El mapa que necesitamos

El mapa que necesitamos

Comentario - Somos como Colón antes de su viaje hacia el nuevo mundo

por Luigino Bruni

publicado en Avvenire el 24/02/2013

logo_avvenirePara poder ponernos de nuevo en marcha necesitamos, entre otras cosas, un mapa. En la segunda mitad del siglo XV muchos marineros intentaban explorar el océano hacia occidente. Debían atravesar un mar inexplorado, para el cual no podían evidentemente existir cartas de navegación. Sin embargo, aquellos navegantes, para partir, necesitaban un mapa. Los marineros no parten sin un mapa del mar. Cristóbal Colón decidió partir no sólo cuando encontró financiación para su empresa (como todos los empresarios), sino sobre todo cuando consiguió un mapa del océano. Se lo proporcionó el florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli, gran humanista, astrónomo y mercader de especias (también por esto le interesaba encontrar un camino más corto hacia las Indias).

Este fundador de la geografía moderna y observador de cometas, mantuvo (tal vez) correspondencia con Colón, y con toda probabilidad le hizo llegar una de sus cartas de navegación, un mapa del océano hasta las Indias. Una carta necesariamente imprecisa e incompleta, pero decisiva para que Colón se atreviera a realizar una de las acciones más extraordinarias de la historia humana. Dal Pozzo Toscanelli no era un navegante, es posible que ni siquiera saliera nunca de Italia, pero componía sus mapas en base a los relatos de los viajeros, con los que mantenía en Florencia largas conversaciones, entremezcladas de hechos reales y fantásticos (entre los cuales el legendario reino del sacerdote Juan).  Aquel mundo nuevo – como todo mundo nuevo – fue primero deseado, soñado, casi visto, y sólo después alcanzado. Así pues, aquel mapa nació escuchando las aventuras de los marineros portugueses, venecianos y españoles que decían haber “visto” tierra, tal vez por el efecto óptico de Fata Morgana, hacia occidente, más al oeste de las islas ya conocidas. El mapa y la empresa de Colón fueron ciertamente fruto de dos genios, pero también fruto de una extraordinaria sinergia de teoría, espíritu, arte, oficio, ciencia y economía, de Florencia y Lisboa, de Italia y Europa.

Nuestra economía y nuestra civilización se encuentran hoy en una situación parecida a la de Colón. Pero esta vez zarpar hacia un mar desconocido no es una elección sino una urgente necesidad, porque si no nos hacemos a la mar nos esperan decenios de declive y empeoramiento de las relaciones sociales. Y no nos falta sólo el coraje cívico, espiritual y político de Colon y de sus oficiales y marineros, ni sólo la fecundidad cívica y económica de la Italia y la Europa del siglo XV. También nos falta un Paolo dal Pozzo Toscanelli, capaz de dibujarnos un nuevo mapa. Y nos falta porque aquellos que podrían dibujarlo (economistas, políticos, intelectuales…) ya no son ya capaces de escuchar las historias de los marineros, los relatos de los viajeros y las historias de nuestra gente viva y verdadera. El hombre medieval y renacentista sabía bien, como nos ha recordado también Cesare Pavese, que “los mejores poemas son los que recitan los marineros iletrados en el castillo de proa” (Introducción a Moby Dick), pero nosotros lo hemos olvidado.

En cambio, si volviéramos a escuchar nuestras historias, podríamos intentar dibujar al menos las primeras coordenadas de este mapa que nos falta. La primera coordenada es la vocación más verdadera y profunda de nuestra gente italiana y europea: la comunidad. Los tejidos comunitarios de nuestras ciudades se han empobrecido demasiado: nos hace falta un proyecto ético, político y civil para recomponerlos, regenerarlos y, en no pocos casos, reinventarlos. La soledad se está convirtiendo en una nueva epidemia, que, como la peste de Manzoni es, a su modo, democrática, porque golpea al pobre Tonio y a Don Rodrigo, al malvado Griso y al santo Fray Cristóbal. Hoy los más enfermos de soledad son altos ejecutivos y banqueros, aunque estén rodeados de aduladores y nuevos siervos con master.

La segunda coordenada es una nueva escuela. Cada vez me impresiona más cuánta profesionalidad resiste en nuestras escuelas, sobre todo en las elementales y maternas, donde los profesionales siguen enseñando por vocación y fidelidad a su (hermoso) oficio, pero no se por cuánto tiempo. Si el nuevo gobierno – en el supuesto de que logremos tenerlo – quiere salvar realmente a Italia, deberá acometer una reforma radical de la educación y la universidad, prestando especial atención al Sur.

La tercera coordenada se refiere a la pobreza. La miseria y la exclusión están aumentando en Italia y en Europa, porque están creciendo las formas de la pobreza mala, muchas de las cuales se concentran en las mismas personas. Nos daríamos cuenta de inmediato si se lo preguntásemos a la gente, en vez de derrochar dinero público en dañinos sondeos pre-electorales. En el pasado hemos sido capaces de responder a las muchas pobrezas que hemos conocido gracias a una alianza entre las instituciones y los carismas. Sin los carismas las nuevas pobrezas no se ven, o se ven demasiado tarde, cuando la enfermedad ya está avanzada. Hubiéramos necesitado ojos carismáticos, como los de Don Benzi, para comprender hace algunos años que estaba anidando un virus en los juegos y apuestas, que pronto produciría la fiebre de las finanzas especulativas y los salones de juego (dos fiebres igualmente graves, no lo olvidemos). Carismas nuevos y antiguos que hoy podrían llevarnos, siguiendo el ejemplo de Don Benzi, a recoger de las calles jóvenes y ancianos consumidos por las maquinas de juego, o amas de casa adictas al “rasca y gana”, para salvarlos y salvarnos, ante una total pasividad de las instituciones.

Necesitamos con urgencia un mapa. Y aunque no lo dibujemos, en algún momento tendremos necesariamente que partir, y el viaje no será bueno. O tal vez ya hayamos zarpado, sin mapa ni meta, y estemos vagando al abur de Sirenas y Cíclopes. Pero siempre podemos intentar dibujarlo a bordo, si en cuanto termine esta triste época electoral, hacemos silencio civil y aprendemos a escucharnos de nuevo, a oír el alma, la sangre y la carne de nuestra gente. Sólo a partir de ahí podremos encontrar una nueva tierra. 

 


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