual todavía se ha hecho demasiado poco para cortarle las uñas a la financiarización impulsiva. Los test de estrés no son suficientes. Pero el grueso de los comentaristas no se atreve a contrarrestar la sabiduría convencional y, salvo poquísimas excepciones, se entretiene y se autocomplace apoyándose acríticamente en la supuesta eficiencia intrínseca de los mercados.
La investigación económica se expande y se afina, reclama recursos y produce cada vez más. Desgraciadamente, en buena medida se trata de ‘ciencia normal’ (en el sentido de Thomas Kuhn) que se mueve dentro de un paradigma, como una cuadrilla de alegres bebedores que disfruta sus jornadas más bellas dentro de una nave averiada. A nadie se le ocurre sacar la nariz fuera. Como el mismo Kuhn había previsto, la ciencia normal prolifera de manera cada vez más rápida, ramificada y amplia, haciendo más duro el trabajo de extirpar y curar (con las que Kuhn llamaba ‘revoluciones científicas’).
Ojalá las reflexiones de Luigino Bruni puedan contribuir a aportar aire nuevo a un debate sobre la crisis actual que se está enroscando sobre sí mismo.