El imperio invisible

El imperio invisible

Comentario - Altas finanzas, alto riesgo

Luigino Bruni

Publicado en  pdf Avvenire (25 KB) el 25/08/2015

Sabemos todos muy poco de lo que verdaderamente está ocurriendo en los mercados y en la bolsa de Shanghai. Esto en sí ya es una mala noticia, porque si hay algo que preocupa a los mercados (y a todos nosotros) es precisamente la falta de transparencia. El temor y la incertidumbre provocan ventas y fugas de capitales que ayer causaron las mayores pérdidas desde 2007 (-8,49%), arrastrando a las bolsas europeas a su peor caída desde 2011. Sin embargo, algo sabemos.

No hay duda de que el mercado financiero chino ha crecido demasiado y demasiado deprisa en los últimos años, mientras el crecimiento de la economía real y de la actividad manufacturera se ralentizaba. Sobre todo sabemos que en el coloso asiático capitalismo y control estatal están entrelazados de una forma misteriosa y única en la historia. En pocos años la economía china ha sufrido una transformación radical. China ha pasado de ser el país de Jauja para los empresarios occidentales que deslocalizaban sus industrias atraídos por los bajos costes del trabajo, a ser hoy uno de los principales mercados mundiales para el consumo, también de bienes de lujo (no es casualidad que los títulos italianos que más se hunden en Milán sean los de la alta moda). El sector financiero ha experimentado un crecimiento exponencial, gracias, entre otras cosas, al cambio normativo de octubre de 2014 que abrió el mercado bursátil a los inversores internacionales, convirtiendo así las bolsas chinas, que eran plazas periféricas, en el segundo mercado mundial (por detrás tan sólo de Wall Street). Cuando las finanzas crecen a tipos tan altos mientras la economía real se ralentiza, lo que se forma es una burbuja especulativa que, como nos enseña la historia económica, antes o después termina estallando.

Es todavía demasiado pronto para saber si estamos en vísperas de otro tsunami financiero mundial con epicentro en China o si únicamente se trata de un rebote y un ajuste de ciclo de las rentas financieras chinas que, después de haber crecido mucho el último año, ahora están devolviendo las ganancias (hasta hoy las pérdidas veraniegas ‘solamente’ han dejado en cero las ganancias de los últimos doce meses). Pero si nos fijamos bien en lo que está ocurriendo en el mundo (en la política monetaria de la Reserva Federal, en la caída del precio del petróleo o en las incertidumbres sobre el futuro de Grecia y de Europa), podemos intentar algunas consideraciones de carácter general sobre el estado de salud del sistema económico-financiero global.

Lo primero que esta crisis china nos dice es que, a pesar de los efectos devastadores de la última gran crisis financiera norteamericana y europea, la especulación no se ha detenido en ningún país, orientándose más hacia las economías emergentes, China en primer lugar. Las instituciones políticas, económicas y financieras no han aprendido ninguna lección de las lágrimas de estos ocho años. En cuanto las economías de Estados Unidos y de los estados europeos más fuertes han vuelto a crecer, las políticas, las leyes y sobre todo la actitud cultural de las instituciones en relación con las finanzas han vuelto a ser esencialmente las mismas que antes del 2007. En materia de economía y finanzas la historia es una maestra que sólo tiene pésimos alumnos. La crisis del euro y de Grecia ha distraído de nuevo a la opinión pública, que ha dejado de ocupare, con oportuno sentido crítico, del mundo de las grandes finanzas, las cuales han seguido, durante nuestra distracción, haciendo tranquilamente lo que mejor saben hacer.

Así pues, el primer mensaje de estas turbulencias chinas es fuerte y claro: las altas finanzas hoy son el único y verdadero poder mundial y no podemos permitirnos ignorarlo o dejarlo únicamente en manos de los especialistas (que, entre otras cosas, llevaban meses dando la voz de alarma sobre las bolsas chinas), porque cuando las grandes burbujas financieras estallan siempre es demasiado tarde.

El segundo mensaje tiene que ver con la suerte del capitalismo global. Aunque la retórica de las grandes potencias enfatice la salud de las economías occidentales, en realidad nuestro sistema global es extremadamente vulnerable, porque lo estamos alejando progresivamente del trabajo humano y de la economía real para basarlo en riquezas demasiado abstractas y virtuales. Preguntémonos: ¿qué valor ha creado la economía china este último año, si ha quedado destruido en unas cuantas sesiones de la bolsa? ¿Sobre qué valor y sobre qué valores se apoya nuestro nuevo mundo? 

Desde estas páginas, mientras arreciaban nuestras crisis económicas y financieras, varias veces y con distintas voces hemos recordado que las grandes burbujas especulativas se convertirían en la norma y no en la excepción del nuevo capitalismo financiero. Si nuestras economías producen bienestar desconectadas de nuestro trabajo, es probable que la burbuja china de hoy o una mega-burbuja financiera mañana destruyan en pocos días la pseudo-riqueza en la que creíamos que se basaban nuestros consumos y nuestras hipotecas. Para evitar este triste escenario, no demasiado improbable, es necesario un nuevo protagonismo de la política local y global. En el fondo, los torpes intentos del gobierno chino para gobernar una finanzas que se han convertido en ingobernables, nos dicen también que una economía y unas finanzas totalmente fuera de las dinámicas democráticas se transforman en máquinas incontrolables, que hoy nos hacen exultar por unas ganancias sin esfuerzo y mañana llorar por unas pérdidas que recaen mayoritariamente sobre los que nunca habían disfrutado de las primeras y fáciles ganancias.

Mientras todos contenemos la respiración en espera de los acontecimientos de los próximos días, volvamos a ocuparnos de las finanzas, a estudiarlas más; ejerzamos nuestra soberanía de ciudadanos, pidamos más democracia económica y financiera, si no queremos resignarnos a convertirnos cada vez más en súbditos de un imperio invisible.

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