Comentarios – Calificaciones incómodas, realidad global apremiante
No minimicemos, no perdamos tiempo
por Luigino Bruni
publicado en Avvenire el 06/10/2011
La confianza ha sido siempre un factor decisivo para la economía y el mercado. La novedad en estos tiempos de crisis es el papel crucial que representa la confianza no sólo para las empresas o para los bancos, sino también para los Estados. Cuando las agencias de calificación se pronuncian sobre la solvencia de la deuda pública de un país, la relación entre economía y política entra en crisis y nos obliga a replantearnos la naturaleza de la soberanía y de la democracia. Este está destinado a ser el tema central del debate público de los próximos años.
Así pues, no debe sorprendernos que las instituciones europeas hayan querido anunciar inmediatamente que la rebaja de Moody’s no afecta a la solvencia económico-financiera de Italia. Pero lo que de verdad importa es saber si los mercados creerán más en la política europea o en las agencias de calificación. Por ahora esta última rebaja no ha tenido efectos en los mercados, pero no creo que las declaraciones de las instituciones europeas sean capaces de tranquilizar a los mercados durante mucho tiempo. Estamos viviendo una fase de espera que no durará mucho.
Por eso no debemos seguir cometiendo el error de menospreciar, tanto en Italia como en Europa, el valor de estas rebajas, que hay que tomarse en serio y no devolvérselas al remitente. Es incluso demasiado evidente que Moody’s y las demás agencias de calificación están a medio camino entre ser árbitros y jugadores, ya que sus propietarios son a la vez importantes protagonistas del mundo de las finanzas y la especulación. Por supuesto que lo mejor sería -ojala ocurra cuanto antes- crear agencias de calificación que fueran expresión de la sociedad civil internacional. Estas agencias no tendrían que responder ante accionistas con ánimo de lucro sino que tenderían institucionalmente a la promoción del bien común. Pero por el momento estas nuevas agencias civiles de calificación no existen ni se las ve aparecer por el horizonte y no nos conviene deslegitimar los mensajes que nos envían Moody’s y sus hermanas, sobre todo cuando son más de una y están de acuerdo entre ellas.
Salvo en situaciones verdaderamente extremas, nunca es lo más acertado ni útil para el crecimiento individual y colectivo desacreditar a quienes expresan una opinión crítica con respecto a nosotros. Normalmente no es convenientes que los padres critiquen al profesor de sus hijos cuando les da una calificación baja, no es conveniente que un equipo de fútbol atribuya la derrota al árbitro, no es conveniente que un empresario acuse a sus clientes de no ser lo suficientemente inteligentes como para entender y adquirir sus productos. Aunque tuviéramos elementos objetivos para criticar a los profesores, árbitros y clientes, seguiría siendo cierto que deslegitimar su comportamiento no ayuda a que nuestros hijos estudien más, a jugar mejor o a innovar en nuestras empresas. Los partidos de la vida no se ganan lamentándose y llorando. Eso lo hacen los niños y cuando lo hacen les reñimos. No existe ningún complot de los enemigos de Italia para atacarnos y desacreditarnos.
La realidad de los hechos es que a pesar de las tímidas señales de este largo verano, la situación de la deuda pública italiana y, más en general, del sistema económico, industrial y productivo sigue siendo seria y grave. Así lo dice también el enorme diferencial (374 puntos) con el bono alemán, que sigue siendo demasiado alto a pesar de las tranquilizadoras palabras de Europa. Este diferencial es mucho más que un número: expresa cuánto le cuesta a nuestro país su baja solvencia. Entonces, ¿qué podemos hacer si queremos tomarnos en serio estas señales? La compra de nuestras emisiones de deuda por parte del Banco Europeo no puede seguir mucho tiempo. Puesto que estas compras cumplen una función sustitutiva de nuestra solvencia, como país debemos indudable y rápidamente recuperar la credibilidad, dando pronto señales de sacrificio y compromiso. Ningún protagonista de la economía, de las finanzas y de la política internacional cree que podamos alcanzar unas cuentas equilibradas solo luchando contra la evasión fiscal. Hacen falta instrumentos más certeros y eficaces, que poseen nombres conocidos. Al final, el camino es sencillo: quien más tiene debe dar más (patrimonial) y a quien más de, más debe reconocérsele (factor familia). Así pues, debemos tener en cuenta que salir de esta crisis nos llevará años, lustros o tal vez décadas, porque es fruto de un modelo económico insostenible. Es necesario evolucionar hacia un sistema económico con menos finanzas especulativas y más empresarios civiles, con menos estado y más sociedad, con menos individuos y más relaciones.
Un elemento que puede parecer lejano es la importancia de mejorar nuestra cultura y nuestra educación económica. La globalización ha cambiado verdaderamente el funcionamiento del mundo, dando a la economía y a los mercados un papel nuevo y crucial. Es necesaria una nueva fase de formación ciudadana, en la que se pueda estudiar a fondo la nueva economía. Para cambiar este sistema económico lo primero que hace falta es entenderlo y para entenderlo es necesario comprender el lenguaje y las leyes de la casa, el oikos-nomos de la aldea global.
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