Luigino Bruni, profesor de Economía Política de la Bicocca de Milán, explica en Tempi.it por qué una amnistía fiscal sería más negativa que positiva para Italia: «Cuando la relación se convierte en mercancía, lo hace para siempre. Efectivamente, después de cada amnistía fiscal aumenta el número de quienes dejan de razonar en términos de virtudes cívicas. Para hacer caja, mejor el patrimonio y las pensiones»
por Carlo Candiani
publicado en Tempi.it el 12/10/2011
Sobre la posibilidad de introducir otra amnistía fiscal, sugerida por algunos miembros del gobierno para encontrar la manera de hacer caja, ya se ha pronunciado la Unión Europea en sentido negativo. Así pues, parece difícil que el gobierno la vaya a poner en práctica. A pesar de ello, el debate “amnistía fiscal si, amnistía fiscal no” sigue vivo entre políticos y economistas. La duda es bastante sencilla: ¿hay que actuar sea como sea para hacer caja o hay que tener en cuenta el problema ético que surge cuando se plantea una amnistía fiscal?
«A propósito de la amnistía fiscal, he escrito algunas reflexiones en Avvenire, a partir de un ejemplo que he estudiado – dice a Radio Tempi el profesor de economía política Luigino Bruni, de la Bicocca de Milán –. Hace algún tiempo en Haifa, dos economistas hicieron un experimento en diez guarderías, en las que los padres se retrasaban a la hora de recoger a sus hijos; en seis de ellas se puso una multa por el retraso y en las cuatro restantes no. Se comprobó que después de la multa los retrasos crecieron en 100% y después de quitarla ya no disminuyeron, ni siquiera volvieron a niveles anteriores. ¿Cuál es el sentido de este experimento? Que “la multa es un precio”».
«Cuando se introduce la moneda en ámbitos regidos por otras normas sociales - continúa -, se crea un mercado: la gente compra y paga. La multa y en nuestro caso la amnistía fiscal, transforma un ámbito en el que se razona en términos no siempre monetarios y una vez que la relación se convierte en mercancía, lo hace para siempre. Efectivamente, después de cada amnistía fiscal aumenta el número de quienes dejan de razonar en términos de virtudes cívicas, para hacerlo en términos de coste-beneficio y esto tiene su reflejo incluso en las relaciones diarias (la amistad, la solidaridad): es como si la sociedad irreversiblemente se convirtiera en un supermercado».
¿Entonces usted se opone a la amnistía fiscal desde el punto de vista ético?
Lo hago desde el punto de vista económico, pero viendo la economía no sólo como un problema de caja, que se limita a cubrir una necesidad contingente.
Otros economistas, colegas suyos, en este tema de la amnistía fiscal tienden a pasar por alto el dato ético y dan más importancia a la conveniencia económica.
Si reducimos las relaciones económicas a mero intercambio monetario, con el tiempo las mismas relaciones dejarán de funcionar como tales porque el pacto social, que va más allá de la matemática del dar y recibir, debe construir entre los sujetos una relación de confianza. Lo repito: si transformamos nuestras relaciones civiles y económicas en un tema de caja, transformamos la vida civil en un supermercado; y este no es un escenario especialmente apasionante: la economía funciona si se apoya en un pacto social que, por desgracia, es un hilo demasiado tenue y se puede romper con facilidad.
No faltan quienes justifican la amnistía fiscal levantando el dedo contra la injusta fiscalidad italiana, que obliga a algunos a salir de la legalidad, en espera de que este instrumento de recuperación de caja pueda enmendar su posición.
Este análisis es más razonable, porque pone el acento en un problema estructural. Pero sigue siendo una denuncia de un fracaso económico, no ético. En pocas palabras: la amnistía fiscal es una pésima respuesta a un legítima demanda de un sistema más justo. Al final, la amnistía fiscal, además de que muchas veces es ineficaz, cuando se repite es totalmente inútil: una amnistía fiscal que pille a los ciudadanos con el paso cambiado podría tener algún efecto, pero a partir de la segunda vez, nada de nada.
Póngase por un momento en el lugar del gobernante de turno: ¿qué haría para hacer caja?
Hay dos palabras muy claras: patrimonio y pensiones; no hay mucho que discutir. Patrimonio: pedir una contribución adicional pero no a las rentas del trabajo o a la empresa, al IRPF o al IVA, puesto que intervenir sobre el IVA quiere decir empobrecer a la clase media y el IRPF ya grava el trabajo, sino del patrimonio constituido por rentas de posición. Es de sentido común. La segunda palabra clave son las pensiones: debemos comprender que el mundo ha cambiado, vivimos hasta los 90 años y el pacto social que nos dimos en los años 50, cuando vivíamos hasta los 60-70 años ya no funciona. Si no reformamos estos aspectos, podremos hacer mil amnistías fiscales, pero siempre estaremos en situación de emergencia económica y no ética: la ética es intrínseca a la economía y no extrínseca.