La esencia del don

La esencia del don

Tras las fiestas de navidad, volvemos a publicar este artículo sobre el don, del que Luigino Bruni hablará en "Siamo noi",  a las 16:20 en Tv2000

de Luigino Bruni

publicado en Avvenire el 22/12/2012

Dono ridNavidad es tiempo de regalos, pero debería ser el tiempo de los dones. Los regalos y los dones son actos humanos diferentes, conviven unos junto a otros pero no hay que confundirlos. En el regalo (palabra que viene de regale, es decir, oferta al o del rey), prevalece la dimensión de la obligación (que los latinos llamaban munus). Los regalos se hacen con frecuencia (no siempre) para absolver de obligaciones, normalmente, obligaciones buenas, hacia familiares, amigos, colegas, proveedores, clientes, responsables de la oficina de ventas...

Si se va a casa de alguien, sobre todo en días de fiesta, y no se lleva un regalo, no se incumple ningún tipo de obligación, sino que se infringe una buena convención social. Por ello, las prácticas de regalo conservan algo de las prácticas arcaicas de las "ofrendas" y de los "sacrificios" relativos al culto.

Los regalos están previstos, regulados por las convenciones sociales, y en muchas ocasiones se exigen (en muchas regiones, los regalos de boda están regulados por normas muy detalladas y rígidas, hasta el punto de ser verdaderas deudas). No sorprende, por tanto, que un economista como Joel Waldfogel haya demostrado, don datos en la mano, que los regalos de Navidad hacen perder una media del 20% del valor de los bienes regalados, ya que, si las personas eligieran sus propios regalos, en lugar de recibirlos de los demás, su satisfacción sería mayor.

Así, este economista propone regalarles dinero a amigos y familiares -y es lo que suele ocurrir con hijos, nietos y familiares cercanos-, ya que regalar dinero se convierte en un método más simple para quien da y para quien recibe. Hasta aquí no hay nada de malo, sobre todo, en el caso de las bodas, en que la joven pareja necesita con frecuencia también dinero, siempre y cuando no les llamemos a estas prácticas 'dones'.

El don es algo bien diferente, tiene otra naturaleza, otro coste y otro valor. Es un acto de gratuidad, es un bien relacional, es decir, un acto donde el bien principal no es el objeto que se entrega sino la relación entre el que da y el que recibe. El don no está previsto, no se espera, no está vinculado al mérito, conlleva sorpresa. Y es costoso, se paga con monedas como la atención, el cuidado y, sobre todo, el tiempo. El don es la experiencia de 'levantarse con prisa' y 'ponerse en camino' hacia el otro.

Hacer un regalo es fácil: se pueden hacer varias decenas en un par de tardes frenéticas de compras.

Hacer un don es difícil. Por este motivo se dan y se reciben pocos. Para el don hay que emplear tiempo, entrar en una profunda sintonía con el otro, creatividad, esfuerzo y correr el riesgo de la falta de agradecimiento. Cuando el don se expresa también con un objeto que se entrega, ese don incorporará para siempre ese acto de amor, ese bien relacional del que ha nacido y que, a su vez, hace renacer. En cierta ocasión gané un concurso y un amigo y colega de más edad me regaló una pluma estilográfica, hizo grabar mis iniciales, escribió una tarjeta preciosa (en el contenido y el la forma) para acompañarla y, para entregármela, me invitó a cenar junto a su familia. Aquella pluma no era un regalo: ere un signo, 'sacramento' de una relación importante, que revivo cada vez que la utilizo.

Hay algunos signos que ayudan a distinguir un don de un regalo.

1. No hay don sin un mensaje personal y bien cuidado que lo acompañe.

2. La forma importa tanto como el contenido: en un don cuenta no solo el 'qué', sino también el 'cómo', el 'cuándo', el 'dónde' se entrega el donin un dono vale non solo il 'che cosa', ma anche il 'come', il 'quando', il 'dove' il dono viene donato-ricevuto.

3. La consegna del dono non è mai anonima né frettolosa: è essenziale saper sprecare tempo, e la con­presenza di chi dona e di chi riceve.

È una visitazione, guardare, osservarsi. L’apertura del pacco, le espressioni del volto, le parole pronunciate nel dare e nel ricevere, sono atti fondamentali nella liturgia del dono, che non è altruismo né donazione, ma essenzialmente reciprocità di parole, sguardi, emozioni, gesti. Il tatto è il primo senso del dono.

I regali sono manutenzione di rapporti, ma non li sanano, trasformano, ricreano. Il dono invece è strumento fondamentale se non indispensabile per curare, riconciliarsi, per ricominciare. Esiste, infatti, un rapporto molto profondo fra dono e perdono, e in molte lingue. In inglese, ad esempio, forgive (perdonare) non è forget (dimenticare), poiché il vero perdono non è togliersi un peso dimenticando il male ricevuto. È un donare (give) non un prendere (get ), è ricredere in una relazione ferita, dove si dice all’altro (o almeno a se stessi): «Ti perdono, ricredo ancora al rapporto con te, pronto a perdonarti se dovessi ferirmi ancora». Non c’è perdono senza dono, né dono senza perdono.

Questo per-dono evidentemente ha bisogno della gratuità, dell’agape, e se mancano questi perdoni la vita personale e sociale non funziona, non genera, non è felice. L’Italia oggi deve superare la cultura del con­dono (che è l’opposto del dono), mentre ha un estremo bisogno di doni e per-doni, a tutti i livelli, soprattutto nella sfera pubblica: basti pensare anche al tragico tema delle carceri e soprattutto dei carcerati.

Il dono è dunque una cosa molto seria, faccenda politica, fonda e rifonda le civiltà e la vita: non saremo sopravvissuti alla nascita se qualcuno non ci avesse donato attenzione, cura, amore. E nessuna istituzione e comunità umana nasce e rinasce senza doni. Approfittiamo di questi ultimi giorni di Natale per trasformare qualche regalo in dono.

Non è impossibile, e spesso può dare una svolta antropologica e spirituale a una festa, a un incontro. Un perdono, un ricominciare.

Tutti i commenti di Luigino Bruni su Avvenire sono disponibili nel menù Editoriali Avvenire


Imprimir   Correo electrónico