Milbank y el capitalismo «cuasi-sagrado»

Milbank y el capitalismo «cuasi-sagrado»

AGORÁ – Debido a su alianza con la técnica, al capitalismo de hoy le gusta presentarse como una civilización laica y post-ideológica. Sin embargo tiene raíces religiosas… Diálogo entre el economista Luigino Bruni y el teólogo anglicano.

Luigino Bruni

Publicado en Avvenire el 29/11/2017

John Milbank rid«El capitalismo es una religión… En el futuro lo veremos con más claridad», escribía en 1922 el filósofo Walter Benjamin. Sus palabras pueden considerarse proféticas, pues hoy más que nunca el capitalismo de las finanzas y el consumo “24 horas 7 días a la semana” está revelando su naturaleza religiosa o, mejor dicho, idolátrica. Una idea tan relevante como infravalorada por los pensadores de nuestro tiempo. Aunque este no es el caso de John Milbank, anglicano, uno de los teólogos contemporáneos más profundos e influyentes. En noviembre de 2017 ha visitado la Universidad Lumsa de Roma para participar en el congreso internacional “La herencia de Martin Lutero en las modernas ciencias económicas y sociales”.

Entremos directamente en materia. ¿En su opinión, el capitalismo del siglo XXI es más o menos “religioso” que el primer capitalismo de los pasados siglos? Si vemos lo que está ocurriendo en nuestra sociedad, nos damos cuenta de que se presenta como algo enteramente secular y sin embargo parece tener raíces religiosas. Aunque al capitalismo de hoy, debido a su alianza con la técnica, le gusta presentarse como uno de los lugares de mayor racionalidad, como una civilización totalmente laica y post-ideológica.

«Es una pregunta interesante. El capitalismo que tenemos hoy es un capitalismo extremo, en el sentido de que está dominado cada vez más por las finanzas y la deuda, aunque se puede sostener que estos factores ya estaban en el capitalismo desde siempre. Por otro lado, la mercantilización se ha extendido: el conocimiento, por ejemplo, se ha mercantilizado en forma de información. La economía de la información, la reproducción, que siempre ha sido increíblemente importante para la tecnología capitalista, ha aumentado exponencialmente. Hoy es posible reproducir las cosas con un coste muy bajo y eso facilita que se compartan con mayor facilidad. Por tanto no se trata solo de una cuestión de compra y venta de información, sino que, de algún modo, la información se presenta como gratuita, como un bien libre. Los monopolios de la distribución de la información, como Google y Amazon, utilizan la información que reciben gratuitamente para obtener beneficios y comercializarla a un nivel completamente distinto y tremendamente invasivo. Pienso que estas mismas tendencias alimentan la fusión de los poderes de mercado con los poderes políticos, de los propietarios con los gobernantes, para construir una oligarquía internacional cada vez más rica y alejada de la gente»

¿Considera que es esencial para el capitalismo una visión antropológica negativa y pesimista, como la calvinista-agustiniana, según la conocida tesis de Max Weber? Muchas veces se quiere ver un optimismo antropológico en Adam Smith, quien, a diferencia del pesimismo de Hobbes, fundó el capitalismo sobre la simpatía y los sentimientos morales. A mí, en cambio, me parece que detrás de la visión del mercado de Smith, basada en la “mano invisible”, hay un profundo pesimismo: puesto que no podemos garantizar las virtudes debemos conformarnos con los intereses…

«Parece que existen buenos argumentos para afirmar que determinados factores religiosos, tanto protestantes como católicos, han alentado el capitalismo, sobre todo al principio. En particular, el capitalismo se desarrolló a partir de unas teologías que tenían una visión muy triste de la naturaleza humana. Tendían a sostener la idea de que la economía podía estar gobernada por principios amorales, y que una economía basada en principios amorales era el modo que tenía Dios para mantener el orden en un mundo pecaminoso. Además, veían el ejercicio de la bondad natural como algo cada vez más irrelevante para la salvación humana. Así pues, estas teologías, que alientan un proceso amoral y la idea de que la naturaleza y nuestra vida en este mundo no son relevantes en términos religiosos, conducen a la secularización. Las personas se olvidan de los preceptos de Dios y la sociedad, la economía y la política se hacen independientes y heredan este sentido de autorregulación amoral.

Por tanto la pregunta interesante es: ¿la religión, por este camino, simplemente queda atrás, de lado, olvidada? Hoy hay pruebas de que no es eso lo que está ocurriendo. Hay un retorno del Evangelio, también en varias sectas. En los países en vías de desarrollo vemos personas que se convierten a formas de cristianismo protestante y pentecostal. En los Estados Unidos, el país capitalista más avanzado, el cristianismo está muy vivo y hay muchos protestantes (y algunos católicos) que hacen una apología teológica del capitalismo, viéndolo como la más alta realización del cristianismo. Si existe un lazo entre teología y capitalismo – y existe – cada vez es más probable que con el avance del capitalismo extremo se produzca un retorno de las religiones. Esto es una paradoja que nos dice que la legitimación puramente secular de la economía capitalista es una operación muy débil».

¿Qué cuestiones le parecen más relevantes en la relación entre economía y religión hoy, o, más concretamente, en la relación entre economía y teología? ¿Qué cuestiones considera que son verdaderamente cruciales para la calidad de nuestra democracia hoy? ¿Solo debemos preocuparnos por el terrorismo de matriz islámica?

