Comentarios – Lo que Europa necesita
por Luigino Bruni
publicado en Avvenire el 04/11/2011
En marzo de 1993, en un momento en el que Europa y el mundo entero vivían una situación parecida a la actual (habían pasado poco más de tres años de la gran crisis de 1929),John M. Keynes, tal vez el economista más importante del siglo XX, escribía lo siguiente en el Times, a propósito de la crisis: «Estamos en una situación parecida a la que viven dos camioneros cuando se cruzan en medio de una calle estrecha; a menos que conozcan las reglas sobre quién tiene prioridad, seguirán parados uno frente a otro. Sus músculos no sirven; un ingeniero tampoco podría ayudarles; pensar en una calle más ancha no serviría para nada a la hora de salir del impasse.
No haria falta más que una pequeña, pequeñísima, claridad de pensamiento. De igual manera, hoy no tenemos un problema de músculos ni de fuerza. Tampoco es un problema de ingeniería ni de negocios, empresas o bancos. Nuestro problema es, stricto sensu, económico o, mejor dicho, de Economía Política».
Son palabras grandes y muy actuales, aunque hoy hay más de dos camiones bloqueados. Estamos en medio de un atasco de horas, donde todos gritan, algunos han obstruido incluso el carril de emergencia provocando la ira de muchos y otros comienzan a sentirse mal por la falta de alimentos y de agua. Pero incluso ahora es necesario pensar más y mejor y ojalá lo hagamos juntos. También en esta ocasión «el mundo sufre por falta de pensamiento» (Pablo VI).
¿Qué debería decir hoy una ciencia económica que, como decía Keynes, quiera ser Economía Política, es decir una economía fiel a su vocación original, como cuando en Italia se la llamaba "ciencia de la felicidad pública" o "ciencia de la buena vida social"? En primer lugar, debería decirles a los políticos que uno de los problemas concretos está en la concepción y creación de un banco central europeo (BCE) inadecuado e insuficiente para gestionar una crisis seria, estructural y larga.
Los bancos centrales han desempeñado y siguen desempeñando sobre todo una función de “prestamistas de última instancia”, es decir: intervienen en los momentos de crisis rápida y eficazmente. El BCE no se creó para desempeñar esta función, sobre todo debido a la falta de confianza entre los estados miembros de la zona euro y, más concretamente, de los más fuertes con respecto a los más débiles.
Cualquier comunidad, también la europea, para durar en el tiempo necesita pactos o alianzas; los contratos no son suficientes. Cuando nació Europa, quiso fundarse en un pacto. Sin embargo la Europa del euro ha sido fruto de un contrato-sin-pacto, que ha estado en vigor hasta la primera gran crisis. Pero la reforma del BCE exige una refundación de Europa sobre bases más sólidas que las del frágil cash-nexus del euro, para que las soluciones planteadas no sigan siendo parciales e ineficaces.
El "pensamiento claro" de Keynes condujo a la creación de nuevas instituciones financieras en Bretton Woods, en 1946. Hoy estas instituciones necesitan una revisión urgente a causa de los grandes cambios producidos por la globalización de los mercados. Pero todo eso exige una confianza verdadera entre estados, concretamente en Europa, que todavía no asoma por el horizonte.
Una buena Economía Política diría, además, que en esta crisis hay también un problema con Italia y su gobierno que, a pesar de los esfuerzos realizados, no dispone de los recursos necesarios para gestionar eficazmente esta crisis. Carece de fuerza política y de teoría económica para acometer con carácter inmediato las pocas reformas que el “pensamiento claro”, entre otros, lleva tiempo proponiendo. Para terminar, el “pensamiento claro” diría que hay que redimensionar y frenar las finanzas especulativas. No pueden ser los financieros ni las agencias de rating quienes dicten las reglas del juego democrático, quienes hagan caer gobiernos (haciendo apuestas sobre su caída), ni quienes decidan si hay que convocar o no un referéndum.
La política debe mostrarse hoy más fuerte que los mercados financieros y debe aprobar medidas urgentes aunque no les gusten a los mercados, como la Tobin Tax o algo parecido. Cuando se anuncia la introducción de estas nuevas reglas, las bolsas bajan, pero en estos casos los mercados son como Pinocho, que necesita la medicina aunque no quiera tomársela.
Si del G20 sale, como es de desear, una propuesta seria de regulación de los mercados financieros y de reforma del BCE, los mercados no estarán felices. Pero la política sólo podrá aguantar el golpe y gobernar los mercados si tiene detrás un verdadero proyecto político, en el que basar las nuevas reglas y los nuevos mercados. También Keynes escribió aquel artículo en vísperas de una Conferencia Mundial sobre la crisis y lo terminaba con estas palabras: «Esta conferencia puede llegar en el momento justo, a pesar de su retraso. El mundo cada vez está menos dispuesto a esperar un milagro, a creer que las cosas irán bien por sí mismas sin que nosotros hagamos nuestra parte».
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