Con la piel de los pobres no se juega. No se les puede ayudar con el dinero “arrancado” a su debilidad.
Luigino Bruni
publicado en Città Nuova n.21 del 10/11/2014
Estaba en Londres completando mis estudios de economía, cuando la mañana del 8 de mayo de 1998 me llamó por teléfono a casa Chiara Lubich. A pesar de pertenecer a su Movimiento desde que tenía 15 años (es la gran aventura de mi vida), nunca había hablado personalmente con ella. Todavía recuerdo la emoción y la sorpresa, pero sobre todo recuerdo bien sus palabras: “¿Quieres ayudarme a dar dignidad científica a la Economía de Comunión?”. Después añadió que al regresar a Brasil siete años después de haber lanzado la EdC, había entendido que si junto a los empresarios no se desarrollaba también un pensamiento económico, la EdC no despegaría. Contesté que sí, viajé de Londres a Roma y empecé a colaborar con ella y con muchos otros para contribuir a dar un poco de esa dignidad científica a la vida que había y que hay. Y entendí que la vida tiene la prioridad, pero también el pensamiento y la teoría son vida, y cuando faltan, hacen que la praxis sea pobre y no dure mucho.
En los diez años que trabajamos juntos, Chiara me repetía muchas veces: “Estudiad, escribid, haced congresos. Todo eso está bien. Pero recuerda que yo hice nacer la EdC para los pobres”. Para los pobres, no primeramente para hacer empresas más éticas ni nuevas teorías económicas.
Este mandato de Chiara ha crecido conmigo y dentro de mí a lo largo de los años. Ha ido madurando, enriqueciéndose y articulándose. Nunca se ha apagado, antes bien, se ha hecho cada vez más luminoso. Sus palabras fueron fecundas y generadoras. Y me/nos han desvelado muchas cosas, todas ellas espléndidas y dolorosas (el dolor tiene luz).
He comprendido que hay muchas pobrezas, no todas ellas deshumanizadoras. Por supuesto, está la pobreza de las favelas que Chiara vio desde el avión al aterrizar en Sao Paulo. Estaba ayer y sigue estando hoy, y no debemos quedarnos tranquilos hasta que deje de existir mañana. Esta es la pobreza-miseria de las periferias sociales de la tierra. Combatir estas formas de miseria sigue siendo una gran prioridad de la EdC. Por eso, en mayo, personas de todo el mundo iremos a África, a pesar del ébola, para decir no a una “cultura de la inmunidad” que asiste pasiva a la muerte de millones de personas cada año y a las guerras del mundo, mientras aísla enteros países africanos porque tal vez una decena de occidentales se ha contagiado (hoy en Sierra Leona la gente muere de hambre porque ha sido aislada por todos).
Junto a la pobreza de las favelas de la tierra hay también antiguas y nuevas pobrezas, sobre todo antiguos y nuevos pobres, a los que la EdC ve de otra manera, amándoles y dejándose amar por ellos, en la reciprocidad. Muchas de estas pobrezas “distintas” están creciendo a nuestro alrededor. El trabajo, sobre todo el trabajo de los jóvenes, es una gran pobreza de nuestro tiempo que no puede dejarnos tranquilos. La depresión se está convirtiendo en la nueva peste del siglo XXI. Los juegos de azar.
El descubrimiento de la gravedad y la urgencia de los problemas causados por los juegos de azar ha ido creciendo dentro de mí poco a poco. Siempre me ha hecho sufrir la impresionante oferta de máquinas tragaperras y “rasca y gana” al entrar en un bar, al comprar el periódico o al parar en un área de servicio. En los últimos he visto crecer cada vez más estos espacios dentro de los bares y a las salas de juegos, feas y oscuras, invadir nuestras ciudades. En mi pequeño pueblo de origen (Roccafluvione) hay máquinas en todos los bares y este último año se ha abierto una sala de juegos y una sala de apuestas.
El cambio se produjo hace dos años, cuando me negué a dar una conferencia en el círculo recreativo de una parroquia, porque al fondo había tragaperras, luminosas y hambrientas como los ídolos. Sentí que había llegado la hora de actuar. Recordé las palabras de Chiara. Decidí empezar una “huelga del café” (no consumir nada en los bares con máquinas tragaperras y decírselo al dueño). Después compartí la idea con un amigo de Cerdeña (Vittorio), compañero de ideales y de oficio, con Carlo, de Ciudad Nueva y después con otros compañeros economistas (Alessandra Smerilli, Leonardo Becchetti) y con un grupo de jóvenes romanos apasionados por el consumo crítico y los mobs éticos (Gabriele y Francesco). Así nació la campaña Slotmob. Decidimos decir no a los juegos de azar diciendo sí a los bares que por razones éticas quitaban las máquinas tragaperras, con un desayuno colectivo, un torneo de futbolín y juegos de gratuidad.
