Comentario – Lo que nos deja la JMJ
Mucho futuro y mucho presente. Tal vez haya llegado la hora de las cuotas juveniles
por Luigino Bruni
publicado en Avvenire el 23/08/2011
Era impresionante ver estos días el fuerte contraste entre lo que acontecía en la JMJ de Madrid y las turbulencias, incertidumbres y temores de los mercados y de la política. El escenario era el mismo: Europa y el mundo, pero ¡qué distintos los sentimientos, el entusiasmo, el ambiente, los colores, la alegría…!. Por una parte se celebraba la debilidad de la política, los superpoderes de los poderosos de las finanzas, la falta de crecimiento y desarrollo, el gran endeudamiento fruto también de la falta de esperanza y de confianza. Por la otra se celebraba festivamente la vida, la esperanza-fe-confianza (fides), el entusiasmo y la alegría de vivir. En realidad esos jóvenes y esta Iglesia no viven en otro planeta, no están menos preocupados e involucrados en las vicisitudes económico-financieras de estos tiempos difíciles. Lo que sí es profundamente distinto es “la mirada”, el punto de vista desde el que vemos la realidad.
Los jóvenes, en contra de lo que muchas veces se dice (con un poco de paternalismo), no son solamente el futuro de nuestra sociedad. Sobre todo son una forma distinta de vivir e interpretar el presente, el hoy, la historia. Los jóvenes son una perspectiva sobre el mundo, tienen ojos capaces de ver cosas distintas de quienes ya no son jóvenes o no han llegado todavía. Los jóvenes han estado al frente de los más importantes movimientos de cambio de época: jóvenes eran los padres del “risorgimento” y los protagonistas del 68 y jóvenes han sido los millones de ciudadanos que desde hace treinta años con las JMJ están cambiando el mundo a su manera.
Hoy existe una gran “cuestión juvenil” a nivel mundial, que es también una de las causas de la crisis, ética además de económica, que estamos viviendo. Los jóvenes se quedan fuera del mundo del trabajo (cada vez es más frecuente encontrar trabajo cuando ya se ha dejado de ser joven), sino que además están fuera de los lugares que cuentan, de los lugares de la economía, de la política y de las instituciones, hasta tal punto que hemos tenido que inventar asociaciones de jóvenes empresarios, de jóvenes industriales, las juventudes de los partidos… como haciendo ver que la economía y la política normales son asuntos de viejos. Les estamos cargando con una deuda pública que no es sostenible, estamos depredando el medio ambiente, pero sobre todo, con nuestro cinismo, les estamos privando de la esperanza, que es la gasolina que alimenta la vida, sobre todo en la juventud.
Hemos establecido (¡por fin!) cuotas femeninas en los Consejos de Administración de las grandes empresas, entre otras cosas porque nos hemos dado cuenta, con los datos en la mano, que en las empresas donde actúa el genio femenino no sólo hay más humanidad sino también más eficiencia y más riqueza. ¿Cuándo instituiremos “cuotas juveniles” en las empresas, en la economía y en la política? Los jóvenes aportan entusiasmo, gratuidad, profecía, valentía, todos ellos alimentos esenciales para cualquier sociedad buena y cuando faltan se oscurece y se nubla todo. Ciertamente, en una sociedad decente no deberían ser necesarias ni las cuotas femeninas ni las cuotas juveniles, pero hoy en Italia y en buena parte del viejo occidente, todavía estamos lejos de esta decencia y este tipo de mecanismos artificiales podrían resultar útiles para la democracia y el desarrollo.
La economía es parte de la vida y por ello tiene todos sus vicios pero también todas sus virtudes y pasiones. Por eso ni la economía ni la sociedad funcionan sin el protagonismo de los jóvenes. Tal vez sea este uno de los mensajes de lo ocurrido estos días en Madrid.
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