«La cuestión central es la posibilidad teológica de una adecuada legitimación secular del capitalismo. Hay personas que consideran que el proceso de crecimiento del capitalismo es un acontecimiento providencial, y tratan de buscar explicaciones cuentas cuasi-teológicas a la consolidación y crecimiento del capitalismo. Algunos piensan que el capitalismo es la forma que más en consonancia está con el desarrollo de la naturaleza humana, del hombre tal y como es. Relacionan el capitalismo con la libertad humana y ven la libertad humana como sagrada. Esto ocurre hoy sobre todo en América y en la raíz hay una antropología más bien negativa. La cuestión que se plantea es si los fundamentos antropológicos del capitalismo tienen una necesidad esencial de una antropología negativa [protestante, jansenista y agustiniana] y en qué se convertiría el capitalismo si lo pensáramos a partir de una visión de la naturaleza humana menos lúgubre, si partiéramos de la “libertad para” en lugar de la “libertad de”. Libertad para descubrir la verdad, libertad para desarrollar por nosotros mismos una vida humana buena».

¿Cómo ve usted la relación entre el desencanto del mundo y el capitalismo?

«Pienso que, en el fondo, la cuestión es si el capitalismo está intrínsecamente ligado con el desencanto del mundo y la secularización. Sería irónico que ese desencanto del mundo estuviera alentado por determinada teología, que lo ve simplemente como un instrumento de Dios. Una teología que piensa que el mundo es como es porque Dios lo ha hecho arbitrariamente así y lo dirige según ciertos procesos mecánicos, pero en sí mismo el mundo carece de significado simbólico. Entonces, si la realidad es completamente desencantada, todo puede reducirse a mercancía. Nada es sagrado, todo puede ser circunscrito, alterado, comprado y vendido. Se puede hacer lo que se quiera con cualquier cosa. Las únicas restricciones, la única forma de controlar esta anarquía, es el orden de los mercados. Pero después, una vez que el desencanto se ha hecho completamente laico y nos hemos olvidado de la teología subyacente, es casi inevitable que la gente descubra en cosas como los movimientos ecologistas y new age que el mundo es fuente de encanto. La gente desea atribuir cierta sacralidad a algunas cosas. Hay cosas que tienen un valor más allá de su precio de mercado o de su contribución a la satisfacción de necesidades privadas. Las personas comienzan a descubrir por sí solas el efecto intrínseco de la sacralidad y como resultado se obtiene una especie de paganismo».

Esta era exactamente la condición en que se encontraban las civilizaciones y las religiones anteriores a la aparición de la religión judeo-cristiana.

«Corremos el peligro de perder el trabajo realizado por la Biblia, la sacralidad única de la persona humana. El resultado es que varias ideologías quieren subordinar al hombre a la tierra, como cualquier otro tipo de animal, y eso conduce a un “revival” de laicidad pagana. Pienso que, en cierto sentido, el desafío está en recuperar lo que yo llamaría, en sentido más amplio, “equilibrio católico”, que no considera al mundo sagrado de por sí, pero sí sacramental con una jerarquía tal dentro de la naturaleza que valora todas las formas de vida. Por supuesto la vida humana, pero al mismo tiempo también otras formas de vida distintas de la humana, porque sin ellas no tendríamos una existencia plena y al final acabaríamos quitando valor a la vida humana misma».

¿Qué diferencias hay entre una visión “sacramental” del mundo y el mercado de nuestro tiempo, que se le quiere parecer cuando “sacraliza” las cosas y las mercancías?

«Una parte del capitalismo es un espectáculo. No solo mercantiliza las cosas, sino que las transforma en espectáculo y estas se convierten en realidades casi icónicas. En lugar de estar rodeados de estatuas de santos y héroes, estamos rodeados de imágenes de cosas y personas a la moda. Estas imágenes en realidad no nos presentan nada superior a nosotros y tampoco representan algo a lo que podamos aspirar. De hecho, nos sitúan ante una derrota continua, porque, para hacernos desear más, nos presentan siempre lo inalcanzable y no un objetivo deseable o algo que pueda mejorar la calidad real de nuestra vida humana. No son símbolos de esperanza como la estatua del héroe o del santo. Una vez que se ha comprendido todo esto  - la forma en que el capitalismo calcula y desacraliza, la forma en que produce imitaciones casi sagradas – las personas que tienen un sentido religioso deberían preguntar: “¿Es posible una crítica puramente secular al orden capitalista?” Este es un punto muy débil de la crítica al capitalismo desde la izquierda secular de nuestro tiempo. Porque si todo es solo material, si todo es desencantado, entonces el capitalismo será siempre la forma más avanzada de modernidad emancipada. Este es el problema».

Max Weber y Amintore Fanfani, pero también Karl Marx, nos decían que el capitalismo nace de un espíritu. ¿Usted piensa que es posible concebir hoy un capitalismo sin espíritu, un capitalismo que no tenga ninguna dimensión religiosa? ¿Puede sostenerse un capitalismo vaciado de cualquier espíritu y reducido a pura materia?

«Los procesos del capitalismo y el espíritu del capitalismo son lo mismo. Por eso Marx hablaba del fetichismo de las mercancías, el capitalismo no es solo una economía sino una cuasi-religión. No se trata solo de explotar el trabajo, sino intrínsecamente de explotar el deseo de las personas, aunque en esta dimensión Marx no se detuvo demasiado. El beneficio deriva no solo de no pagar lo justo a las personas, sino también de aplicar un sobreprecio puesto que las personas desean continuamente bienes que superan sus necesidades. La manipulación del deseo y la atracción tanto por la acumulación como por la fascinación es un elemento cuasi-religioso. El capitalismo, en este sentido, sigue siendo una cuestión de espíritu».

 


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