El camino correcto es difícil

El camino correcto es difícil

Comentario – Triple fragilidad y demasiados titubeos

El camino correcto es difícil

por Luigino Bruni

publicado en Avvenire el 06/09/2011

logo_avvenireComo italianos y como europeos debemos tener la valentía de enfrentarnos a la realidad. Detrás de la crisis de las bolsas y de los mercados de todo el mundo hay una triple fragilidad: la del capitalismo financiero (demasiado endeudado), la de la política europea y la de Italia. Esta era del capitalismo globalizado que durante 20 o 30 años ha generado crecimiento gracias a la deuda privada y pública y a unas finanzas creativas y de alto riesgo (más para el sistema y menos para sus actores) está llegando a su fin. Es una pena que los mercados todavía no sean capaces de decidirse a tomar un nuevo camino y que esa misma operación no llegue, a pesar de las cada vez más explícitas llamadas del Quirinale, a los líderes ni a sectores clave de nuestra política y de nuestros sindicatos, ni a partes significativas de nuestra sociedad civil.

La invitación que nos dirigen los acontecimientos es elocuente y fuerte, pero por desgracia es sistemáticamente desatendida, incomprendida y a veces tergiversada. La incertidumbre y la desconfianza reinan soberanas y después de unas bocanadas de oxígeno volvemos al agua, esperando la siguiente tempestad.

Hace ya dos meses que la crisis se ha agudizado y todavía no hemos visto ninguna cumbre del G20, únicamente llamadas telefónicas semi-privadas, encuentros a dos bandas y declaraciones con intenciones reconfortantes (que sólo producen efectos adversos). La política está mostrando su incapacidad para gobernar la primera crisis importante de la globalización. La economía y el mundo han cambiado, pero las categorías con las que la política nacional y global lo interpreta y actúa (o se abstiene de actuar) son obsoletas y por ello ineficaces. Europa, que está viviendo la primera gran fibrilación de la era del euro, atraviesa una crisis específica. Los operadores de los mercados ya no están seguros de que Eurolandia sea capaz de futuro. Las inútiles y vacías declaraciones sobre la Tobin Tax, la devolución al remitente de la propuesta de los Eurobonos (que no son realistas porque detrás del euro falta una política europea unitaria fuerte) y las reiteradas incertidumbres del Banco Central Europeo son, cada vez más, expresión de ideas confusas e inadecuadas.

Pero a estas alturas basta echar un vistazo a los titulares de los principales periódicos y webs internacionales para convencerse, por si aún fuera necesario, de que, en esta crisis de las bolsas europeas y mundiales, sobre Italia cuelga un gran signo de interrogación. Las incertidumbres y los continuos cambios de contenido de la maniobra-bis están aumentando las expectativas negativas de los operadores financieros que, tras un par de semanas de espera, comienzan a manifestar de forma devastadora serias dudas de que nuestro país cuente verdaderamente con los recursos, en primer lugar morales y después económicos, para hacer por sí mismo lo que hay que hacer. Es verdaderamente triste ver el titubeo de nuestra clase dirigente para compartir u no dilatar más esas pocas reformas, tal vez impopulares pero indispensables, que transmitirían confianza a los mercados y a los ciudadanos honrados. Nadie puede pensar que es posible corregir la enorme deuda pública sin meter mano seriamente a las pensiones (cuestión primariamente de justicia intra e inter generacional); sin pedir una equitativa y bien modulada contribución extraordinaria a quienes puedan darla, puesto que tienen la posibilidad y la oportunidad de hacerlo (en lugar de concebir la alternativa de poner un impuesto a las remesas de las cuidadoras y asistentas; es un golpe genial pedir sacrificios a quienes no han originado nuestra deuda y con su trabajo mejoran la vida de millones de ancianos y niños); sin una drástica reducción de los costes no tanto “de la política” (la política es cosa alta y seria), como de la burocracia política. Por no hablar de la cuestión fiscal, a favor de la familia y en contra de la evasión, de la que tanto hemos hablado.

Llevamos mucho retraso, tal vez demasiado, y hay pocas señales y además débiles de que se esté haciendo lo que hay que hacer. Pero es precisamente en tiempos difíciles cuando cada uno debe demostrar que sabe actuar dentro de los límites del poder y de la responsabilidad que tenga. Entre estos actores inciertos se encuentran también las instituciones europeas, nuestros parientes más cercanos. Aunque Italia sea un país demasiado grande como para declarar su quiebra, no basta con una palmada en el hombro y una frase de consuelo a la cabecera del enfermo. Pero, como ocurre en cualquier buena familia, los familiares no intervienen si quien tiene dificultades no demuestra en primer lugar seriedad y compromiso para resolver sus problemas. «Solo tú puedes lograrlo, pero no puedes lograrlo solo», reza una bonita declinación del principio de subsidiariedad, uno de los pilares éticos y políticos de Europa.

Hace falta más Europa, pero – antes – hace falta más Italia, más gobierno, más política, más sociedad civil y económica, empezando por quienes más se preocupan por el bien común. Pero también hace falta más fuerza en las ideas. No podemos vivir este tiempo de crisis esperando que pase. No pasará si no sabemos reconocer e incluso gritar la necesidad de una “nueva economía” que, precisamente para salvar ese efecto de la civilización que se llama “mercado”, sea capaz de articularse de manera justa y solidaria, superando este capitalismo.

Todos los artículos de Luigino Bruni publicados en Avvenire se encuentran en el menú Editoriales Avvenire


Imprimir   Correo electrónico