ABCDEconomia "Interés" - 1a parte

ABCDEconomía de Luigino Bruni

Interés, un “plus” con buenas razones

publicado en el semanario Vita del 27 de marzo de 2009

Una guía para redescubrir las palabras clave de la acción económica después de que los mitos han caído y las burbujas se han desinflado. El “diccionario” de Luigino Bruni llega a su octava palabra. Las palabras analizadas hasta ahora son: Felicidad, Beneficio, Mercado, Banca, Inversión, Responsabilidad y Reglas. Esta semana (y también la próxima) le toca el turno a la palabra Interés.

Interés en una palabra con doble significado. Por lo menos en economía la palabra interés se usa para hablar de dos realidades distintas. El primer significado que nos viene a la cabeza tiene que ver con el interés del dinero. Este interés, entendido como compensación a quien facilita a otros el uso del dinero ajeno (de ahí viene la palabra usura), ha sido objeto de debate durante siglos e incluso milenios. Un debate que todavía sigue vivo y es muy relevante desde el punto de vista cívico.
ABCDEconomia "Interés" - 1a parte (original italiano) 

Cuando comenzó la modernidad, las normas morales (religiosas) prohibieron los préstamos con intereses. El motivo principal de esta prohibición era de tipo filosófico y teológico, basado en la idea de que el dinero es estéril por naturaleza. Como bien sabían el Gato y la Zorra (y como bien ignoraba el ingenuo Pinocho), el dinero no fructifica por sí mismo, salvo en el país de los búhos. Si yo quiero sembrar y le pido prestadas las semillas a mi vecino, cuando llegue la cosecha le devolveré las semillas más los intereses, ya que las 10 semillas prestadas con el paso del tiempo han fructificado en 100. En cambio con el dinero, se decía, no se da esta multiplicación, por lo que pedir en el momento de la devolución más que lo prestado, se consideraba un acto inmoral.

Se añadía además otro argumento de tipo teológico: Si yo presto hoy 100 y mañana pido 101 me estoy lucrando del tiempo, ya que el único elemento que ha cambiado es el tiempo, pero resulta que el tiempo no es nuestro, sino de Dios. Entonces, una vez llegados a este punto, podemos preguntarnos ¿esa condena del interés se debía solo a una teoría económica primitiva y poco evolucionada? No solo a esto. Hay otra explicación que hoy sigue siendo razonable y que podemos intuir si aplicamos la antigua prohibición a una persona que considere moralmente injusto pedir a un hermano que le devuelva más de lo que le ha prestado para arreglar su casa. En la cristiandad medieval la fraternidad abarcaba a todos los hermanos cristianos.

Podremos entender mejor la superación de esa antigua prohibición si distinguimos entre el préstamo que se le da a un familiar para que arregle su casa y el préstamo que se le da para que no pierda un buen negocio. En este segundo caso es éticamente legítimo pedir, incluso a un familiar, que nos haga partícipes de los beneficios futuros (interés). De hecho, cuando a finales de la Edad Media, gracias al desarrollo del comercio y de los mercados, comenzaron a usarse con normalidad préstamos para inversiones productivas, se hizo moralmente lícita la petición de un interés sobre las cantidades prestadas a los mercaderes. Tal interés era considerado como una remuneración por la participación en el riesgo de la empresa (una idea que todavía hoy se encuentra en algunas experiencias bancarias islámicas).

De este modo fue posible (al menos durante algunas décadas) conciliar el interés con la fraternidad cristiana. Este es el motivo por el que el tipo de interés está directamente relacionado con el riesgo de la inversión. Una de las causas de la crisis que estamos viviendo es precisamente el desprecio de esta antigua verdad.

El término interés tiene otro significado que remite a los motivos de la acción económica. Habitualmente se dice que uno actúa en economía movido por intereses personales, movido por lo que Adam Smith llamaba “autointerés” [selfinterest] o beneficio personal. De hecho, un proyecto económico solo dura en el tiempo si, además de responder a intereses generales y al bien común, responde también a los intereses de aquellos que promueven esa actividad y trabajan en ella. Pero ¿cómo pueden convivir el interés individual y el interés colectivo?

Lo veremos la semana que viene.


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