por Luigino Bruni
publicado en Vita el 2/09/2011
¿Por qué todo el mundo está en peligro de quiebra? ¿Por qué también los estados “ricos” han terminado dentro de la burbuja? ¿Cuál es el verdadero papel de la especulación? ¿Por qué nadie se dio cuenta antes de que tal vez era demasiado tarde? ¿Y qué hay que hacer para salir del asedio? Un economista no alineado responde a las preguntas que todos nos hacemos hoy.
¿Cuál es el verdadero origen de esta crisis?
Para comprender lo que estamos viviendo en estas semanas, debemos tener en cuenta el siguiente dato: hoy el volumen anual de los títulos que se negocian en los mercados financieros supera con creces (entre 8 y 10 veces) al PIB mundial. En los últimos 15 años este volumen se ha multiplicado más que por 40.
La pregunta que deberíamos plantearnos, incluso los que nos dedicamos a esto, es cómo es que hemos asistido inertes a este crecimiento hipertrófico y elefantiásico de las finanzas especulativas, sin pararnos de vez en cuando a valorar a distintos niveles (económico, político, civil, ético) si el camino que emprendimos en los años 90 no nos llevaba por una senda impracticable y muy peligrosa. Esta hipertrofia de las finanzas nos estrecha en un abrazo mortal con la deuda desorbitada, tanto privada como pública, de la economía mundial económicamente avanzada. No deberíamos cansarnos nunca de repetir que el problema de esta crisis es el excesivo endeudamiento privado (en 2008) y público (ahora), debido a las grandes operaciones de salvamento de bancos y a la financiación de guerras carísimas.
¿En qué se diferencia esta crisis de otras que la han precedido?
La crisis de hoy nos dice que ya no es posible separar la economía de la geopolítica y de las políticas de cada uno de los estados. Entre la caída de los mercados financieros, los problemas políticos de Obama, las vicisitudes del gobierno italiano y la debilidad del sistema político europeo hay una relación tan estrecha que ya no es posible saber dónde termina el Mercado y dónde comienza la Política. Esta crisis nos está diciendo que todavía no sabemos comprender ni gobernar el capitalismo globalizado, porque mientras que la economía y las finanzas han cambiado radicalmente, la política y sus instrumentos siguen siendo los del primer capitalismo, incluida la creación sin controles ni garantías de enormes deudas públicas, expresión de la antigua idea de soberanía y señorío de los estados-nación. Sólo conseguiremos salir de esta crisis que marca un cambio de época si sabemos ver juntos y de manera sistémica las finanzas, la economía y la política, en una óptica global pero muy atenta a la dimensión regional (véase Grecia). Las finanzas han crecido como una buena planta que, a falta de poda y cuidados, está invadiendo todo el jardín.
¿Cuáles son las verdaderas razones de la deuda pública de los estados ricos?
El super salvamento de los bancos en 2009 esencialmente trasladó la deuda del sector privado al sector público, sin resolver las verdaderas causas del problema, que se encuentran en una clase media norteamericana y mundial que se está progresivamente empobreciendo y endeudando. Detrás de la gran deuda pública hay un problema de desigualdad en la distribución de la renta, que se está convirtiendo en la cuestión crucial de nuestro sistema económico capitalista. En otoño de 2008, cuando la crisis estaba a punto de explotar, la cuota del PIB que estaba en manos del 1% más rico de la población de los Estados Unidos alcanzó su pico más alto, exactamente igual que ocurrió en 1928, al alba del gran crac de Wall Street, como nos recuerda Robert Reich en su último y utilísimo libro Aftershock (Fazi, 2011). Cuando la clase media se empobrece en relación a la clase opulenta, tiende a endeudarse demasiado, entre otras cosas porque hoy, a diferencia de 1929, el sistema financiero propone y promete recetas mágicas para aumentar, mediante la deuda, el nivel de consumo.
¿Por qué la especulación hunde las bolsas?
