El tiempo de una nueva esperanza

El tiempo de una nueva esperanza

A renacer se aprende/8 - Las cuatro tendencias que pueden asumir los que pertenecen a una comunidad o a un movimiento religioso después de la muerte del fundador.

Luigino Bruni

publicado en Città Nuova el 07/09/2024 - De la revista Città Nuova nº 4/2024

Cuando una comunidad o un movimiento espiritual pasan de la primera generación de los fundadores a la generación siguiente, este paso decisivo asume varias formas en quienes las integran. En general, las tendencias principales son (al menos) cuatro, que se hacen presente en las personas de varias formas.

La primera tendencia es la que se encuentra principalmente en aquellos a los que podemos llamar “los inflexibles”. Es la tendencia que conduce a la vida tal como se vivía exactamente antes de la muerte del fundador, como si no hubiese ocurrido nada importante. El mismo estilo de vida, las mismas lecturas espirituales, los mismos compromisos, el mismo lenguaje. Esta continuidad tiene también dimensiones positivas (por ejemplo, la seriedad), mezcladas con otras más problemáticas. Ven disminuir el impacto externo de lo que hacen, sienten un cansancio físico y espiritual creciente, pero continúan como ayer. Hacen como aquel amigo mío que ante el aumento del precio de la gasolina, me dijo: “para mí no cambia nada: yo siempre meto 20 euros”. Por lo general, cuando prevalece esta tendencia, trae consigo una nostalgia del pasado. las loas al tiempo pasado, la idea de que todos los problemas del presente se deben al hecho de haber perdido la pureza de los primeros días. Una tendencia muy comprensible, pero que no hay que alentar.

La segunda tendencia es esa que podemos llamar “desilusión”. Es típica en aquellos que, en un momento dado, se convencieron de que la etapa de fundación fue un largo auto-engaño, una ilusión colectiva e individual desarrollada con la buena fe de todos, que los retuvo durante demasiado tiempo en una adolescencia o en una infancia espiritual y psicológica. Algunos de los que se encuentran en esta tendencia desarrollan también rabia y rebelión, sobre todo si invirtieron mucho en la primera etapa de la comunidad. Una rabia contra ellos mismos y, a veces, contra la comunidad. Es una desilusión que, de cualquier modo, es preferible a la ilusión, y que en una nueva madurez se puede convertir en un verdadero renacer espiritual.

Luego está la tercera tendencia a la depresión espiritual, una especie de acedia individual y colectiva causada por la falta de deseo y de eros. Es la tendencia más peligrosa, que se puede identificar rápido por sus síntomas (pesimismo cósmico, cinismo y crítica a quien fuese que haga algo productivo). El que cultiva esta tendencia no experimenta desilusión por encima de la ilusión, porque no tiene tampoco ganas ni energía de hacer grandes auto-análisis. Simplemente experimenta una caída progresiva en la alegría de hacer las cosas de antes, cree cada vez menos en lo que hace, y ya no informa nada a nadie. Atribuye la caída del deseo a la edad, a los tiempos que cambiaron, a los jóvenes que ya no son lo que eran. Cuando esta tendencia gana terreno en la comunidad, las personas se retiran a la vida privada, y se ven en una situación parecida a la de los dos discípulos de Emaús antes de que el “viandante anónimo” se uniera a ellos.

Por último, hay también una cuarta tendencia buena, distinta y muy importante: la esperanza. Esta se despierta en quienes, frente a las mismas dificultades que todos ven, y conscientes de que en la comunidad algunas dimensiones han cambiado realmente y que la vida es más dura, en lugar de cultivar las otras tres tendencias (que ven en sí mismos y en sus entornos), tratan de involucrarse en nuevos proyectos, de usar la creatividad para la búsqueda de nuevos códigos narrativos, y dan vida, junto a otros, a procesos colectivos de cambio en la simpleza de la vida cotidiana: no esperan el gran momento, sino que hacen grandes los pequeños momentos de los que disponen. La esperanza, esta esperanza, no tiene que ver con una nueva auto-ilusión ni con la ingenuidad. Nace cuando un día se comprende, quizás después de haber experimentado las otras tres tendencias, que a renacer se aprende, que se puede elegir renacer, que una resurrección es posible a los 30, a los 60 o a los 90 años. No será la gran resurrección de todos y de todo el movimiento, pero puede ser tu resurrección y la de las personas con las que vives. Y entonces, con algunos amigos, se parte hacia una nueva tierra prometida. Las personas que escogen cultivar esta tendencia se reconocen por una particular dulzura y por una típica y delicada belleza. Nos atraen, y si incluso ya hemos sido dominados por las otras tendencias, nos sentimos implicados en su renacimiento. Es en el corazón de estas personas de esperanza que está germinando el futuro: el tercer viandante ya se sumó al camino hacia Emaús.


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