Comentario - Como en 1951 pero con las finanzas
por Luigino Bruni
publicado en Avvenire el 15/04/2012
La inestabilidad y la incertidumbre económica y financiera que están caracterizando (y seguirán haciéndolo durante algún tiempo) el momento actual que atraviesan los mercados y la sociedad, depende, entre otras cosas, de la respuesta que se de un gran interrogante sobre el presente y el futuro de Europa, de la Europa económica, civil y política. En 1951 se creó la CECA (Comunidad del carbón y del acero); detrás de este paso fundamental para llegar al “Tratado de Roma” y con él a la Comunidad Europea, había una intuición genial y profética, de enorme alcance político, cultural y espiritual: la creación de un pacto de comunidad basado precisamente en los recursos estratégicos que estuvieron en el centro de los dos grandes conflictos mundiales, el carbón y el acero que alimentaron las guerras.
Europa lleva algunos años inmersa en la crisis civil más grave desde la posguerra. La globalización de los mercados y un estilo de vida insostenible en el plano del consumo individual y colectivo (deuda pública), han desestabilizado, tal vez incluso minado, el equilibrio sobre el que se fundó la Comunidad Europea en los primeros tratados. Si Europa quiere salir hoy de esta crisis y construir una nueva etapa de bienestar y civilización, está llamada a hacer algo parecido a lo que hicieron en 1951 nuestros padres y abuelos: debe poner verdaderamente en común el principal recurso estratégico que está provocando en estos años una nueva forma de guerra entre los pueblos no sólo del Viejo Continente sino de todo el mundo: las finanzas. Es evidente que lo que se ha hecho hasta ahora con el euro, el BCE y el fondo de rescate no es suficiente. Un pacto de comunidad implicaría, entre otras cosas, la creación de los eurobonos y de un auténtico Banco Central Europeo, pero para ello es necesario un elemento fundamental, tan esencial como evidentemente ausente o al menos insuficiente, que es la confianza entre estados e instituciones europeas.
Las finanzas europeas y mundiales necesitan con urgencia una verdadera reforma estructural. Este capitalismo financiero que tiene en jaque a las grandes empresas, a las instituciones y a la política, se está convirtiendo en un “mal común global” que hace insostenible nuestro desarrollo. Se basa en el dogma de la maximización del beneficio a corto plazo, un dogma que antes estaba implícito y apenas se hablaba de él, pero que ahora se proclama sin vergüenza alguna como el único camino posible para el crecimiento y la eficiencia.
Un verdadero pacto europeo “sobre las finanzas” y “para las finanzas” podría suponer un primer y decisivo paso hacia la necesaria y urgente regulación de la especulación financiera, recordando a los bancos cuáles son sus funciones fundamentales en orden al bien común (acceso al crédito, gestión prudente del ahorro, apoyo a los inversores de empresas productivas); funciones todas ellas que han sido traicionadas durante los últimos años por los grandes de las finanzas especulativas y que están desnaturalizando todo el sector financiero y con él la economía y la sociedad.
Luigi Einaudi recordaba con frecuencia que la ciencia económica debería estudiar sobre todo los “puntos críticos”, es decir los umbrales que, una vez superados, hacen que una realidad positiva se convierta en negativa (y viceversa). En la actualidad las finanzas han superado ese umbral y están pasando de servidoras fundamentales de la economía y de las familias a ser tiranas del mundo. En estos momentos es cuando la alta política debería recuperar su papel y crear procesos institucionales que vuelva n a situar en el centro de la vida civil el bien común, un bien común que hoy es tan evidente que no debería suscitar ninguna disputa teológica o filosófica sobre su naturaleza. En estos años se está jugando un partido decisivo para la democracia.
El fuerte terremoto provocado por la globalización de los mercados y de la ideología capitalista-financiera ha supuesto una fuerte sacudida para todo el edificio democrático. Las medidas que estamos adoptando en estos años no son más que puntales para evitar que el edificio se derrumbe definitivamente, pero sin que se adivine ninguna operación de reconstrucción de sus pilares.
Un primer y fundamental pilar podría ser ese pacto europeo “sobre las finanzas” y “para las finanzas”, pero en los actuales líderes políticos no se aprecia ni la fuerza de ideas ni la valentía civil para abordar tal empresa, dejando a las jóvenes generaciones una casa común que amenaza ruina y en constante peligro de derrumbe ante una nueva sacudida. Es necesario hablar cada vez más de estos temas fundamentales y ausentes del debate público, ya que para que Europa resurja y para lograr un nuevo orden económico mundial, esta vez no basta la esfera política, que es demasiado débil después del final de las ideologías. Toda la esperanza está en la sociedad civil, en la voluntad de vivir y en las ganas de futuro de la gente.
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