Que vuelva la fiesta

Que vuelva la fiesta

El mensaje del día de los trabajadores

Luigino Bruni

pulicado en Avvenire el 1/05/2015

primo maggio 2015Cada Primero de Mayo lleva un mensaje que hay que buscar, descubrir y descifrar entre los pliegues de nuestro presente, entre sus contradicciones,  dolo-res y esperanzas.

Tras unos años muy duros, estamos intentando volver a crecer. Debemos ser conscientes de que el primer indicador que nos dirá si ha llegado de verdad el alba de un nuevo día es nuestra capacidad de volver a crear trabajo para todos, en primer lugar para los jóvenes. Cuando un país no logra dar ocupación a sus jóvenes, que son su parte mejor y más creativa, sufre dos daños muy graves: pierde la energía más poderosa que posee y priva a su mejor presente y a su futuro de la posibilidad de fructificar. 

Cuando una joven o un joven, después de completar su formación, no encuentran pronto una oportunidad concreta para hacer fructificar su formación en un trabajo, ven con tristeza cómo su potencial creativo se marchita y su capital humano se deteriora. No olvidemos nunca que los capitales de un país están formados ciertamente por su tecnología, su patrimonio natural y cultural, y sus medios financieros y económicos; pero su capital más productivo y valioso son las personas, especialmente los jóvenes. Dejar que estos capitales personales se marchiten es un delito cívico y moral que nunca queda impune. Despilfarrar hoy estos capitales hace que mañana (un mañana muy cercano) la competitividad económica y la robustez ética y social se vean reducidas, el vínculo social debilitado y todos estemos más empobrecidos. Es un delito que llevamos ya demasiado tiempo perpetrando y que debemos definitivamente detener. A todos los niveles.

Empezando por el plano político, institucional y sindical. Debemos llevar a la práctica con carácter inmediato una redistribución del trabajo que existe. Debemos incentivar el trabajo a tiempo parcial para los mayores de 55 (con las oportunas medidas fiscales y de seguridad social que no penalicen demasiado a quienes tomen esta decisión), de forma que una cantidad significativa de jóvenes pueda disfrutar de este “trabajo liberado”. Un país en el que los adultos no sientan la urgencia ética de dejar espacio a los jóvenes es estúpido y carente de futuro. Se trata de una aplicación concreta de la fraternidad civil que pusimos en el centro del humanismo moderno, un principio esencial en tiempos de crisis. Hemos sido capaces de hacerlo después de terremotos y catástrofes naturales y civiles; hoy debemos serlo de nuevo, para salir de esta crisis de trabajo que no está causando menos víctimas.

Por otra parte, queda mucho trabajo por hacer en el ámbito de la enseñanza y la educación. No podemos reformar el sistema educativo haciendo palanca en el incentivo y la profesionalización de la dirección de los centros. Hace falta más innovación y visión. Italia inventó hace siglos las universidades, las escuelas y las academias. El mundo entero aprendió de nosotros. Hoy, en cambio, no sólo hemos dejado de innovar, sino que estamos servilmente importando lógicas e instrumentos de gestión de otros universos culturales que interpretan la escuela y la enseñanza dentro de la “lógica de mercado” inventada por ellos. La escuela y la universidad deben actualizarse para seguir el paso de un mundo y un trabajo que cambian muy rápidamente, tal vez demasiado. Pero no lo lograremos transformando las escuelas en empresas. Es demasiado fácil y demasiado poco. Los niños y los jóvenes son demasiado valiosos como para dejarlos en manos de la lógica del coste-beneficio. Todo proceso educativo es un entramado de bienes relacionales, confianza, aprecio, reconocimiento, reciprocidad y gratitud. También de incentivos, pero éstos sólo funcionan si están incluidos dentro de esta gramática más grande. Hay demasiada economía y demasiado lenguaje económico dentro de los lugares de la educación. El presupuesto y los recursos financieros no son fines, sino vínculos y medios de la educación. Cuando se convierten en fines, la escuela fracasa, aunque sus cuentas estén saneadas.

Finalmente, la Fiesta de hoy debe recordarnos que sin trabajo no sabemos hablar bien unos con otros. El trabajo es el “verbo” de la gramática social, lo que une y da sentido a nuestras relaciones. Todos los días nos encontramos, hablamos y cooperamos gracias a nuestro trabajo. En nuestra sociedad, cuando demasiada gente se queda fuera del mundo del trabajo, muchas “palabras” pierden significado social, nuestro discurso colectivo se queda cojo, nuestra democracia y nuestra república pierden su primer fundamento. Italia es una república democrática porque está fundada en el trabajo.

Para terminar, es muy significativo e importante que nuestra civilización honre el trabajo con un día de fiesta, con un día de no trabajo. El trabajo es necesario para la buena fiesta, y viceversa. Cuando, queriendo y debiendo trabajar, no hay trabajo, también la fiesta se entristece. Privar a una persona del trabajo significa privarla también de la alegría de la fiesta. Demasiados trabajadores han perdido en estos años difíciles su Primero de Mayo. Es hora de que vuelvan a hacer fiesta.

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