Una cura necesaria

Una cura necesaria

Comentario – Viejos males acrecentados por la crisis

Luigino Bruni

publicado en Avvenire el 10/07/2014

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Usura rid«A medida que la crisis ha ido ganando en intensidad, hemos ido observado una mayor propagación del fenómeno de la usura, como atestigua el hecho de que el número de denuncias se haya duplicado en 2013 con respecto al año anteriores». Hay documentos, como este que acaba de publicar la Unidad de Información Financiera de la Banca de Italia, que todo ciudadano responsable y maduro debería leer y meditar, para actuar en consecuencia. La usura es una enfermedad típica de toda sociedad monetaria, puesto que es el fenómeno visible de las relaciones de fuerza y de poder que se esconde bajo la aparente neutralidad de la moneda. La existencia de la moneda produce muchos beneficios, pero también genera altos costes, que crecen en intensidad y relevancia al ampliarse el área cubierta por la moneda dentro de la sociedad.

Así pues, la usura crece junto a la mercantilización de las relaciones sociales y, como también dice la Banca de Italia, crece en tiempos de crisis, cuando aumenta la demanda de moneda por parte de aquellos que se encuentran en los márgenes o directamente fuera de los circuitos oficiales del crédito. Ningún otro sistema social ha producido tanta usura como nuestro capitalismo financiero, donde, al poder comprar casi todo, la moneda lo es casi todo y estamos dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de poseerla. Así pues, la usura es un indicador elocuente e infalible de la “escoria” que nuestro capitalismo produce y no es capaz de reciclar, pero también de la incapacidad de los bancos y los circuitos legales y buenos del dinero para responder a la demanda de moneda que procede de las periferias del imperio (que mira hacia otro lado). Pero es también una señal de todo el dolor que se esconde detrás de las crisis de tantas empresas y de las engañosas promesas de lujo fácil para los pobres.

Sería interesante y extremadamente útil “abrir” estos datos y leer las historias que ocultan. Encontraríamos una humanidad muy variada: empresarios en crisis que han llegado a su penúltima playas, personas frágiles que han caído en la perversa rueda de los juegos de azar, las máquinas tragaperras y las trampas del crédito fácil que ofrecen ambiguas agencias que arruinan a las familias más vulnerables prometiéndoles que pueden mantener un consumo insostenible. La corrupción legal, no sólo la ilegal, es la gran enfermedad de nuestro sistema.

No debemos olvidar que las víctimas de la usura son los pobres. Siempre lo han sido, pero hoy lo son todavía más. Por eso resulta especialmente útil releer una original traducción del conocido pasaje del Evangelio de Lucas (6,35), escrita por Antonio Genovesi en sus “Lecciones de economía civil”: «Prestad sin decepcionar a los necesitados y a los pobres, que esperan en vuestra liberalidad, y no les hagais desesperar (mutuum date, neminem desperare facientes)» (1766). Genovesi, heredero e innovador de la gran visión clásica de la moneda, admitía en general que se prestara dinero con intereses, pero con una clara excepción: «que no fueran pobres». En realidad, aunque Genovesi no podía imaginarlo, el capitalismo se ha convertido a lo largo de los siglos en un sistema que presta a usura, sobre todo (aunque no sólo) a los pobres, llevándolos cada vez más a la desesperación. A los pobres de dinero y, antes que a ellos, a los pobres en relaciones, que son capturados y machacados por unos usureros sanguijuela, después de haber quedado aislados. Mientras tengamos personas amigas que nos escuchen, aconsejen y protejan, no acabaremos en las redes de la usura. La usura primero aísla, después pone contra la pared y finalmente actúa destruyendo.

¿Qué hacer? La cura de la usura, de esta enfermedad de la economía monetaria, nunca ha venido de los bancos privados que buscan rentas. Algunas curas han venido de instituciones que, bajo impulso de los ciudadanos, han redactado y mejorado las leyes anti usura; pero sobre todo, la cura radical viene de la creación de otros bancos distintos, de instituciones financieras nacidas con fines más grandes que las rentas y los beneficios. La tradición social y solidaria de la banca floreció cuando en la segunda mitad del siglo XV, en plena crisis social debida también al boom de los mercados de la usura, los franciscanos menores (Giacomo della Marca, Giovanni da Capestrano, Marco da Montegallo …) inventaron los Montes de Piedad, una de las mayores innovaciones financieras y económicas de Europa. Y lo hicieron como expresión de charitas, de amor civil hacia su gente que pedía pan y buen crédito. Frente a una grave crisis, aquellos cristianos y amigos del hombre no escribieron sólo tratados ni se limitaron a dar conferencias: fueron capaces de engendrar obras, instituciones, bancos. Si hoy queremos reducir la usura, debemos seguir actuando sobre las instituciones y pedir, como ciudadanos, leyes mejores que favorezcan a los más frágiles. Pero, sobre todo, las asociaciones y los movimientos de la sociedad civil deberían crear nuevas instituciones financieras, fondos de microfinanzas y nuevos bancos.

Nuestro sistema económico y financiero no está en condiciones de autoregenerarse, lo vemos todos los días. El mismo informe de la Banca de Italia nos dice que las sospechas de reciclaje de dinero se han multiplicado por seis desde 2007 hasta hoy. Demasiadas empresas fundadas por ex artesanos que practicaban las virtudes civiles han pasado a manos de los especuladores, y muchos bancos tradicionales responden a unos directivos puestos por una propiedad que busca la maximización de las rentas, guiados por algoritmos demasiado alejados de las personas. Hay una necesidad cada vez mayor de obras de bien común. Hay señales positivas, pero no conseguimos interpretarlas todavía, y no somos capaces de hacer con estas voces un coro.

Sin nuevas obras de bien común seguiremos comentando los informes sobre la usura y sobre la corrupción, deprimiéndonos y esperando pasiva y corresponsablemente el siguiente y triste informe o haciéndonos ilusiones de una ‘recuperación’ prometida por los nuevos adivinos. Y los pobres seguirán siendo llevados a la deseperación.

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