La democracia y el capitalismo ultra-financiero vuelven al candelero por la gran agitación global de estos últimos meses. Hace falta un nuevo tipo de ciudadano. Responsable y activo.
por Luigino Bruni
publicado en Cittanuova.it el 07/09/2011
La crisis de estos tiempos esconde tras de sí algunas cosas importantes, tal vez demasiado importantes para que se hable de ellas en los grandes medios de comunicación. En primer lugar está en juego el significado y el papel de la democracia en la era de la globalización. Esta crisis, en efecto, es la primera gran crisis de la economía y de las finanzas en la era de la globalización. Los mercados llevan un par de décadas razonando y moviéndose a escala mundial y a gran velocidad. El escenario de la nueva economía financiera es el mundo, mientras que el horizonte de la política y de la democracia sigue siendo todavía el estado-nación (esta es, entre otras, una de las causas de la fragilidad de Europa). La lógica de los gobiernos estatales es aún la de la pre-globalización, donde los partidos compiten para obtener el consenso a través del voto.
Para hacer frente a esta crisis, necesitaríamos, por una parte, unas respuestas políticas globales y rápidas de las que carecemos, y por la otra, que los gobiernos de cada país no se preocuparan tanto por la reelección como por actuar con valentía por el bien común, más allá del consenso inmediato. Pero con los actuales mecanismos de la política estas opciones tienen un coste muy alto y tanto en Grecia como en Italia, los gobiernos están empantanados por los vetos que se cruzan tanto en su seno como en los distintos componentes de la sociedad civil que defienden intereses contrapuestos. Las medidas no resultan eficaces porque para no perjudicar a nadie el peligro es perjudicar a todos. Lo contrario del bien común es el mal común. Este reto esconde la urgente necesidad de una nueva política y de una nueva época en la que la democracia esté a la altura de la globalización, algo que todavía ni asoma por el horizonte.
Tenemos además la gran cuestión del sistema económico capitalista. La economía de mercado fue una extraordinaria invención del humanismo civil y cristiano, que ha producido resultados inauditos para la calidad de vida de millones de personas, para los derechos humanos y para la democracia. En las últimas décadas, la economía centrada en los mercados reales (intercambio de bienes y servicios) y en las personas (empresarios, trabajadores, banqueros) se ha visto sobrepasada por las finanzas especulativas, virtuales e impersonales. Por cada transacción real (dinero por bienes) hoy se realizan decenas de operaciones financieras. Este capitalismo ultra-financiero es demasiado frágil y peligroso y ya no es capaz de mantener las promesas de desarrollo y de libertad que estaban en la base de la primera etapa de la economía de mercado. Así pues hace falta una nueva síntesis y nuevas instituciones, pero también – y aquí está el reto – nuevos ciudadanos. Todo esto también está detrás de las crisis de estos días. Si sabemos interpretar las señales que nos llegan de la historia podremos salir de estos tiempos difíciles siendo mejores, pero cada uno debe hacer con responsabilidad y seriedad su indispensable parte.