Editorial
por Luigino Bruni
publicado en la sección "Agorà", de Avvenire, el 5/02/2010
«La Italia hecha en casa» (Mondadori), de los economistas Alberto Alesina y Andrea Ichino, es un libro lleno de datos importantes, sobre los que está bien reflexionar pero tal vez para llegar a conclusiones distintas de las que proponen sus autores. La tesis del libro es que el retraso económico de Italia es principalmente un retraso cultural, a causa de nuestra tradición familiar que hace que gran parte de los trabajos domésticos y el cuidado de las personas sean realizados por mujeres que, por ello, trabajan demasiado poco ‘fuera de casa’, en el mercado.
La receta consiste, entonces, en bajar los impuestos sobre la renta del trabajo femenino para incentivar que las mujeres trabajen más. Es incuestionable que todavía hoy existe en Italia una significativa asimetría en las oportunidades de desarrollo profesional entre hombres y mujeres y que hacen falta intervenciones urgentes de tipo legislativo, económico y social que faciliten el trabajo femenino en el mercado, reequilibrando el peso relativo del trabajo doméstico. Desde este punto de vista, este libro puede desempeñar una importante función de cara a alimentar un debate cívico relevante. Pero la visión cultural que subyace en el libro considera los vínculos fuertes, sobre todo los de tipo familiar y comunitario, como el mayor fardo social de Italia y de la cultura mediterránea con respecto a los países nórdicos, más desarrollados económica y civilmente.
Hay algunas afirmaciones que tienden a rebajar esta tesis tan radical, pero la orientación general del trabajo es coherente con esta tesis: si somos capaces de abandonar el modelo italiano de familia para imitar el modelo social noruego o danés, nos convertiremos por fin en un país postmoderno, democrático, más rico y tal vez más feliz. Pero esta tesis no es convincente, no sólo porque esa gran felicidad ‘nórdica’ no existe, sino sobre todo por la ausencia de la idea de familia como sujeto colectivo. Para los autores, la familia es esencialmente una suma de individuos separados. No se ven las relaciones, sino los individuos. De ahí la crítica a la propuesta del ‘cociente familiar’ que permitiría que las rentas de los cónyuges tributaran como la media de una renta conjunta. «Si consideramos que la participación de la mujer en el trabajo es un objetivo importante para nuestro país, es evidente que el método del cociente familiar nos alejaría de este objetivo y por eso es preferible la tributación individual». La tributación individual ve a la pareja como un hombre y una mujer aislados; pero la familia es sobre todo un pacto que hace de dos personas individuales un sujeto colectivo, en el que las decisiones se discuten y se toman conjuntamente, incluso las decisiones laborales. Criar y educar a un niño, sobre todo durante los primeros años de vida, no es un asunto privado de los padres o de la madre, no es una ‘mercancía’ como el transporte o la limpieza doméstica que se pueden comprar y vender eficientemente en base a la ley de la oferta y la demanda. Hoy la mejor teoría económica lo reconoce, cuando interpreta la familia como productora no sólo de servicios sino también de ‘bienes relacionales’ (que sí son bienes pero no son mercancías) y cuando muestra (véase el Nobel Heckman) que los primeros años de vida son los que más influyen en el éxito incluso económico de las personas. Antes de realizar cualquier reforma económica o fiscal sobre las familias italianas, es necesario reconocer que son un gran recurso y un gran patrimonio cívico y sólo después ocuparse de sus problemas.