ABCDEconomía de Luigino Bruni
Bendito sea el beneficio (siempre que no se convierta en el objetivo)
publicado en el semanario Vita del 13 de febrero de 2009
Sigue el diccionario de Luigino Bruni: una guía para redescubrir las palabras clave de la acción económica después de que los mitos han caído y las burbujas se han desinflado. La semana pasada comenzó nuestro ABCDEconomía con la palabra «Felicidad».
La cuestión sobre la naturaleza del beneficio siempre estuvo en el centro de la teoría económica clásica. Para Smith el beneficio era una remuneración del capital, para Marx una explotación y para Schumpeter, ya en el siglo XX, el premio que recibe la innovación.
Hoy no queda ni rastro de aquellos antiguos debates en los manuales de teoría económica. Ya desde sus primeras páginas podemos leer que el “objetivo” de la empresa es maximizar el beneficio, un beneficio que se da por descontado y no se discute. Así pues, el beneficio se ha convertido en el objetivo de la acción empresarial, que se encuentra sujeta a varios vínculos (sindicatos, ética, impuestos…)
ABCDEconomia - original en italiano
Páginas después, en algunos manuales (en realidad pocos) podemos leer, normalmente en una nota al pie, que existen otras empresas “sin ánimo de lucro” que tienen objetivos distintos al del puro beneficio. Estoy convencido de que esta visión, típica de la tradición estadounidense y alejada de la tradición italiana y en cierto sentido también europea, constituye una de las tesis más desorientadoras, peligrosas y erróneas del pensamiento económico corriente.
Hace tan solo unas décadas, los libros de economía afirmaban que quien tiene como objetivo el beneficio no es el empresario, sino otra figura: el especulador. En efecto, especulador aquella persona que desarrolla una actividad económica instrumentalmente con el objetivo de conseguir beneficios. Para este sujeto el hecho de producir zapatos, tomates, violines o libros, es bastante irrelevante: lo importante es que den dinero. El objetivo del emprendedor, en cambio (como nos decía, por ejemplo, Luigi Einaudi) no es el beneficio, sino precisamente un proyecto, una empresa.
Para un emprendedor, el beneficio es esencialmente una señal de que la empresa, su proyecto, se está desarrollando bien. El beneficio no es más que la punta del iceberg de la riqueza o del valor añadido: bienes, servicios y puestos de trabajo son componentes coesenciales de la riqueza que una empresa produce. Además, el beneficio, como nos sigue recordando la buena teoría económica, tiende a anularse cuando el mercado funciona bien. Es cierto que la empresa que no produce riqueza o valor añadido no contribuye al bien común, pero, repito, el beneficio es algo demasiado pobre como para convertirse en el objetivo de una empresa, porque no justifica dejarse la vida en un proyecto.
Cuando el beneficio se convierte en el verdadero objetivo, toda la economía y la sociedad se empobrecen, ya que la actividad económica se hace instrumental si carece de valor intrínseco. Estoy convencido de que cuando una economía o un sistema económico ven a la empresa como una máquina de producir beneficios, no hacen sino empobrecer la vida en común, porque restan espacio las pasiones humanas y a la vida (recordemos que la economía es vida). La historia nos enseña que las civilizaciones avanzan cuando hay más emprendedores que especuladores y retroceden cuando ocurre lo contrario. ¿No será esto lo que nos enseña esta crisis?
La próxima semana la tercera palabra: MERCADO