Tras los siete años de «distracción» que siguieron al 11 de septiembre, nos damos cuenta de que había que hacer frente a otra «guerra» y a otra «seguridad» no menos graves
Luigino Bruni
publicado en www.missionline.org
Lo que la actual crisis financiera está mostrando es la radical vulnerabilidad del capitalismo de tercera generación. Las crisis como esta son la regla, no la excepción del capitalismo financiero, especialmente hoy cuando la globalización amplifica sus efectos. Inestabilidad y fragilidad son la otra cara de un modelo de desarrollo que permite que cien dólares de renta real se conviertan en mil o más, sin que exista relación alguna entre ese dinero y el trabajo humano.
¿Tendremos que acostumbrarnos a vivir situaciones como esta? Temo que sí, al menos hasta que este capitalismo no evolucione hacia algo diferente. En el corto plazo, sin embargo, es necesario abrir una reflexión profunda sobre el capitalismo, no sólo económica, sino también política y cultural.
A finales de los años noventa, en la conciencia civil global estaba madurando la convicción de que el capitalismo requería un diverso y más atento manejo. La Tobin tax, y el debate en torno a ella, desarrolló una función de catalizador de un proceso social que llegó a su culmen con el G8 de Génova (julio 2001). Después, el 11 de septiembre desvió durante años la atención de la sociedad civil internacional hacia los temas de la seguridad y el terrorismo.
Ahora, después de siete años de «distracción», de improviso estamos tomando conciencia de que había otra «guerra» y otra «seguridad» no menos graves y urgentes que los controles de pasajeros en los aeropuertos. Esta crisis actual nos está, pues, diciendo dramáticamente que el «capitalismo financiero» requiere un nuevo Bretton Woods. Esperemos que esta vez los nuevos acuerdos sean democráticos y tengan en cuenta seriamente a Africa, Asia, y Sudamérica
Detrás de esta crisis hay también una crisis moral, que tiene que ver con nuestra relación con los bienes y nuestro estilo de vida. Endeudarse por encima de las posibilidades de renta es una forma de dopaje similar a la que tiene presos a los «jugadores de azar» de las finanzas. Endeudarse para disfrutar de unas vacaciones exóticas o para tener una casa de lujo puede ser un acto similar al de Pinocho cuando sigue los consejos del Gato y la Zorra. La banca que presta demasiado y a las personas equivocadas no es menos incivilizada que la que presta demasiado poco a las personas justas.
Una última consideración. Aquellos que durante estos años ha hecho inversiones éticas (en Banca Etica, por ejemplo, o también en muchos bancos cooperativos) hoy se encuentran con un resultado que es, al mismo tiempo, ético, económicamente rentable y muy seguro. Esta crisis está poniendo en tela de juicio el sistema de incentivos y está cambiando los valores en juego, incluso los puramente económicos. Como ha ocurrido muchas veces en la historia, un cambio climático puede determinar la extinción de grandes mamíferos y el desarrollo de organismos más pequeños y ágiles, que en el precedente clima se encontraban en desventaja. Si esta crisis sirve para dar vida a un nuevo pacto social planetario por una economía más ética y abierta a la gratuidad, entonces habrá sido una “felix culpa”. Si en cambio nos limitamos a ver en nuestras cómodas casas los debates televisivos sobre la crisis, alternando las noticias sobre las caídas de la Bolsa en espera de colosales ganancias en la lotería, convencidos de que la culpa es sólo de los malos Gato y Zorra de Wall Street, dentro de algunos meses olvidaremos todo, y nos zambulliremos en el doping del consumo. Esperando la siguiente crisis.