Entrevista a Luigino Bruni
Antonella Ferrucci
Entre los protagonistas del Summit «Bien común global. Por una economía más inclusiva», que reunió en el Vaticano a las máximas autoridades de la economía mundial los días 11 y 12 de julio, se encontraba Luigino Bruni, quien tuvo la ocasión de conocer personalmente al Papa Francisco y de almorzar con él.
Le pedimos que nos cuente sus impresiones del encuentro y nos diga qué es lo que más le ha llamado la atención.
“Nunca había estado personalmente con el Papa Francisco y mucho menos había comido en frente de él. Hay muchas cosas que me han llamado la atención, todas ellas positivas. En primer lugar, su actitud de escucha atenta y profunda. Muchas personas se sentaban un rato a su lado (en una silla que se había dejado vacía a propósito) para comunicarle sus sueños, aspiraciones y peticiones. Uno de ellos fue el Nobel de la Paz, M. Yunus, quien le pidió 'ayúdame, santo padre, a extender las finanzas para los pobres'.
Él escuchaba como si estuviera allí solamente por él o por ella, olvidándose incluso de la comida. También me ha llamado la atención ver en acción su magisterio ‘encarnado’ de los hechos: no ha dicho muchas palabras, pero ‘ha hablado’ quedándose dos horas con nosotros, y ha dicho, con este potente lenguaje, lo importante que es la economía en su visión de la iglesia. Después, su gratitud. La palabra que más veces ha dichos ha sido ‘gracias’: ‘gracias por vuestro trabajo de investigación, gracias’. Nos lo ha repetido varias veces: ‘Gracias por lo que hacéis’. Lo ha repetido, y no era por educación, muchas veces antes de terminar.”
¿Qué tipo de papa es el Papa Francisco, según tu experiencia?
"Sólo he estado con él dos horas. Pero le sigo atentamente desde la primera tarde en la plaza de San Pedro. Es una papa humilde, en el sentido más auténtico de la palabra, que se sitúa de igual a igual, ni por encima ni por debajo de los que tiene delante. Me gusta mucho su lenguaje: es un maestro en el uso de las imágenes, que recuerda mucho al de los Evangelio. Como Jesús en los evangelios, toca el corazón de la gente, de los sabios y de los pequeños. Me ha parecido genial la traducción que ha hecho durante la comida del concepto un poco difícil del reduccionismo antropológico con la metáfora del alambique, donde entra vino (el hombre) y sale orujo (que es otra cosa, útil tal vez, pero distinta). ‘Hoy no hay ninguna persona en el mundo con más autoridad que el papa’, me decía Carney, el gobernador del Bank of England, que estaba sentado a mi lado en la comida. Es cierto y, en esta especie de 'Davos de los pobres,' el Papa nos ha enseñado a tomar partido, a no quedarnos indiferentes, a no ser lejanos observadores imparciales. Hay que elegir desde qué punto observar el mundo."
¿Y cuál es ese punto?
"Él ha elegido el de Lázaro (en la parábola evangélica), el mendigo que está bajo la mesa, con los perros, “deseando hartarse con lo que caía de la mesa del rico” (Lucas 16). Quien se pone al lado de Lázaro ve el mundo desde debajo de las mesas de los ricos, con la mirada dirigida hacia lo alto. Desde allí se ven distintas cosas: se ve al rico Epulón encima, “vestido de púrpura y lino y celebrando todos los días espléndidas fiestas”. Pero también se ve el cielo. Francisco nos invita a hacer lo mismo: a ver el mundo pero también el cielo, junto a todos los Lázaros de hoy, muchos de ellos producto de nuestro capitalismo excluyente. Como apasionado de la Economía de Comunión y como amante de la justicia, no hubiera podido sentirme más a gusto que en compañía de Lázaro y de Francisco (Bergoglio pero también Francisco de Asís). Al final propuse que este “Davos de los pobres” se organizara cada dos años. Una invitación que cuenta con muchas probabilidades de ser acogida, para que esta mirada sobre el mundo y sobre el capitalismo se convierta en una mirada constante, de crítica y de amor, a nuestro tiempo."