Detrás de la crisis que estamos atravesando hay sobre todo una grave crisis de confianza: no se sabe dónde encontrar inversiones fiables y por eso se cambian las acciones por liquidez (o por oro u otros bienes refugio). Hoy está más claro que nunca hasta qué punto es cierto que crédito viene de “creer”, de fiarse. El gran economista inglés J. M. Keynes describió en 1936 lo que sustancialmente está ocurriendo ahora, un fenómeno que depende poco de los sofisticados instrumentos financieros y mucho de simples mecanismos psicológicos: hemos caído en la «trampa de las expectativas negativas», una situación en la que, debido a una grave crisis de confianza (en este caso en la deuda pública de los estados “soberanos”), los operadores sienten una fortísima preferencia por la liquidez y una gran desconfianza hacia los títulos financieros. La economía financiera globalizada necesita confianza pero, como ocurre en el caso de la energía, la consume sin ser capaz de regenerarla, porque sus instrumentos crean reputación (que es un bien normal en el mercado) que tiende a desplazar la confianza (que en cambio es un bien relacional). Lo que a fecha de hoy es cierto es que la vieja política basada en los gobiernos nacionales y en los equilibrios entre partidos ya no funciona. No sabemos qué surgirá de este fracaso, únicamente podemos prever algunos años de fragilidad, de peligros para el sistema y de incertidumbres, con sacrificios para todos, esperemos que repartidos equitativamente.
¿Crecer es la solución?
En estos días en que todos hablan de crecimiento debemos tener en cuenta que la economía capitalista ya ha crecido demasiado y mal durante los últimos veinte años (gracias, entre otras, a las innovaciones financieras), ocasionando graves consecuencias medioambientales y sociales: no es posible volver a plantearse tasas de crecimiento como las anteriores al 2008, tanto por razones económicas (falta demanda), como sobre todo por razones medioambientales y éticas. Si no es así, cometeremos el mismo error que cuando uno descubre que tiene diabetes y para curarla aumenta un poco el ejercicio físico pero sigue comiendo dulces como antes del diagnóstico. Para curarse seriamente hay que cambiar globalmente de estilo de vida, hay que hacer sacrificios, que es una palabra antigua e impopular pero siempre crucial cuando la historia se pone seria.
¿La Tobin Tax es una solución realista?
El gran tema que hay que abordar hoy es el fiscal. Incluso para combatir seriamente la evasión fiscal deberíamos al menos reconocer que existe una “mega cuestión fiscal” y de justicia que se juega en los mercados financieros globales, donde se crean enormes beneficios y rentas que de hecho escapan a los sistemas fiscales, que todavía siguen demasiado anclados a la dimensión nacional, que como mucho puede recurrir ex post al peligroso e inmoral truco de la amnistía fiscal. Por eso es justo y oportuno volver a plantear hoy el tema de la Tobin Tax. Un impuesto sobre las transacciones financieras que, al contribuir a dar orden y estabilidad a los mercados financieros, constituiría hoy una especie de bien público de gran valor incluso económico. El efecto redistributivo es evidente, siempre que se utilicen los ingresos, como parece obvio, para construir infraestructuras, sanidad y educación en los países en vías de desarrollo. Finalmente, la especulación financiera presenta aspectos de bien demeritorio, ya que los sujetos privados descargan sobre el sistema los excesivos riesgos que estos instrumentos crean, creando las típicas “tragedias de los bienes colectivos”.
A pesar de todo, aunque estemos atravesando la peor crisis del capitalismo globalizado, yo quiero ser optimista y esperar que, si damos vida a un nuevo pacto social y a una nueva etapa de reconciliación que se extienda desde las relaciones cotidianas hasta las relaciones dentro de los estados y entre los estados, podremos salir de esta “enfermedad” siendo mejores y cambiando nuestro estilo de vida individual y colectivo.
ver artículo original: primera parte; segunda parte