“Hice nacer la EdC para los pobres”. También para los pobres que son víctimas del azar, hoy pasto del imperio de los juegos de azar, una auténtica estructura de pecado que ha crecido de forma viral como consecuencia de decisiones políticas intencionadas y explícitas. Hace veinte años las máquinas tragaperras estaban en los casinos y no en los bares. El “rasca y gana” no existía. A alguien en el gobierno se le ocurrió hacer caja aliándose con empresas del juego de azar, aumentando las concesiones e inventando sistemas cada vez más sofisticados y pensados para atrapar a los sujetos más frágiles.
Las personas que entran en una sala negra (sería mejor no ensuciar la palabra “juego” poniéndola al lado del azar) o las mujeres, muchas de ellas ancianas, que esperan a que abra el bar para jugar en la trastienda, en su máquina preferida, son personas que necesitan ayuda. Detrás del tintineo del dinero y de las luces de colores se esconde un desgarrador grito de ayuda, si sabemos escucharlo. Todos sufren, muchos son personas frágiles, muy frágiles. Muchas y muchos están deprimidos, muchos ya tienen problemas con el alcohol y las drogas. No pueden ser abandonados en manos de empresas con ánimo de lucro diseñadas para ganar dinero con su desesperación. En los siglos pasados, las casas de empeño fueron inventadas y después gestionadas por órdenes religiosas. El que empeña la alianza o el traje de novia no debe encontrarse delante a uno que se lucre de su desgracia, sino una mirada amiga, llena de pietas; no a uno que cuanto más te arruinas más gana, cuanto más te pierdes más ganancia encuentra, como ocurre hoy casi siempre en el mundo del “compro oro” y como ocurre casi siempre con los juegos de azar. Las civilizaciones sabias esto lo saben muy bien, pero nuestra Italia lo ha olvidado y lo niega.
Un gobierno, un parlamento y unas instituciones que no hacen nada o terriblemente poco para poner fin a este escándalo, no están de parte de los pobres. Lo mismo que no están de parte de los pobres las organizaciones no lucrativas (el día que supe cuántas eran no pude dormir), que aceptan dinero salido de nuestra gente frágil para curar otras fragilidades. ¡Qué locura más grande! Y menos aún lo son las asociaciones que firman acuerdos con la asociación de empresarios del azar para sostener el juego legal y luchar contra el juego ilegal, aceptando y suscribiendo la idea de que el juego legal es bueno. Espero que sea únicamente ingenuidad.
Ya sabemos que hay mucho dolor en el mundo. Una parte de este dolor se puede eliminar o al menos reducir. Pero hay que hacer más, con la acción y con el pensamiento. Los juegos de azar son una metástasis de una enfermedad profunda de nuestro capitalismo, en particular del capitalismo italiano (Italia es el primer país europeo en juegos de azar y en Alemania y Francia no hay máquinas tragaperras en los bares). Detrás de las grandes empresas de juegos de azar (Lottomatica, Sisal, Snai…) hay empresas que en otro tiempo hacían atlas geográficos y libros para los niños (por desgracia los siguen haciendo). Al perder su misión originaria han pensado lanzarse a un mercado seguro, donde no faltan los beneficios, con la grave complicidad de las instituciones.
En Italia no está sólo el buen capitalismo de la pequeña y mediana empresa y de las empresas (incluso grandes) familiares, que tiene una visión a largo plazo, que ama a su gente y a su territorio. Está también el capitalismo “modelo Lottomatica”, cuyo único objetivo es maximizar beneficios y rentas, al que le gustaría entrar en las escuelas para educar a nuestros hijos en el “juego responsable” y que tal vez lo consiga, vistos los precedentes. Este capitalismo no es la economía que Chiara Lubich soñaba, no es una economía civil sino incivil, que crece y prospera consumiendo a los pobres.
La EdC seguirá su carrera hacia un mundo más fraterno si sigue escuchando el grito de los pobres, de los pobres de las favelas y de los pobres comidos por esa parte de capitalismo equivocado de nuestro país. Oír el grito de los pobres es lo que movió a Chiara e hizo que inventara la EdC. Oír otros gritos de otros pobres (quizá los gritos de los pobres son todos iguales), hoy mueve nuestras acciones de oposición a los juegos de azar y debe mover otras acciones parecidas, porque no podemos dormir tranquilos mientras las estructuras de pecado devoran a nuestros hermanos. “Recuerda que la EdC ha nacido para los pobres”. Recordémoslo juntos.