ABCDEconomía de Luigino Bruni
La ciencia que se fundamenta en los números y en la felicidad
publicado en el semanario Vita del 6 de febrero de 2009
La fuerte crisis ha puesto en jaque todos los puntos clave de la economía que habitualmente se consideraban inamovibles. Por eso el semanario Vita ha pedido a Luigino Bruni, profesor de la universidad de Milán-Bicocca, que elabore un diccionario con las categorías principales de la economía del futuro. Empieza por la F de “felicidad (pública)”.
La economía nace en el siglo XVIII, en Italia, como “ciencia de la felicidad pública”. El hermoso nombre elegido para la nueva ciencia que estaba naciendo expresaba la esperanza, ilustrada y reformista, de que si se conseguía transformar la sociedad feudal en una sociedad libre y comercial, el Reino de Nápoles (donde surgen estas ideas), Italia y toda Europa podrían conocer por fin una nueva época de vida buena, de bienestar, de civilización y de felicidad, de felicidad pública.
ABCDEconomia - F come Felicità (original italiano)
El adjetivo “pública” añadía por su parte algo importante: la felicidad está vinculada al bien común. En una nación, o todos son felices o nadie lo es. Porque la felicidad de un pueblo es un juego de “coordinación”. Si todos cooperan (o casi todos), se produce el despegue del desarrollo cívico y económico. Pero la “picaresca”, como decía Antonio Genovesi, consigue que todos quedemos encerrados en distintas trampas de pobreza.
El tiempo de la felicidad pública duró poco en Europa. Saint Just, el revolucionario parisino, decía a finales del siglo XVIII que la felicidad era una “palabra nueva” en Europa, ya que en la segunda mitad del siglo los reformistas ilustrados se dieron cuenta de que había muchos “pícaros” y de que la felicidad pública era un objetivo demasiado ambicioso. Entonces, los Estados Unidos proclamaron el derecho individual “a la búsqueda de la felicidad”, tal y como quedó escrito en su Declaración de Independencia de 1776. Ese mismo año, en Inglaterra, Adam Smith refundaba la economía política en base a la “riqueza de las naciones”, que es un concepto siempre importante y esencial para un pueblo, pero mucho menos exigente que el de felicidad pública. Es suficiente con buscar el propio interés individual; el mercado, con su “mano invisible", se encarga de crear la riqueza pública, sin necesidad de entrar en relaciones personales y profundas con los demás conciudadanos, un elemento que en cambio es fundamental para la economía civil napolitana que se basa en el concepto de “asistencia mutua”.
De este modo, la felicidad pública solo estuvo presente en el alba de la Europa moderna, un alba que todavía espera el mediodía. Hoy la felicidad nuevamente se está abriendo hueco entre los economistas, aunque está regresando como “felicidad individual”. No obstante, existe también una escuela de economistas, no por casualidad italianos, que está introduciendo el tema de la felicidad pública en el debate teórico y práctico, uniendo el tema de la felicidad con el de las relaciones humanas (los “bienes relacionales”). Hoy, como ayer, la felicidad pública es frágil ya que está expuesta al riesgo de la picaresca. Pero hay que aventurarse, porque ya no podemos contentarnos con la “simple” riqueza (de unos pocos). Sin dimensión pública, sin la pertenencia a un destino común, los pueblos y las ciudades decaen. He aquí por qué la antigua felicidad “pública” es una palabra vital también para hoy.
La semana próxima: “P” de Provecho (Beneficio)