El genio femenino lucha contra la pobreza con las relaciones

El genio femenino lucha contra la pobreza con las relaciones

Opinión - El Nobel de Economía.

Luigino Bruni y Luca Crivelli.

Original italiano publicado en Avvenire el 15/10/2019.

La concesión del Premio Nobel de Economía 2019 a Esther Duflo, Abhijit Banerjee y Michael Kremer es una excelente noticia por muchos motivos. El primero de ellos es que Esther Duflo (1972) es mujer y la persona más joven que ha obtenido el Nobel de Economía. 

Es esposa de Abhijit Banerjee, que ha sido premiado junto a ella. Duflo nació y creció en París (Francia sigue siendo un país de referencia para la ciencia económica) y hoy enseña junto con su marido en el MIT, mientras que Kremer lo hace en Harvard. Duflo es la más conocida de los tres y ya era anteriormente candidata al Nobel por su extraordinaria y precoz carrera (ganó el “Nobel” de los jóvenes economistas, la Clark Medal). Desde hace años es un punto de referencia para quienes estudian la pobreza y el desarrollo. Es la segunda mujer que recibe el Nobel de Economía, diez años después de Elinor Ostrom, que fue premiada por sus trabajos pioneros sobre los bienes comunes. Estas dos economistas tienen mucho en común.

La pobreza (Duflo) y los bienes comunes (Ostrom) tienen que ver con personas concretas, con relaciones sociales y con la lucha contra distintas formas de pobreza (la destrucción de los bienes comunes, como el medio ambiente, es una forma elevada de pobreza). Ambas han comprendido que en la reducción de la pobreza y en la salvaguarda de los bienes comunes, los bienes cruciales son los bienes relacionales. La economía es un sustantivo femenino. La gestión de la casa (oikos nomos) es distinta cuando la ve un varón o cuando la ve una mujer. A menudo los varones ven cosas (rentas, bienes, inversiones…) mientras que las mujeres ven relaciones, detalles, pequeñas soluciones posibles aquí y ahora que son decisivas para el verdadero bienestar de la gente.

Más allá de las importantes innovaciones técnicas y científicas de los tres economistas premiados (entre las que se encuentra la aplicación al estudio de las políticas de lucha contra la pobreza y la promoción de la enseñanza a los niños en los países en vías de desarrollo del método experimental y del análisis contrafactual típico de los estudios sobre la salud, los llamados Randomized Controlled Trials), el trabajo de Duflo y sus compañeros nos ha enseñado muchas cosas sobre la pobreza que, por desgracia, todavía son en su mayor parte desconocidas por quienes se ocupan de las políticas públicas. En primer lugar, nos han dicho que para que la lucha contra la miseria y la exclusión tenga éxito es necesaria una política de pequeños pasos. Mientras las políticas tradicionales de desarrollo han estado concentradas estos años en la cooperación internacional, en los grandes capitales y en las inversiones en infraestructuras, Duflo y sus compañeros trataban, sobre el terreno y con paciencia, de convencer a las ONG y a los jefes de los poblados de la importancia de invertir dos euros en comprar una mosquitera. Esos dos euros podían salvar de la malaria ya (sobre todo a los niños) mientras los gobiernos no hacían el saneamiento y las empresas farmacéuticas seguían sin ofrecer soluciones económicamente accesibles.

La estrategia de los pequeños pasos es femenina, concreta, y tiene el sentido común de quien gestiona día a día una casa de verdad y no de papel. Además, nos han enseñado que las pobrezas no son cuestión de flujos sino de stocks; se manifiestan mediante una carencia de rentas, pero su verdadera naturaleza es una carencia de bienes capitales – sociales, educativos, sanitarios, familiares... Por consiguiente, curar las pobrezas trabajando sobre las rentas sin cuidar los capitales de las personas y de las comunidades (los capitales casi siempre son empresas colectivas) es ineficaz y muchas veces incluso aumenta la pobreza que intenta reducir. Finalmente, sobre todo Duflo, ha recordado varias veces en estos años que la pobreza es sobre todo una cuestión relativa a los niños (de ahí su atención a la escuela) y a las mujeres. La mayor parte de los pobres son niñas y mujeres.

Hoy no es posible ocuparse de la pobreza sin ocuparse, directa y prioritariamente, de las mujeres y más aún de las madres. Este Nobel, concedido a personas que trabajan para reducir la pobreza concreta de la gente concreta (que se conecta con el concedido en 1998 a otro economista indio: Amartya Sen), es también una esperanza para la profesión del economista. El trabajo del economista va encaminado sobre todo a reducir la pobreza y por tanto el dolor del mundo.

Esto lo sabían muy bien los economistas clásicos, que cuando ponían en el centro de su reflexión el trabajo, la riqueza y el desarrollo, lo hacían porque lo veían como el primer medio para reducir la pobreza y el sufrimiento de la gente. Escribía, por ejemplo, Alfred Marshall en 1890: «Es cierto que un hombre pobre puede alcanzar en la religión, en los afectos familiares y en amistad la felicidad más alta. Pero las condiciones que caracterizan la pobreza extrema tienden a matar esta felicidad». Hay que estudiar las leyes de la riqueza para reducir la pobreza y el sufrimiento.

Una última nota. Este Nobel de Economía concedido a una mujer, a una joven, a los estudios sobre la pobreza es un excelente auspicio para la iniciativa de Asís convocada por el Papa Francisco para marzo de 2020 “The Economy of Francesco”. La relación entre economía y pobreza no es un oxímoron, sino una llamada a recordar la raíz y la vocación de la economía. Asís ayudará a la economía y a los economistas a distinguir entre pobreza y miseria. Mientras que la miseria y la exclusión son palabras malas y siempre negativas, la pobreza es también una palabra del Evangelio y conoce una declinación positiva, que es la bienaventuranza reservada a aquellos que – como Francisco – la eligen para liberar a otros que no la han elegido sino que la padecen.

Como nos recordaba otro gran autor y maestro de pobreza, M. Rahnema, es necesario derrotar a la miseria para poner a las personas en condiciones de poder elegir libremente la pobreza; porque donde hay demasiada miseria no es posible elegir la pobreza. Y porque sin conocer y estimar los valores que algunas formas de pobreza conocen y viven, no es posible derrotar verdaderamente las pobrezas malas.


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