El economista Bruni: «La Biblia da un cuerpo concreto a la economía»

El economista Bruni: «La Biblia da un cuerpo concreto a la economía»

Para el economista Luigino Bruni, el diálogo con la Escritura se convierte en un baño de concreción en un mundo cuyos bienes e intereses económicos son cada vez más inmateriales.

Publicado en Avvenire el 13/01/2017

Mondo2 58723852 ridMercado, moneda, deuda, beneficios: en el gran relato bíblico están presentes la mayor parte de las categorías que han fundado nuestra civilización, también las económicas. De este código simbólico, a lo largo de milenios, han bebido la poesía, la literatura y el arte, por no hablar de la filosofía o de la teoría política. Incluso el psicoanálisis, en tiempos recientes, se ha servido de la potencia generativa de los arquetipos veterotestamentarios, ampliando el terreno de la sabiduría griega, como diría Charles Moeller, gracias a la paradoja cristiana. Pero la economía no. Hace demasiado tiempo que la Biblia y la economía no se encuentran. Por este motivo Luigino Bruni ha decidido dedicar una parte relevante de su investigación más reciente al tema. En 2018 la experiencia que comenzó en junio en el Polo Lionello Bonfanti con la “Semana de Economía Bíblica” tendrá continuidad: del 15 al 17 de febrero Bruni interrogará como economista al libro del Éxodo y del 14 al 16 de junio de 2018 al del profeta Isaías.

¿Cómo es posible que uno de los códigos simbólicos más fecundos de la cultura humana haya despertado tan poca curiosidad en los economistas?

«El encuentro entre Biblia y economía es efectivamente tardío. En los años 30 Emanuele Sella escribió un libro, que no tuvo mucho éxito, titulado La doctrina de los tres principios, donde teorizaba una especie de trinidad de la economía. Aparte de esto, si somos sinceros, no hay mucho más».

¿Temor reverencial o simple desinterés?

«Por desgracia la cultura económica de los teólogos es tan escasa como la cultura teológica de los economistas. Así ha sido desde los albores de la economía moderna. En el siglo XVIII el abad Genovesi y el mismo Adam Smith hicieron alguna reflexión al respecto. En el siglo XIX, más que nada la curiosidad de Kierkegaard exploró un potencial acercamiento. Y llegamos al siglo XX con una disciplina económica tan matematizada que ha educado generaciones enteras de especialistas sin ninguna preparación para encarar el lenguaje bíblico».

En los manuales habrá al menos una metáfora…

«Recuerdo el “Dilema del buen samaritano” que se remonta a los años 70 (sostiene que la beneficencia desincentiva la búsqueda del sustento por parte de los individuos, ndr). Y después algo más reciente en los años 90. Pero no puede considerarse satisfactorio».

¿Usted, como economista, cuándo se ha encontrado con la Biblia?

«También en mi caso ha sido un encuentro tardío. Hace 25 años, cuando comenzaba, el tema me atrajo, pero encontré trabajos tan poco rigurosos que se me quitó el deseo de hacer algo serio. Para entendernos: la única cita veterotestamentaria recurrente era la de los “siete años de vacas flacas y gordas”. Y algunas figuras del Nuevo Testamento, descontextualizadas además, sin conocimiento. En cambio sí que había relación, y de gran densidad, con la filosofía, la literatura y la poesía. Me sentía fascinado por las reflexiones de Salvatore Natoli y los libros de Erri De Luca. Entonces hablé con el director de “Avvenire”, Marco Tarquinio, quien me propuso que intentara tender un puente entre los dos mundos en el periódico. Con una perspectiva de largo plazo. Así es como comenzó esta aventura».

Empezando por el principio.

«Por el Génesis y el Éxodo. Releer la Biblia como economista se ha convertido en uno de los trabajos de investigación que me ha producido más satisfacción profesional. Las reflexiones publicadas semanalmente en Avvenire se han convertido en libros que se han traducido al español, al inglés y ahora también al francés. TV 2000 ha emitido un ciclo de 8 capítulos titulado “¡Bendita economía!”, donde hemos podido hablar de este tema con protagonistas de la economía, el sindicato y las finanzas».

¿Qué reto se encuentra a la base de este recorrido intelectual?

