Seguir buscando, seriamente y entre todos, un nuevo pacto industrial y social.
por Luigino Bruni
publicado en cittanuova.it el 17/01/2010
Verdaderamente el mundo social, económico e industrial ha cambiado. Tal vez sea este el mensaje central que nos llega de Mirafiori, antes y después del referéndum que ha visto la victoria, con medida y con muchas sombras, del “sí”. Nos estamos dando cuenta de que la llamada globalización ha cambiado verdaderamente el mundo y esto produce efectos muy concretos y relevantes también en la vida diaria de nuestras familias. En mundo verdadera y radicalmente distinto, en el que las empresas pueden irse a fabricar a otros países del mundo (mientras que los trabajadores están más vinculados al territorio), hay que repensar verdadera y radicalmente también las relaciones sindicales e industriales.
Los actuales derechos y deberes de los trabajadores, que los sindicatos quieren y deben proteger con razón, son fruto de una época de la historia – en Italia desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la década de los 70 del siglo XX – que se caracterizaba por dos elementos esenciales. El primero es una dura e ideológica oposición entre capital y trabajo, donde cada uno veía al otro en primer lugar como un rival y sólo después como un aliado para el bien común (en un mundo donde los trabajadores no tenían derechos esa visión era comprensible y es probable que históricamente necesaria). En segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, las relaciones industriales se basaban sobre todo en el conflicto sindical, de donde salieron las grandes conquistas del mundo del trabajo. Pero este conflicto dependía de una premisa fundamental: cada una de las dos partes (capital y trabajo) tenía necesidad vital y esencial de la otra, por lo que la cuerda no se podía romper, ni siquiera en las más duras y enconadas luchas. Los trabajadores necesitaban a FIAT para vivir, pero también FIAT necesitaba a los trabajadores turineses (y al gobierno italiano) para poder producir y crecer.
Para comprender la situación actual de las relaciones sindicales e industriales, hay que saber que este segundo elemento, el recíproco “conflicto – necesidad”, ha desaparecido. En especial ha dejado de ser cierto que la gran empresa tenga necesidad vital de unos trabajadores concretos (turineses o italianos), ya que , a causa de la globalización, hoy FIAT y las grandes multinacionales pueden “cortar la cuerda” y trasladarse a otro lugar, haciendo saltar la banca (tal vez incluso con incentivos europeos, como en el caso de Serbia, señal ésta que hay que tomar en serio, puesto que Europa ve hoy a los países menos desarrollados como Italia veía hace 40 años el sur del país, con la Cassa del Mezzogiorno).
Con esto quiero decir que la lucha a ultranza, además de que quizá ya no sea oportuna (hay que recordar que sobre todo en la economía actual las relaciones económicas organizativas e industriales son primero cooperativas y después, en un segundo nivel, conflictivas), hoy ha dejado de ser un instrumento eficaz. Por eso a los sindicatos se les pide hoy una nueva era de creatividad, evolución e innovación, como ocurrió en los grandes momentos fundacionales y proféticos de su gran historia.
Por otra parte, el capital, los propietarios y directivos, también debe entrar en el juego, buscando verdaderamente un nuevo pacto social. No es suficiente diseñar contratos con más vínculos y controles (sobre absentismo o huelga... ), ya que sabemos, como se ha dicho en otras ocasiones, que sobre todo la empresa moderna, hecha de innovación y de capital intelectual y relacional, necesita al trabajador-persona y no solo las prestaciones del trabajador-obrero, que pueden observarse con una tele cámara y con el marcaje de la ficha.
Los nuevos directivos de las grandes empresas (esto es muy evidente en el caso de FIAT) tienden todavía a ver el mundo del trabajo principalmente como un vínculo, como un problema, como un coste, más que como el gran recurso para el éxito de la misma empresa. Y sin aprecio, reconocimiento ni incentivos (30 euros al mes no son incentivo) el peligro es que el trabajador-persona se quede fuera de la puerta de la fábrica, donde sólo entra el trabajador-obrero.
Pero sin personas completas hoy no se puede vivir ni crecer en el mercado global. El dinero y la maquinaria no son suficientes. Si después de ganar el referéndum, FIAT no se gana la lealtad y la pasión de sus trabajadores, incluso de los que han votado “no”, no habrá inversión que pueda relanzar la empresa, ya que también en la economía globalizada la primera inversión es siempre en las personas y en las relaciones.
Así pues, hace falta un nuevo pacto social, sin prisas, en el diálogo y en la discusión pública y no solo en una mesa, puesto que detrás de Mirafiori se esconde el futuro de las relaciones económicas y por ello cívicas de nuestro país. Un diálogo verdadero que debe abarcar también la naturaleza del capitalismo, de la que se habla poco, demasiado poco, en estos tiempos de nuevos debates encendidos sobre el sindicato y la empresa. ¿No hay hoy figuras, como Pasolini o don Milani, capaces de ver y criticar con profundidad nuestro modelo de desarrollo y de invitar a todos a una revisión seria?
Estoy convencido de que hay que volver a discutir, pública y seriamente, el destino de los beneficios y los enormes sueldos y primas de los directivos de las grandes empresas, de las administraciones públicas y de los bancos (tema que me gusta especialmente), si queremos que el diálogo sea serio y capaz de mostrar perspectivas de futuro que hoy parecen faltar en esta época de crisis, aunque haya triunfado el “sí”.
Un diálogo que en realidad, debería haber comenzado hace muchos años, sin prisas pero con la voluntad por parte de todos de escuchar lo que tienen que decir los sindicatos, entender las posturas de todos e incluirlas, en un auténtico ejercicio de democracia deliberativa todavía demasiado ausente de nuestra vida económica y cívica. Estos acuerdos, el “sí” y el “no” del referéndum, son solo el primer paso, vacilante e incierto, de un largo viaje.