«Aplicar el mismo rigor del economista al texto bíblico. El mismo enfoque científico. Naturalmente hay una diferencia de fondo entre mi trabajo y el de un biblista: yo no tengo las mismas competencias exegéticas. Pero las preguntas son diferentes. Puesto que la Biblia es un libro vivo, a preguntas distintas les corresponden respuestas distintas. Las respuestas sobre la economía son nuevas y permiten explorar una perspectiva teórica inédita, capaz de conjugar mercado y justicia, beneficio y bien común, ocupación y solidaridad».

La comparación entre la Fenomenología de la religión y la Economía está a la base del sistema económico contemporáneo o al menos del capitalismo clásico, según el conocido análisis de Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo.

«Hay que entender la mentalidad religiosa calvinista como una pre-condición para el desarrollo del la mentalidad capitalista. Afortunadamente la Biblia, que como decíamos es un texto vivo, no es ideología y por tanto no es un dogma, puesto que es intrínsecamente pluralista. Ciertamente, también hay linfa para la lectura sociológica weberiana, que ve en el trabajo el instrumento para conquistar la salvación y pagar la deuda. Con el sacrificio compro un crédito, un débito para Dios, que por consiguieente me premiará. Acerca de nuestro inevitable destino de endeudamiento colectivo e individual Giorgio Agamben ha escrito páginas fundamentales».

El capitalismo como religión es también el título de uno de los más interesantes escritos póstumos de Benjamin, para quien el capitalismo no representa solo, como para Weber, una secularización de la fe protestante, sino que es en sí mismo un fenómeno religioso.

«Dentro de la Biblia hay lecturas sociológicas, económicas y político-económicas profundamente distintas, que estoy intentando sacar a la luz. Job y Qohélet, cuando se les “pregunta” sobre hechos económicos, responden con una lógica distinta a la weberiana. Una lógica no comercial, no deudora. Las categorías económicas son las de la misericordia y el amor. Las del don. Sin este tipo de respuestas, por ejemplo, no lograremos entender la idea del retorno contemporáneo a la pobreza. Corremos el peligro de no darnos cuenta de que está prevaleciendo la idea de que el pobre es culpable de serlo. Cada hay vez más teólogos y cristianos que en nombre del evangelio, muchas veces incluso de buena fe, contribuyen a culpabilizar a los pobres por su pobreza, a veces en nombre de la meritocracia, siguiendo una tradición de pensamiento norteamericana y desconociendo por el contrario el gran humanismo de la Biblia. Como sostenía Karl Smith, todas las ideas políticas tienen una base teológica. Lo mismo puede decirse de la economía. Cuando se desprecia la pobreza, se vuelve a las teologías económicas de la antigüedad, contra las que lucharon con todas sus fuerzas Job y Jesús».

Ahora se está desarrollando con fuerza un pensamiento económico basado en el paradigma de la sostenibilidad. Un enfoque teórico que incluye instrumentos econométricos de evaluación del impacto medioambiental y social. ¿Qué contribución puede dar la Biblia en este campo?

«La Biblia propone el gran tema de la alianza. En la economía clásica teníamos tres pilares fundamentales: tierra, capital y trabajo. Con la revolución industrial comenzó el eclipse de la tierra y se hizo hegemónica la combinación capital-trabajo, desde un perspectiva cada vez más cuantitativa y matematizadora. El pensamiento bíblico recuerda el lazo indisoluble con la creación y vuelve a proponer la tierra dentro de una relación. Si acudimos al Génesis, el arco iris de Noé es el primer símbolo arquetípico de la alianza fundamental hombre-naturaleza en una actitud no depredadora».

Otra idea que pueda aportar la Economía Bíblica al el debate contemporáneo?

«El tema de los cuidados, una tendencia opuesta a la de delegar en las máquinas y en lo virtual la relación con los demás y con la realidad misma. La Biblia propone con fuerza el nudo de la corporeidad en la época de la desmaterialización, también de las relaciones económicas, además de en términos antropológicos. Vivimos en un periodo de fuerte ambivalencia, donde el otro nos fascina pero al mismo tiempo nos da miedo. Por eso nos relacionamos con él, muchas veces, solo gracias a la cercanía virtual. El humanismo bíblico nos recuerda que el hombre es cuerpo y para entrar verdaderamente en relación, como exige el hecho de cuidar de alguien, no se puede prescindir del cuerpo.

 


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